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Los electos no sab�an que el TAV es muy caro

Aestas alturas sobran muestras de despotismo e irresponsabilidad de las diferentes administraciones de este pa�s en torno a los proyectos de grandes infraestructuras y, en concreto, al del Tren de Alta Velocidad. Pero los electos labortanos que desde un principio apoyaron la nueva l�nea para el TAV han dado una m�s tras tener noticia hace escasas semanas del enorme coste econ�mico de esa infraestructura y la parte del mismo exigida a las instituciones locales, si bien no cuestionan la idoneidad de la nueva l�nea.

En el debate p�blico de 2006 desarrollado durante varias semanas y con gran participaci�n, especialmente en los entornos afectados por el proyecto, el enorme y riguroso trabajo realizado por numerosos colectivos sociales dejaron en evidencia los argumentos de los promotores de la l�nea labortana de alta velocidad. Incluso un estudio de expertos suizos independientes la desaconsejaba por su alto coste medioambiental, econ�mico y social. La supuesta necesidad de la nueva l�nea, por tanto, no se correspond�a con la realidad, pero intereses �superiores� impidieron tomar en consideraci�n las s�lidas razones de aqu�llos, y la misma suerte depararon al claro rechazo a la nueva l�nea que arrojaron las consultas que, al igual que en varias localidades de Hego Euskal Herria, se realizaron en Mugerre y Ustaritze. Ahora los cargos electos que en su d�a con calculada ambig�edad apoyaron el proyecto muestran su extra�eza e indignaci�n por el desembolso exigido a las instituciones y, al mismo tiempo, aunque involuntariamente, su irresponsabilidad al hacer patente que apenas ten�an conocimiento de los pormenores del mismo.

Una muestra m�s de unos representantes p�blicos cuyos intereses deber�an ser los de los ciudadanos pero que se hayan inmersos en la arrasadora din�mica de grandes infraestructuras justificadas por una supuesta necesidad que no perciben m�s que quienes ven en ellas grandes beneficios econ�micos. En efecto, los habr�, pero para unos pocos bolsillos y a costa del erario p�blico. Una din�mica que confunde democracia con imposici�n, racionalidad con negocio.

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