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El cine argentino que triunfa en los festivales llega a nuestra cartelera

«Leonera» ganó en el Festival de Lima y es la elegida por la cinematografía argentina para competir en los Óscar como candidata a la Mejor Película de Habla No Inglesa. «El otro» se llevó en la edición del 2007 el Gran Premio del Jurado de la Berlinale, así como el Premio al Mejor Actor para Julio Chávez. «El nido vacío» se hizo en Donostia con la Concha de Plata al Mejor Actor para Oscar Martínez, a la vez que el Premio a la Mejor Fotografía fue para Hugo Colace.

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Mikel INSAUSTI | DONOSTIA

La carrera de Pablo Trapero no se puede explicar sin relacionarla directamente con la de su mujer, la productora y actriz Martina Gusman. Se conocieron justo cuando el cineasta irrumpió internacionalmente con su aclamada ópera prima «Mundo grúa». Juntos formaron la productora Matanza, que es lo más parecido a una empresa familiar, porque dan trabajo a la abuela de Pablo y a la madre de Martina, como actriz y diseñadora de vestuario, respectivamente.

Cuando hicieron su segundo largometraje «El bonaerense», que cuenta desde dentro la experiencia de un provinciano metido a policía de forma mucho más convincente que la brasileña «Tropa de élite», tuvieron a su hijo, que ahora ya habrá cumplido los seis años. Ese hecho marcó profundamente a Trapero, que desde entonces viene tratando el tema de la responsabilidad paterna y materna en «Familia rodante», «Nacido y criado» y «Leonera». El primer título de los tres refleja un poco su sentimiento de pareja de artistas que va por el mundo con una criatura a cuestas, ya que en Cannes su bebé llegó a ser el acreditado más joven del festival en toda su historia. El segundo, por el contrario, refleja las paranoias de los padres primerizos, expresadas en el miedo a perder la felicidad de permanecer unidos.

Lo que «Leonera» quiere expresar sobre el instinto familiar es precisamente la superación de cualquier posible temor u obstáculo, en aras de la supervivencia que lleva a la madre a transformarse en una auténtica leona dispuesta a defender a sus cachorros si la ocasión lo requiere. El ejemplo más extremo de dicho comportamiento en los humanos está en las mujeres presas que tienen a sus hijos en la cárcel, y así, la protagonista de la película hace todo lo inimaginable por que no le separen del ser que llevaba en su vientre cuando la detuvieron. A Trapero no le importa aclarar si ella es culpable o no de un crimen, lo que le interesa es mostrarla como madre que cree que es más vital que su niño crezca a su lado que la misma libertad del pequeño. A partir de ahí se abre el debate sobre la edad hasta la que es conveniente dejar que los hijos permanezcan con sus madres en presidio, que cambia según la legislación de cada país, siempre que la opción sea permitida. Martina Gusman hace su primera interpretación principal, después de debutar en la anterior realización de Pablo Trapero «Nacido y criado».

El tiempo y el cuerpo

Ariel Rotter debutó hace ocho años con «Sólo por hoy», una obra coral sobre la juventud bonaerense y sus expectativas inciertas en aquel momento. El hecho de que haya tardado tanto tiempo en realizar su segundo largometraje se debe a que le ha costado cinco años darle forma definitiva, dedicación que se ha visto recompensada con una interminable lista de premios internacionales que incluye, además de los conseguidos en Berlín, los que recibió en Gijón, La Habana o Lleida. Antes de nada hay que aclarar que «El otro» no tiene nada que ver con la película de idéntico título, el clásico del terror obra de Robert Mulligan. Sí trata también sobre el tema de la identidad, pero en un sentido muy diferente, ya que abarca la contemplación de la vida de una persona en todas sus fases, a través del estudio de la relación entre el deterioro físico del cuerpo y el paso del tiempo.

