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Iñaki Egaña Historiador

Botellón en Gernika

Bourbon es una bebida destilada de Kentucky, ligeramente acaramelada. Y también una saga que celebró el día de su raza en Gernika de manera altamente vejatoria

Al sur de los Pirine- os hablar de la monarquía se ha asociado durante mucho tiempo con los Reyes Magos. La costumbre siempre me ha parecido un tanto ñoña, pero ya se sabe que cuando se topa con la Iglesia y la tradición es mejor no menear mucho la pluma si uno quiere salvar su yugular. Aún así, hubo reyes magos con txapela, interpretación de un gobernador civil que en 1962 prohibió a la Sociedad Iradier de Gasteiz la organización de una cabalgata con los Reyes Magos de protagonistas. Según su delirio, los magos eran separatistas. Murió Franco, decayeron los Magos y resucitó una nueva marca: Bourbon.

Semejante nombre, como ya sabrán, es un cuño de güisqui y también la marca de una casa real, originaria de Francia, donde, por cierto, sus antepasados fueron guillotinados por una revolución burguesa. Hace unos días asistí en un museo de Londres a una reproducción exacta y efectista de la guillotina y, de verdad, la caída de la hoja metálica atemoriza a pesar de su virtualidad. Fue privilegio de reyes, dicen. Los Bourbon, Capetos en su origen (no confundir la consonante oclusiva bilabial con la oclusiva alveolar), fueron destronados en Nafarroa, Francia y varios reinos de la actual Italia. Por el contrario, siguen en sus reales en España y Luxemburgo, donde a sus monarcas les va lo exótico, ya que tomaron por esposas a una griega y a otra cubana, respectivamente, para que no haya dudas de mi frase.

En Donostia hace mucho que señalamos que su Semana Grande veraniega había sido creada para satisfacer a reyes, reinas y príncipes que se establecieron en el palacio de Miramar, donado alegremente a los monarcas por los duques de Bailén. El palacio fue incautado por la Segunda República y devuelto a los reyes por el primer Ayuntamiento franquista. En 1968 la familia real se apresuró a vender a una inmobiliaria parte de sus terrenos (quería venderlos todos) y sacó una buena tajada. Unos meses después el Ayuntamiento franquista recuperaba el paraje actual, que había tenido que declarar monumento artístico para evitar su expolio real. El resto, ladrillo.

Pues bien, cuando en 1931 se declaró la Segunda República, el periódico «La Voz de Guipúzcoa» saludó más tarde el inicio de la Semana Grande con un editorial antológico, firmado por Fernando Varela, que iniciaba de esta manera: «Por lo mismo que la monarquía pasó a ser, en España, un recuerdo, quiero entonar hoy a sus cenizas un responso más bien que una elegía. Ni por sus principios ni por su fin es la monarquía régimen que convenga a ningún pueblo digno y libre. El nacimiento de la realeza es siempre teratológico; su muerte podredumbre. Las monarquías nacen monstruosas y mueren corrompidas».

Pongo esta reflexión en boca de Varela y no en la mía, para evitar revanchas, que las hay, por desconfiar y negar la monarquía (española). Soy un viejo amedrentado por la ley y la Constitución, que más que un texto para la convivencia parece un manual bélico. No tengo convicción monárquica, ni creo en el determinismo, y menos aún en el color de la sangre. Monarquía, alarde testicular, ejercicios espirituales y procesiones marianas me parecen escenas impropias del progreso, o de lo que debería serlo. Quizá aquella rama que fracasó, la del Neandertal, hubiera sido más interesante que la superviviente, la Cromagnon. Y como tengo dudas, las expongo.

Lo siento, he perdido el hilo. Volvamos al tema que nos ocupa. El primer Bourbon de la última restauración, educado durante cuatro años en Donostia por una cuadrilla de monárquicos entre los que destacaban los jesuitas y un profesor que luego se declaró abiertamente del PSOE, tuvo su bautismo de fuego en Gernika, episodio que sorprendentemente ha desaparecido de todas las biografías (quizás habría que decir hagiografías, con evidente sorna).

El 23 de marzo de 1966, Augusto Unceta («víctima del terrorismo» en 1977), en compañía del gobernador civil de Bizkaia, Guillermo Candón, hizo entrega en el palacio de El Pardo de Madrid, a Francisco Franco, de la medalla de brillantes de la Villa de Gernika, esa misma cuya destrucción había sido «obra de las hordas rojo-separatistas en su huida». En este suceso estaría por añadir que el todavía aspirante Juan Carlos de Borbón devolvió la visita a la villa vizcaína en calidad de representante del Gobierno para tomar parte en el evento, siendo recibido con una acción de «ventanas cerradas» secundada mayoritariamente por los vecinos. Fue un referéndum que jamás existió. O quizá sí. Miren la prensa de entonces y lo encontrarán.

Ya sé que este episodio fue hace mucho tiempo y que la gente evoluciona. Es cierto. Sin embargo, entre las excepciones está la de la monarquía. Su pasado es su esencia. Un rey lo es por la gracia de su padre, abuelo y así sucesivamente. El resto jamás lo seremos, ni nuestros descendientes. Bourbon es una bebida destilada de Kentucky, ligeramente acaramelada. Y también una saga que celebró el día de su raza en Gernika de manera altamente vejatoria. No soy amigo del botellón. En casa o en la sociedad, con los míos, disfruto de otro tipo de licores. Hasta que el cuerpo aguante.

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