Los sindicatos ELA, UGT y LAB denunciaron ayer el grave ataque contra la libertad sindical consumado por la dirección de la empresa Tubacex después de que ésta haya decidido prescindir de la interlocución con los sindicatos y dirigirse de forma individual a los trabajadores para negociar el convenio colectivo. La actitud de la empresa resulta especialmente agresiva, dado que ha dispuesto de la oportunidad de firmar el convenio con CCOO y STAT -que suman el 55% de la representación sindical y habían decidido plegarse a la propuesta empresarial- y la ha rechazado, en una reedición del «Roma traditoribus non praemia» que esgrimió el cónsul Servilio Cepión cuando se negó a recompensar a los verdugos de Viriato.

Aunque los hechos revisten en sí mismos una gran trascendencia, adquieren una dimensión si cabe más relevante en el análisis del contexto en el que se producen: la inaceptable presión que, parapetada tras la crisis, está ejerciendo la patronal sobre la clase trabajadora con constantes amenazas de regulación de empleo o incluso cierre si no se aceptan las condiciones laborales que imponen. Y eso aunque medien, como en el caso de Tubacex, ganancias multimillonarias.