Osasuna mejoró la pobre imagen ofrecida en sus dos últimos envites ante Betis y Espanyol, pero ello no fue suficiente para volver a reencontrarse con el gol -sigue con su raquítica cifra de tres dianas en diez encuentros-, lo que le obliga a continuar una semana más en los infiernos.

Al menos, el conjunto navarro sumó su primer punto de la era Camacho en un encuentro que tuvo dos partes bien diferenciadas, en las que tanto los rojillos como el Atlético de Madrid dispusieron de ocasiones para perforar la portería contraria, pero acabaron firmando un 0-0 que no satisfizo ni a unos ni a otros.

Quienes más cerca estuvieron de materializar el ansiado tanto fueron los anfitriones, pero ya ni desde los once metros son capaces de ponerse por delante en el marcador, algo que no ocurre desde hace más de una quincena de partidos consecutivos. No es de recibo que un equipo con tanta necesidad de gol no tenga previsto un plan -o si lo hay, no lo ponga en práctica- a la hora de lanzar una pena máxima.

Entre la falta de confianza de Nekounam -ante la ausencia de Puñal, el iraní era en teoría el encargado, según confirmó Camacho en sala de prensa- y la excesiva ansiedad de Portillo por reconciliarse con la grada mandaron al traste el lance que pudo cambiar de plano el rumbo del partido.

Para empezar, el centrocampista persa ya demostró ante el Villarreal que es eficaz transformando penaltis, amén de que una jugada tan trascendental para una escuadra en una posición delicada no puede estar al albedrío del capricho de un jugador que busca enderezar su errante trayectoria desde que recaló en Osasuna. El banquillo no hizo valer sus galones y así nos luce el pelo.

Al menos, el once que ayer alineó el técnico murciano estuvo más entonado, tampoco sin demasiados alardes, pues le siguen temblando las canillas en cuanto ve la línea de cal del área contraria. Como si al llegar a esa zona sufrieran una descarga eléctrica que les deja sin fuerzas, una y otra vez los rojillos encararon la meta de Coupet -Leo Franco se marchó de la convocatoria a la espera de ser padre- con la frágil inseguridad de quien se ve incapaz de introducir la pelota.

Raquíticas llegadas

Las llegadas de Nekounam y los empalmes mal empalados de Santi Ezquerro fueron las raquíticas tarjetas de visita que dejaron los locales en la portería del internacional francés, que sólo tuvo que estirarse a un tiro envenenado de Portillo -lo mejor que hizo-, diez minutos después de que fallara desde el punto fatídico.

Claro que el Atlético de Madrid, más preocupado por acumular hombres en la medular, tampoco se mostró especialmente prolijo a la hora de inquietar a Roberto. Una peinada de Raúl García -se estrenaba como colchonero en El Sadar- y sendos lanzamientos de Maxi y Maniche fueron su bagaje del primer tiempo.

Tras el paso por vestuarios, la dinámica se volvió vertiginosa, atractiva para el espectador, pero arriesgada para la integridad de ambas escuadras. La entrada de Forlán en el campo y el cambio de sistema colchonero generó mucho más peligro visitante, con angustioso final incluido en una falta botada por Simao.