Raimundo Fitero
Presupuestos
Antes, cuando el euribor lo tomábamos con hielo picado, los presupuestos generales tenían un valor tautológico, y su expresión máxima se representaba con la llegada de cientos de libros en furgoneta. La ley de mayor incidencia en toda acción de gobierno, y por lo tanto de mayor relación con nuestra vida cotidiana, se veía como un asunto fuera del alcance de los mortales. Ahora, los presupuestos se presentan en un artilugio electrónico de almacenamiento de datos de manejo escolar y se sabe el resultado de su viabilidad días antes, porque no se discuten, simplemente se pactan, lo que en el lenguaje político actual quiere decir que se chalanea, se cambian cromos, se hacen componendas multidireccionales. Yo te apoyo aquí, tú me apoyas allí, como se te ocurra votar no allí, te quedas sin gobierno aquí. O sea, como siempre todo resulta muy constructivo, incitando a la participación ciudadana en las votaciones.
Por lo tanto, una vez más, la unión de los intereses partidistas, la manipulación refractaria de los medios de comunicación, y el cansancio generalizado ante el coco en forma de crisis, nos han dejado sin saber de qué van los presupuestos, porque se han ocupado con mucho énfasis en señalarnos lo anecdótico. Los cambalaches previos, las votaciones apañadas, las manifestaciones tremendistas de unos y otros. Lo cierto es que lo que ha sucedido en Madrid se refiere a lo que va a suceder en los gobiernos de hegoalde. Tenemos continuidad, lo que significa que siguen las aguas estancadas, por lo que el olor a podredumbre se va a incrementar y el ahogo va a ser de difícil alivio.
Los presupuestos, por lo tanto, se convierten en una suerte de coartada. En teoría, lo que no está en ellos, no existe, pero incluso lo que está, puede convertirse en una entelequia, y siempre tienen los que los manejan conejos en la chistera, que en estos momentos están apareciendo como plaga en forma de millones de euros para salvar a los pobres bancos de la crisis que han ocasionado ellos mismos con sus especulaciones terroristas. Lo sarcástico es ver los resúmenes de las sesiones parlamentarias en las diferentes televisiones. Una gran lección de partidismo.