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El Estado de buena esperanza

Gorka ANDRAKA

Periodista

A 28 mil kilómetros por hora y a 354 kilómetros de altura. Y aun así no tuvieron que guardar cola. Los dos astronautas estadounidenses de la actual tripulación de la Estación Espacial Internacional, Michael Fincke y Gregory E. Chamitoff, cumplieron con sus derecho a votar en las recientes elecciones de EEUU. La tecnología para hacerlo no es hoy día ningún impedimento y ambos pudieron enviar sus papeletas digitales y encriptadas sin ningún problema, tal y como lo habían hecho con anterioridad tres compatriotas suyos a los que, también los comicios de su país les pilló de viaje espacial. Sin embargo, a uno le surge una duda: ¿Recuerdan lo ocurrido hace cuatro años con las papeletas de Florida, cuyo recuento final se hizo una a una, sacando las vergüenzas del sistema político más `democrático' del mundo? Pues bien, ¿se imaginan que la elección de Obama o McCain dependiera de sólo dos votos, y en concreto de los emitidos por los patrióticos Fincke y Chamitoff?

El voto desde el espacio es legal desde 1997, pero sólo en el estado de Texas. ¿Por qué allí? Porque es en Houston donde fija su residencia la mayoría de astronautas de la NASA. Pero legal o no, a uno no le cabe ninguna duda de que el perdedor de las elecciones por alguno de esos dos votos, no tardaría en armarse de un ejército de insaciables y despiadados abogados que recurrirían dichas papeletas.

Porque, a fin de cuentas, ¿qué régimen jurídico impera en unos cuantos metros cuadadrados a más de 300 kilómetros sobre nuestras cabezas, cuando ni siquiera existe una legislación internacional que regule el espacio existente sobre cada país más allá de la altura a la que llega la atmósfera terrestre? Lo que me da pie a otra pregunta que me intriga: ¿Qué sucedería si al bueno de Fincke le diera por estrangular a Chamitoff por discrepancias con el voto?

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