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«Rechazamos el repertorio ya escrito. Nuestra materia prima es la nueva música»

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Josetxo Silguero

Componente de SIGMA Project

El SIGMA Project es un nuevo conjunto nacido con la finalidad de servir de laboratorio sonoro a los compositores que quieran experimentar con la música para saxofón. Josetxo Silguero, bien conocido en Euskal Herria por su incansable defensa de la música contemporánea, es uno de los miembros de este cuarteto que debutó el pasado lunes en el Museo Reina Sofía.

Mikel CHAMIZO | MADRID

El saxofonista irundarra Josetxo Silguero es uno de los instrumentistas más inquietos de Euskal Herria, siempre inmerso en nuevos proyectos y especialmente comprometido con la música de nueva creación. Ha participado en la fundación de varios conjuntos y estrenado numerosas obras escritas expresamente para él. En su último proyecto se ha unido a otros tres prestigiosos solistas de saxofón para formar el SIGMA Project, un cuarteto de carácter experimental orientado al trabajo conjunto con los compositores. Tras debutar con un original espectáculo en la última Quincena Musical donostiarra, la noche del pasado lunes el SIGMA Project se presentó en el templo de la música contemporánea del Estado español, el Auditorio 400 del Centro de Arte Reina Sofía de Madrid, con un programa de extraordinaria dificultad que incluyó una obra del compositor guipuzcoano Félix Ibarrondo.

¿Cómo nació el SIGMA Project y cuál es su filosofía?

Aunque debutó en la pasada Quincena Musical, el grupo nació en otoño del 2007. Lo formamos cuatros saxofonistas que seguimos trabajando como solistas, aunque no necesariamente en el mismo ámbito, porque alguno de nosotros se ha dedicado más a la música de cámara, a la música electrónica o a la improvisación. Pero hay dos puntos que los cuatro compartimos: nuestro interés por la música contemporánea y la opinión de que la escuela clásica del saxofón en el Estado español es demasiado escolástica y conservadora. Dentro de la enseñanza del saxofón, el cuarteto de saxofones, lo mismo que el cuarteto de cuerdas, es una formación muy clásica, y por eso mismo la habíamos rechazado anteriormente. Pero ahora, en un momento en que cada uno de nosotros se ha desarrollado en su propio campo, vimos claro que era el momento de juntarnos y hacer algo nuevo con ese formato anquilosado que es el cuarteto de saxofones, convirtiéndolo en un laboratorio de sonido, en una herramienta de trabajo para los compositores. Partimos de una estructura clásica, pero queremos dar un paso más adelante aportando un espíritu de trabajo. No somos un grupo que nace con el objetivo de buscar y tocar conciertos en base a un repertorio ya escrito. Eso lo rechazamos, y queremos que nuestra materia prima sea presentar estrenos realizados en colaboración con compositores, y también rescatar obras ya existentes que, por su gran dificultad o por alguna otra circunstancia, no han tenido una vida activa en el circuito musical.

¿Cómo va a ser ese trabajo junto a los compositores?

Nuestra intención es ofrecerles una relación estrecha con el grupo. Queremos tener a dos o tres compositores en residencia, pero con cualquier compositor nuestra dinámica va a ser ofrecerle sesiones de trabajo, asesorarle con respecto a las características del saxofón, intercambiar ideas y, sobre todo, cuidarle para que encuentre un ambiente ideal para dar rienda suelta a su creatividad.

Dentro del pequeño mundo de la música contemporánea hay luchas intestinas entre las diversas estéticas compositivas, y los intérpretes normalmente se inclinan por una línea más vanguardista y experimental o bien por músicas más asimilables para el público. ¿Por cuál de ellas se van a inclinar ustedes?

Yo creo que la línea de trabajo la va a definir cada proyecto. Está claro que sí tenemos una serie de compositores en mente y que nos gustaría realizar proyectos junto a ellos, porque nos sentimos más cercanos a ese tipo de lenguaje musical. Pero eso es una cosa y otra, distinta, la estética. No queremos casarnos a una estética concreta, porque cada compositor, como ente creativo, tiene su propio discurso y nosotros intentaremos adaptarnos a él. Y, además de con los compositores tradicionales, también queremos trabajar con gente del ámbito electrónico o multimedia.

Nada más nacer, ya han actuado en la Quincena Musical, en el Reina Sofía y, además, en breve van a grabar también un disco. Parece que su propuesta está teniendo éxito.

Por nuestra parte estamos poniendo toda la energía en el grupo, y la verdad es que estamos muy contentos con los primeros resultados. Además de Quincena y ahora en Madrid, también actuamos en octubre en la Fundación Miró de Palma de Mallorca y acabamos de recibir una invitación para tocar en enero en el Auditorio Nacional, y en junio del 2009 en Finlandia. En cuanto a los estrenos, ya está confirmada una obra para cuatro saxofones y orquesta con la Orquesta de Palma de Mallorca, además de dos nuevos cuartetos de Félix Ibarrondo y José Manuel López-López. Hay una serie de proyectos que se han cerrado en muy poco tiempo, y nuestro ánimo va dirigido a que el grupo pueda tener un futuro importante, aunque eso, claro, el tiempo lo dirá.

En el concierto del lunes en Madrid se presentaron con un total de doce saxofonistas. ¡Doce! No estamos habituados a escuchar obras para doce flautas o doce trombones, por ejemplo. ¿De dónde viene esta proliferación de saxofones?