El protagonismo absoluto de «El otro» recae en el actor Julio Chávez, al que en Argentina son muchos los que consideran el mejor, por delante del aquí más reconocido Ricardo Darín. Se ha especializado en papeles complejos, solventados todos ellos con maestría en «Un oso rojo», «El custodio» o «El extraño». El personaje que ha escrito para él Ariel Rotter es el de un hombre que decide hacer un alto en el camino, por lo que desaparece durante unos días aprovechando un viaje de negocios al interior del país. El viajero que ocupa el asiento contiguo en el autobús no despierta y comprueba que está muerto, circunstancia que le lleva a hacerse pasar por él. Entonces comienza a disfrutar de la posibilidad de tomar prestadas identidades ajenas, transformación que le permite una comparación externa consigo mismo y le ayuda a reencontrarse. Regresa reforzado y dispuesto a asumir el cuidado del hijo que espera su mujer, así como el de su anciano padre imposibilitado. En cierta forma se han visto en la película puntos de contacto con «El reportero» de Antonioni, aunque Rotter aborda la impostura como medio para el conocimiento interior.

Una obra de madurez

Daniel Burman ha salido reforzado de la trilogía compuesta por «Esperando al mesías», «El abrazo partido» y «Derecho de familia». Las tres películas completan un ciclo vital en el que ha ido recorriendo las ilusiones y temores propios de la juventud, primero viendo las relaciones paternofiliales desde el punto de vista del hijo, para finalmente enfrentarse a la paternidad en primera persona, a través de su alter ego Daniel Hendler, y dentro de una relación estable. Con «El nido vacío» se siente ya capaz de abordar lo que vendrá después, lo que ocurrirá cuando sus hijos se emancipen y vuelva a quedarse a solas con su pareja de toda la vida. Le ayuda a dar el salto temporal la condición de que el protagonista de su sexto largometraje de ficción sea un escritor, un creador que como él utiliza la imaginación para desenvolverse en medio de las situaciones que le van tocando vivir con el paso de los años.

Burman ya no puede contar en «El nido vacío» con su coetáneo Daniel Hendler. El cambio generacional lo aporta el veterano Oscar Martínez, premiado en Donostia por su interpretación irónica y resabiada. Da muy bien el perfil del intelectual que ya está de vuelta, y que aprovecha la marcha de sus hijos del hogar para dedicarse más tiempo a sí mismo. Todo lo contrario que su esposa, una Cecilia Roth que se muestra como la mujer deseosa de recuperar la libertad y de entregarse con rejuvenecida pasión a un sinfín de actividades, empezando por la vuelta a la universidad. El conflicto del matrimonio deriva de que mientras ella necesita de la vida social, él lo que busca es la soledad del escritor que construye un mundo real e imaginario a su medida, sin humos y sin visitas molestas. Un viaje a Israel para ver a la hija y al yerno, que apunta a joven novelista de éxito, le sacará de su ostracismo al verse flotando sobre las aguas del Mar Muerto.

El club de los treintañeros

Ariel Rotter y Daniel Burman tienen 35 años, y Pablo Trapero les lleva sólo dos más. Son cineastas argentinos que pertenecen a una generación marcada por la crisis del año 2001, pero, en lugar de dejar de hacer películas, han querido reflejar en ellas las inquietudes surgidas de tanta dificultad.

Gracias a su talento han podido contar con apoyo económico en el extranjero para sacar adelante sus coproducciones, cuya inversión se ha recuperado por medio de la promoción que suponen los premios en los festivales internacionales. Los tres tocan temas comunes relacionados con sensibilidades cercanas, por encontrarse situados entre la juventud y la mediana edad, así que les preocupan cuestiones como la responsabilidad paterna y la vida familiar con todos sus problemas.

El que siendo todavía directores jóvenes estén ya consagrados indica que el auge del cine argentino nunca fue algo pasajero o coyuntural, sino que habla de una cantera inagotable, que nada tiene que envidiar a la del fútbol, y eso es mucho decir. Mikel INSAUSTI

CAMBIO DE TÍTULO

El director Pablo Trapero anunció cuál sería su próximo proyecto hace dos años y medio. El título de la película era «Desencuentro». Parece, que según avanzaba el tiempo, «Leonera» le resultó más idóneo.

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