El devenir del Athletic se torna cada vez más preocupante. Un presidente enrocado en unas tesis rechazadas por el órgano soberano del club, más o menos discutible en su conformación pero nunca menos que el proceso electoral que le llevó al sillón de Ibaigane, planea una huida adelante. El objetivo, gobernar plácidamente con una Asamblea lo más afín posible. Una tarea para la que ya están manos a la obra.

En lo deportivo, el crédito de Caparrós tampoco puede ser ilimitado. Sus planteamientos son muy pobres y los bandazos que da a la hora de dirigir a su plantilla son preocupantes. Curioso, eso sí, que ahora la cera le llegue por parte de quienes aplaudían espectáculos idénticos hace pocos meses. Él tampoco puede rehuir su responsabilidad ni apelar a que «esto es lo que hay». Eso no está a la altura del club. Los malos resultados se acumulan y la continuidad de los mismos pueden derivar en el caro final de una etapa que, de momento, sólo puede considerarse como mediocre.

Jugar al despiste recurriendo ahora a un debut o especular con ello es otra cortina de humo. El equipo hacía pocos goles el año pasado y este curso los problemas se han agravado. El técnico dio el ok a la venta Aduriz y ha ninguneado a Iñigo. En ese contexto, pensar en soluciones de 18 años o en las que pueden venir de Segunda dentro de 10 meses, suena también a huida hacia adelante.