Festividad de Todos los Santos
La visita a los cementerios merma por la cremación
Las visitas a los cementerios se disparan en la festividad de Todos los Santos, cuando miles de vascos recuerdan a sus difuntos, pero en los últimos tiempos han disminuido por efecto de la incineración.
Agustín GOIKOETXEA
Fue el Papa Bonifacio IV (608-615) quien instauró la festividad de Todos los Santos en el santoral de la Iglesia católica para «consagrar el Panteón de Agripa al culto de la Virgen y los mártires». Un siglo después, Gregorio III (731-741) trasladó la fecha del 13 de mayo al 1 de noviembre para conmemorar a «los santos anónimos y desconocidos por la mayoría de la cristiandad» y para avanzar en la conversión al Cristianismo de los pueblos de tradición pagana europea que se negaban a abandonar sus raíces y fiestas.
Catorce siglos después, con las consiguientes adaptaciones a los tiempos, el recuerdo a los difuntos y el amplio ritual que lo acomaña se mantienen en la sociedad vasca, a pesar de que generación tras generación pierda peso específico, al igual que toda la influencia de la Iglesia católica. Esta tendencia a la baja, acentuada por el incremento de las incineraciones, no es óbice para que en las semanas previas y posteriores al 1 de noviembre miles de personas visiten los camposantos donde están sepultados los restos de sus seres queridos.
El cementerio de Bilbo, emplazado en los términos municipales de Derio y Zamudio desde hace 106 años, constituye la mayor infraestructura funeraria de Euskal Herria. En sus algo más de 200 hectáreas han sido enterrados a lo largo de la historia algo más de 400.000 difuntos, aunque es una práctica en declive al implantarse socialmente la cremación. El horno derioarra, dependiente de la sociedad paramunicipal Servicios Funerarios Bilbainos, se inauguró en noviembre de 1989 y, en la actualidad, más del 60% de los cadáveres son convertidos en ceniza. Las cifras son similares en otras instalaciones dependientes de funerarias privadas.
Aunque la muerte es el único hecho irrebatible en la existencia de un ser humano, hasta en ella hay diferencias. Un paseo entre sepulturas descubre la opulencia de unos pocos frente a la humildad de la mayoría. Grandes capillas y panteones de las familias que detentaron el poder político y económico durante décadas presiden el cementerio mientras los nichos más humildes se sitúan en su periferia.
Desde julio de 1989, en el cementerio ubicado en pleno Txorierri no se efectúan inhumaciones en tierra. El levantamiento en éste y en el camposanto de Deustua de 2.631 fosas en los últimos doce meses -que ha seguido a la exhumación de otros 11.000 cuerpos en 2007- ha dado una apariencia dis- tinta al 30% de la superficie libre, ahora sembrada de césped. El Ayuntamiento de Bilbo contempla construir en parte de este terreno unos servicios comunitarios y urbanizar otra área, junto a los panteones comunitarios, para habilitar un aparcamiento.
Decenas de personas han aprovechado en las últimas semanas las jornadas de bonanza meteorológica para adecentar nichos y sepulturas provistas de escaleras, baldes, escobas, trapos y pintura. Los más pudientes, en la zona «noble» delimitada en torno a la plaza de Nuestra Señora de Begoña, encargan este trabajo a alguna de las nueve mujeres, en su mayoría de edad avanzada, que llevan décadas realizando esta labor durante todo el año. Se trata de vecinas de Derio cuyos familiares han efectuado o efectúan tareas en el camposanto, como ser enterrador o marmolista. No son pocas las marmolerías situadas en las cercanías y pueblos próximos, que tienen trabajo a cuenta del mantenimiento de las concesiones funerarias.
Parcas en palabras y amigas de su intimidad, estas mujeres, ayudadas estos días por hijos y nietos, se esmeran en adecentar panteones como la capilla Somonte-Basabe, obra del arquitecto Manuel María Smith Ibarra, fechada en 1925. A su vera están las capillas de Ybarra, Olabarri, Martínez de las Rivas o Chávarri perfectamente cuidadas, al contrario que otra cercana que presenta un estado de deterioro notable.
En ella, al igual que en decenas de panteones, cuelga un cartel de plástico rojo en el que se invita a la familia que posee la concesión a regularizar su situación, ya sea por no pagar la cuota anual o porque ha vencido. Llama la atención que, por ejemplo, este lema cuelgue de algunas de las tumbas que se destacan en una guía histórico-artística del camposanto. Es el caso del panteón de doña Amalia Ulacia, un grupo escultórico de la Piedad realizado en mármol blanco en 1908, que refleja el conocimiento de la tradición de la imaginería castellana, o la sepultura de la familia de Indalecio Prieto en el antiguo cementerio civil. En este lugar, los servicios funerarios municipales advierten a las familias de que van a levantar las fosas en tierra a lo largo del año 2008.
