El de ayer, también el de ayer, fue un día trágico en cuanto a siniestralidad laboral se refiere. Los dos trabajadores fallecidos en Gasteiz y Ea elevan la cifra de víctimas a diez en lo que va de mes en Euskal Herria. No obstante, al parecer no es un número lo suficientemente elevado, no lo son los 86 muertos de este año, como para causar alarma social alguna. Siempre existen otros fenómenos que merecen mayor atención de los medios de comunicación y de las administraciones, como la crisis actual, si bien la preocupación se centra en las grandes compañías financieras. Y junto a la preocupación, la ayuda con dinero público. En la Unión Europea ya se propugna también ayudar con fondos públicos a las grandes empresas, y llama la atención la cantidad de dinero destinada a reflotar un sistema que hace cada vez mayor la brecha existente entre ricos y pobres, como la recién constatada en la OCDE, y que provoca un incesante rosario de muertes entre los trabajadores. Se echa en falta la preocupación de esas administraciones, tanto en tiempos de crisis como de bonanza, por la seguridad y la salud de los trabajadores, dado que invertir en seguridad debería ser una prioridad; sin embargo, hasta el día de hoy no lo ha sido esa necesaria exigencia a las empresas, como no lo ha sido ni siquiera hacer cumplir las leyes de prevención de riesgos laborales.