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¿Qué obtiene el PNV de su pacto en Madrid?

PSOE y PNV sellaron ayer en Madrid el acuerdo por el que el último prestará su apoyo al Gobierno español para sacar adelante los presupuestos generales del Estado. A cambio, los jelkides dicen traer a Gasteiz 126 millones de euros, destinados a cubrir el traspaso de funciones en materia de I+D+i, la prejubilación de los agentes de la Ertzaintza y una aportación para el futuro puerto exterior de Pasaia. Ambas partes se mostraron muy complacidas por el pacto alcanzado. Los motivos para la satisfacción en las filas de Zapatero son obvios: ha salvado in extremis la principal herramienta de gestión de su Gobierno a un precio más que razonable.

Lo que no está tan claro es el beneficio que sacan los ciudadanos de la CAV en este trato, a pesar de los esfuerzos retóricos del PNV al sostener que «todas las contrapartidas» conseguidas en la negociación «se vinculan a la mejora de las estructuras económicas», en un intento por rentabilizar la sensibilidad social a causa de la crisis. Pero el argumento no resiste un análisis mínimamente riguroso. Así, el mayor peso económico del acuerdo recae en la transferencia de la competencia en materia de investigación, desarrollo e innovación, con 86,8 millones de euros, una cifra que ni siquiera alcanza la mitad de los 190 millones que venía consignando Lakua para el área aun sin poseer esta competencia que, por cierto, el Estado ni siquiera llega a perder. Respecto a los dos puntos restantes, el futuro del puerto exterior de Pasaia todavía no ha superado el trámite del informe de impacto ambiental, mientras que la prejubilación de los ertzainas... no parece que vaya a rescatar a la CAV de ninguna crisis.

Y puesto que los ciudadanos vascos no obtienen gran cosa, ¿qué gana el PNV? Todo apunta a que la dirección jelkide pretende recuperar lo que considera la imagen perdida -a golpe de proyecto de consulta- de partido serio y de fiar. Acaso eso funcione en los mentideros madrileños. Aquí, más bien, suena a una nueva vuelta de tuerca en la eterna política del posibilismo que el PNV ha convertido en arte a lo largo de las tres útimas décadas. Un arte, cuando menos, estéril para Euskal Herria.

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