Objetivo, renovar las concesiones
Pendiente de la redacción de una nueva ordenanza municipal de cementerios, el consejo de administración de Servicios Funerarios Bilbainos decidió en junio pasado corregir una decisión adoptada en 2006 para recortar la vigencia de las concesiones. La sociedad paramunicipal busca la renovación de las que han cumplido 99 años, en unos tiempos en que las inhumaciones van a menos por su coste económico y pocas son las familias que se plantean acceder a una concesión en un panteón, sepultura o nicho. Ante este dilema, optan por la incineración. La cultura relativa a los difuntos ha variado en la actual sociedad vasca.
Ahora se propone que el plazo de las concesiones aprobado en 2006 aumente, de forma que los panteones y las sepulturas (ahora a 50 años) pasen a 75 años; los nichos murales (ahora en 30 años), a 50; y los osarios y columbarios, de 20 a 25 años de concesión. En la situación actual, el número de concesiones a renovar asciende a 1.400 -de las más de 28.600 existentes-, de las cuales 1.000 son sepulturas.
El precio medio de renovación de las sepulturas es aproximadamente de 12.000 euros, una cantidad inalcanzable para muchas familias pendientes de su hipoteca.
En la actualidad, el Ayuntamiento desconoce el número de concesionarios que mantendrá su situación en los próximos años. «Las tendencias de enterramiento muestran que cada vez más, cerca del 60%, tiende a la cremación, por lo que aún es temprano para saber cuántas de las concesiones vencidas se renovarán», argumentan.
Al margen del cambio de costumbres, son razones de índole económico las que empujan a la mayoría de las familias sin concesión a optar por la incineración. En un estudio efectuado por la revista ``Consumer'' en abril se subrayaba que el coste aproximado de un sepelio medio casi se había duplicado en los últimos años, al pasar de 1040 a 1.978 euros. En el caso de Bizkaia, la tarifa media la situaban en 1.999 euros, aunque los precios oscilaban entre 1.355 y 2.173 euros.
Al igual que la publicación del Grupo Eroski, GARA ha podido comprobar el hermetismo existente en el sector de las pompas fúnebres en materia de tarifas. Francisco Luis Uribe Larrea, gerente de Funeraria Tanatorio Bizkaia, manifiesta que los precios son «muy variables, dependiendo de mil factores». El entierro más barato -que contempla la tramitación administrativa, un féretro barato y la cremación- rondaría los 600 euros, y lógicamente se encarece si añadimos esquelas en los periódicos, funeral de cuerpo presente en una iglesia, flores e inhumación del cadáver.
Uribe Larrea ratifica la tendencia a la incineración, tal y como constatan sus datos. «Más de la mitad son cremaciones. Pero no me gusta hablar de porcentajes», confiesa.
La proximidad de la festividad de Todos los Santos decora panteones y sepulturas de flores, que durante el resto del año permanecen huérfanos o con humildes flores y centros de plástico. La tónica la rompen las tumbas donde hay personas de etnia gitana; aquí, la decoración con claveles, crisantemos, gladiolos y rosas es exhuberante, y tampoco falta algún dibujo de autor infantil. Esas mismas sepulturas son el 1 de noviembre lugar de cita ineludible para clanes familiares que brindan con respeto su recuerdo al difunto a pesar del paso de estruendosos aviones que se aproximan a la cercana pista del aeropuerto de Loiu.
Frente al cementerio, un puesto de flores permanece abierto todo el año, aunque en las semanas previas y posteriores a la festividad que honra a los difuntos incrementa las ventas. Su actividad, aclara la vendedora de Flores Beceras, no se circunscribe a la actividad que genera el camposanto. Gladiolos y claveles son el producto estrella que buscan los clientes, cuyo número se ha visto mermado a raíz de las miles de fosas de tierra que se han levantado en Derio y el incremento de las incineraciones, que acaban con las visitas anuales al cementerio. Además, apostilla que los nuevos nichos murales tienen una lápida más pequeña, que impide la colocación de grandes ramos y coronas.
«La mayor parte de los clientes son personas mayores o de mediana edad. La juventud pasa olímpicamente de esto aunque no es la inmensa mayoría», explica la trabajadora de este negocio que lleva tres décadas en marcha.
Recuerda los tiempos en que, al llegar estas fechas y sin un techo donde cobijarse -de ello hace dieciocho años-, capeaban el temporal como podían. «Lo hemos pasado muy mal» , rememora.