Raimundo Fitero
Desmemoriados
La memoria es de quita y pon. Como la del lápiz electrónico. Me produce una cierta desazón ver a Santiago Carrillo en ese programa tan desastrosamente ambiguo que es «La Noria». La ambigüedad es, en según qué tramos de la creación artística, un valor añadido. En tiempos del posmodernismo desmovilizador ha sido una enseña, pero en estos momentos que se reinventan el capitalismo, o sea, que lo canonizan; cuando dicen que se está vendiendo muy bien «El Capital» de Karl Marx, y probablemente mañana veremos en alguna cadena de hamburguesas una oferta de un plato completo llamado súper plusvalías, ahora, precisamente es cuando debemos recuperar el lenguaje que nos están robando.
Al Ilustrísimo señor don Baltasar Garzón le han chafado desde la AN su nuevo número circense de las exhumaciones de los cadáveres. O sea, la mejor manera de acabar con la memoria histórica es judicializarla, y mientras unos autorizan y otros lo paran, pasa el tiempo, que siempre va a favor de la desmemoria. Lo del juez es una clara huida hacia adelante, porque en otro juzgado de muy altas instancias, le están estudiando sus ingresos multimillonarios en las universidades americanas, y probablemente le veremos encausado, y parece que con indicios suficientes como para que no se compare su choque con la justicia con sus arbitrariedades manifiestas y constantes que realiza con el fin de aparecer en los medios de comunicación.
Por lo tanto entre unos, los herederos del franquismo, que no quieren que se muevan ni las fosas comunes, ni los cementerios, y mucho menos los registros de la propiedad donde después de darle el paseillo a alguien se ponían sus bienes a nombre del ganador. La memoria histórica va a acabar siendo un cachondeo mayúsculo. Y Santiago Carrillo no ha hecho otra cosa que contribuir a la confusión apareciendo en ese infecto programa nocturno donde cualquier asunto de contenido político se convierte en una papilla de enconos y despropósitos que cortocircuitan cualquier posibilidad de luz y reflexión sobre lo tratado. Es una suerte de repelente anti razón, todo se envicia, y si se trata de la memoria, la anula o la disfraza.