Ya se van conociendo las prendas del ropaje con el que vestirá el PNV su definitivo acercamiento al PSOE. Si el prólogo del sainete se representó la semana pasada en Madrid con el apoyo a los presupuestos de Zapatero a cambio de cuarto y mitad de transferencia, ayer se conoció el cuerpo teórico de la nueva fase de la acción jeltzale: el «concierto político». Así ha bautizado Urkullu el engendro que ha gestado la dirección jeltzale de cara a las elecciones del próximo año: un nuevo pacto político que toma como ejemplo el «exitoso» concierto económico. Como ocurriera primero con el plan y después con la consulta de Ibarretxe, se trata de una propuesta subordinada a la aquiescencia del Estado, y en manos de éste queda el aceptarla o, simplemente y sin empachos, rechazarla. Cabe pensar que, tras los dos últimos batacazos, los jeltzales habrán cocinado un poquito más esta propuesta en Madrid antes de ponerla en el plato y pretender que la sociedad vasca se la trague. El ya comentado capítulo de los presupuestos así lo hace sospechar.

En todo caso, la cosa suena mucho a encaje amable y muy poco a capacidad de decisión y soluciones definitivas al conflicto. Porque el concierto económico, se mire por donde se mire, no es más que el desarrollo económico de un Estatuto que nació, murió y ahora resucita por obra y arte de los intereses de Sabin Etxea.