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¡Haz algo!

Condoleezza Rice, todavía secretaria de Estado de EE.UU., ha estado de gira por Oriente Medio la semana pasada, pero seguro que no ha ido a Gaza. Quienes sí han estado allí, desafiando por mar el sitio a que tiene sometido Israel a la Franja, han sido 27 activistas de derechos humanos que han arribado a su puerto con una tonelada de medicamentos totalmente necesarios.

El bloqueo impuesto por Israel a la Franja de Gaza ha dejado a la totalidad del millón y medio de palestinos y palestinas que componen su población atrapados en una especie de Guantánamo, con recursos cada vez más limitados y una economía en ruinas. Alrededor del 80% dependen de la ayuda internacional que el Ejército israelí permite pasar en cantidades mínimas. Las entradas y salidas están totalmente restringidas. A menudo se impide salir incluso a personas enfermas que necesitan desesperadamente recibir el tratamiento médico que allí no se les puede dispensar, por lo que muchas han muerto. Las autoridades israelíes sostienen que el bloqueo de Gaza es una respuesta a los ataques palestinos. Sin embargo, el bloqueo israelí no va dirigido específicamente contra los grupos armados palestinos, sino que castiga colectivamente a la población entera de Gaza y su intensidad casi no ha disminuido a pesar de la tregua que ha habido en la zona desde el 19 de junio, tregua que, por cierto, peligra en este momento.

El objetivo de las y los activistas que han desafiado el bloqueo israelí, además de hacer entrega de la tonelada de medicamentos, ha sido que la terrible situación económica de la franja no caiga en el olvido. Cometido harto difícil, dada la actitud de los países occidentales que se dedican a mirar para otro lado. Entre estas 27 personas, se encontraba la irlandesa Mairead Corrigan McGuire, premio Nobel de la Paz en 1976, una de las personas que hacen honor a ese premio tan devaluado. En abril de 2007, mientras participaba en una protesta contra la construcción del muro de Cisjordania, fue alcanzada por una bala del ejercito israelí, pero eso no le ha impedido volver. Emociona el coraje y el compromiso de esta mujer que, antes y después de recibir el Nobel, no ceja en su empeño por conseguir que la paz se extienda a otras zonas del mundo.

Como me emociona Amira Hass, periodista judía que se fue a vivir a Gaza para conocer el día a día de las y los palestinos bajo la ocupación. En su libro, «Drinking the Sea at Gaza», afirma que lo hizo porque eso es lo que le enseñaron sus padres, dos supervivientes del Holocausto: «Cuando veas a alguien padecer una injusticia, no lo mires con indiferencia, haz algo». Y lo hizo, dejó su acomodada vida en Tel Aviv y se fue a vivir con las y los palestinos, para dar testimonio al mundo de su sufrimiento, para no permanecer indiferente ante las injusticias que padecen.

A Obama hay dos bloqueos que deben preocuparle, porque EE.UU. puede solucionarlos. Uno, directamente, el de Cuba. El otro, presionando al Gobierno israelí, el de Gaza.

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