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Maite Ubiria Periodista

Un informe que sólo puede causar repugnancia

La náusea, el hartazgo, el asco, la repulsa más absoluta, el rechazo y la condena sin paliativos. La falta de respuesta a las causas reales del conflicto que soporta Euskal Herria provoca, cíclicamente, una necesidad de subir un escalón más, de sacudir el diccionario, de competir por la expresión que pueda resultar más gráfica.

Gentuza, alimañas, gente despreciable, cuadrilla de desalmados... Es preciso incorporar más y más epítetos, en un intento de no dejar lugar a dudas sobre el sentimiento oficial de un gobernante o de la institución de la que se ejerce de portavoz.

La escalada dialéctica es unidireccional, se refiere sólo a los graves ataques que comete ETA y que como el sufrido por la Universidad del Opus nos colocan ante una tozuda realidad, ante una atmósfera ciertamen- te insoportable, porque nadie puede respirar mucho tiempo, sin que se le resienta la salud, este aire viciado que envuelve el escenario político vasco.

Sin embargo, no está demostrado que el recurso a la hipérbole, la exacerbación verbal, la gestualidad desbordante sean el mejor modo de contribuir al debate sereno, a la reflexión, al intercambio de ideas que permita superar la discrepancia política.

Disculpe el lector este tono con sabor a púlpito, pero cuando hablamos de sectas, de celdillas angostas, de estrechos pareceres... es difícil evitar que el verbo se torne de color púrpura.

La andanada semántica es del todo comprensible entre quienes no dudarían en rellenar cunetas. Hablo, por supuesto, en lenguaje figurado. Sin embargo, resulta más revelador que se consagren a esta repetida ceremonia quienes, como es sabido, defienden todos los derechos humanos sin excepción.

Insisto en que la sobrecarga verbal de unos y otros, de todos, no nos ha acercado hasta el día de hoy a la solución -háganse un favor a ustedes mismos y también a nosotros... y trabajen en silencio-, pero sí puede dejarle a un político desnudo ante el espejo a la primera de cambio.

Escribo sin conocer el último relato de las mazmorras, pero por adelantado les confieso que me produce absoluta repugnancia la realidad que refleja el informe del Comité de DDHH de la ONU sobre el Estado español. Y también el estómago a prueba de bombas de unos cuantos.

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