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Hablan de refundar, piensan en devorar

Toca apretarse el cinturón. Ésa es la conclusión que se desprende de los machacones mensajes que llegan a la sociedad desde las instancias cercanas a los gobiernos y a los centros de poder que manejan los hilos de la economía. La idea va calando con cada chaparrón en la bolsa, con cada tormenta financiera y con cada chubasco en los índices de paro. La propia patronal insiste en que hay que ajustarse a los parámetros que dibujan esta época de vacas anémicas, mientras reclama el sostén del dinero público y carta blanca para el despido regalado como únicas recetas contra el parón productivo. Cualquiera diría que hoy sólo hay telarañas donde ayer hubo fortunas, o que también para los poderosos ha llegado San Martín.

Nada más lejos de la realidad. El BBVA hizo ayer públicos sus resultados en lo que va de año. Ha ganado 4.321 millones de euros entre enero y septiembre, cifra que no alcanza los 7.000 millones que confesó anteayer el Banco de Santander, pero que supone una consolidación de beneficios en el periodo mencionado. El propio consejero delegado, José Ignacio Goirigolzarri, no tuvo empacho en asegurar que el BBVA «aprovechará las oportunidades que le brinde la crisis para seguir desarrollando su modelo de negocio». Queda claro que el dinero, como la energía según el primer principio de la Termodinámica, nunca se destruye, simplemente se transforma, o, como en este caso, cambia de manos. Se concentra.

La lectura de estas cuentas de resultados destaca en letras de neón que mientras el Estado sostiene con dinero de todos a los banqueros que coquetean con la quiebra por haber roto el saco de la avaricia, y mientras baja los impuestos a la clase empresarial y hace la vista gorda cuando se pisotean los derechos de los trabajadores, los grandes escualos siguen ganando lo mismo que siempre y hacen ya planes para engullir un trozo aún más grande del pastel, con la guinda de los fondos públicos incluida. Este panorama de profunda desigualdad invita a la reflexión. La pobreza llamando a la puerta de millones de hogares, a la rebelión.

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