La formación de ensemble de saxofones la estableció Jean-Marie Londeix, que fue mi profesor, en 1978. Recopila a toda la familia de saxofones, desde el instrumento más agudo, el saxo sopranino, al más grave, el saxo bajo. La hemos elegido porque dentro de nuestra filosofía también nos planteamos no ser un grupo cerrado e invitar a compañeros a tocar con nosotros, y facilitar así la audición de obras que por su estructura o complejidad son difíciles de llevar a un auditorio.

Dígame, ¿cuál es la implantación del saxofón clásico en Euskal Herria?

Ha habido una evolución en los últimos años y ahora hay profesionales especialistas del instrumento, no profesores de clarinete reciclados, como antaño. Pero mi opinión personal es que el saxo tiene que ser un instrumento totalmente paralelo a la creación, y eso no se inculca en los conservatorios. En Euskal Herria hay una gran demanda de saxofón y mucho alumnado, pero no veo yo que, salvo en centros muy contados, haya un planteamiento coherente sobre el instrumento, y creo que hay que ser muy crítico al respecto. Paradójicamente, he visto mucha más preocupación estética y pedagógica en la enseñanza de la música de jazz, mucha más implicación y seriedad desde ese colectivo que en las enseñanzas clásicas. Entre estas últimas, si vemos el nivel de los profesionales que han salido, no sé si ha habido muchos que realmente estén a la altura de la inversión que se ha hecho en ellos.

Usted que se mueve tanto en la música contemporánea, ¿cuál es el problema con esta música en Euskal Herria?

No hay apoyo institucional. Nuestros políticos tienen un concepto de la cultura como algo de masas: Guggenheim, Tabakalera, los festivales de jazz, de cine... Eso no es apoyar la cultura, es tan solo crear atractivos turísticos. Se busca un rendimiento comercial y rápido de la cultura. Es un contrasentido, porque así no se puede tener un público educado. No vale para nada traer a la gran figura mundial al festival de jazz y el resto del año negar la ayuda a los pequeños clubs. Eso es aplicable también a otros tipos de músicas, incluída la contemporánea.


EN FAMILIA

«La formación de ensemble de saxofones la estableció Jean-Marie Londeix en 1978. Recopila a toda la familia de saxofones desde el instrumento más agudo, el saxo sopranino, al más grave, el saxo bajo»

EL GRUPO

«Lo formamos cuatro saxofonistas que seguimos trabajando como solistas, aunque no necesariamente en el mismo ámbito, porque alguno se ha dedicado más a la música de cámara, a la electrónica o a la improvisación»

INSTRUMENTO

«Aquí hay una gran demanda de saxofón y mucho alumnado, pero no veo yo que, salvo en centros muy contados, haya un planteamiento coherente»

La sierra de Aitzgorri estuvo presente en el museo Reina Sofía
 
En el programa que el SIGMA Project llevó al Reina Sofía el lunes destacaba una obra de Félix Ibarrondo (1943), compositor de Oñati afincado en París desde 1970, tras trasladarse allí para estudiar composición con figuras tan influyentes como Deutsch, Dutilleux u Ohana. De esta manera, aunque su obra es conocida e interpretada a menudo en el Estado español y en otros países de Europa, ha sido en el Hexágono donde su música ha encontrado una difusión de primer orden. Pero su exilio voluntario en París -ciudad en la que residen también otros compositores vascos como Ramón Lazkano- no le ha hecho perder el compromiso con su origen, porque, según Ibarrondo, «es importante que el artista sea consciente de sus raíces, que tome conciencia de dónde viene, de ahí la importancia del contexto familiar, cultural, sociológico y hasta político». Así, casi todas sus obras, que se han tocado a lo largo y ancho de Europa, llevan títulos en euskara, y es casi un lugar común entre teóricos e intérpretes de su música el que la obra de Ibarrondo, de alguna manera inexplicable, refleja la abrupta orografía del paisaje de Euskal Herria. Precismente la obra que se tocó en Madrid, «Akaïtz», toma su nombre del de una cima rocosa de la cordillera guipuzcoana de Aitzgorri, en la que abundan grandes elevaciones calizas. Desde su cumbre de 1.324 m. puede contemplarse, por un lado, todo el valle de Oñati, y por el otro, la montaña desplomándose a un collado profundo. Además, la cresta de Akaïtz ofrece un terreno salvaje y espectacular repleto de puntiagudas formaciones kársticas, a modo de series enlazadas de esculturas naturales. Para el musicólogo Juan Carlos Torres, «se trata, sin duda, de un paraje, amén de conocido y entrañable para el autor, muy sugestivo como motivo de inspiración, y muy propicio en particular para su lenguaje característicamente impetuoso y enérgico». Y Akaïtz es muy enérgica, desde luego, pero también de una imponente dificultad. De hecho, fue compuesta por encargo de Radio France con ocasión del bicentenario del nacimiento de Adolphe Sax, el inventor del saxofón, y por esa razón la partitura hace uso de muchos recursos avanzados y complejos del instrumento. Se trata de una obra difícil, que había permanecido inédita desde que el Conjunto de Saxofones del Conservatorio Nacional Superior de Paris la estrenó en 1994. Ahora el SIGMA Project la ha rescatado, y esta iniciativa ha servido también para afianzar las relaciones entre el grupo e Ibarrondo, que ya ha prometido un nuevo cuarteto de saxofones dedicado al grupo. M. CHAMIZO
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