Anjel Ordóñez Periodista
De aquel socialismo de la micología
No hay estupidez más atrevida que preguntarle a un setero por sus setales. Ante la impertinente pregunta de «¿dónde?», la sabia respuesta de «en el monte», fórmula mágica para espantar a lobos feroces disfrazados de caperucitas, pero también a cándidos jubilados y cocinillas indiscretos, todos ellos potenciales depreda- dores en el cada vez más escaso margen que el GPS está dejando en los bosques vascos. Y aunque la tensa dialéctica entre experto y novato se pierde en la noche de los tiempos, ésta siempre se ha resuelto finalmente de una manera civilizada, por el bien del rico acervo micológico popular, eso sí, ordenado y adaptado a una práctica que entraña, no lo olvidemos nunca, serios riesgos para la salud.
Los que no peinamos canas pero conocemos el otoño capilar todavía guardamos como oro en paño en los recuerdos de infancia aquellas frescas nieblas de noviembre entre hayas o pinos, con los ojos arrastrándose por el suelo en busca de hongos, galampernas o níscalos; mañanas de bocadillo de chorizo y cantimplora (luego bota), y de cestas llenas de satisfacción. Algo así como el socialismo de la micología, me atrevería a decir.
Pero la poesía se acabó. El monte ya no es el que era, y las setas ni siquiera se atreven a asomar entre las hojas caídas porque a la que ven la luz hay una navaja esperando para segar su ya de por sí corta vida. Que nadie se llame a engaño. La culpa no la tienen los jubilados, ni mucho menos el impresionante auge de la afición por la micología (bienvenida sea si llega con respeto y ánimo de conocer). El problema radica en el neoliberalismo depredador, el de las cajas de fruta y los todoterrenos, el de los recolectores sin alma ni respeto, el de los mercaderes al por mayor y los intermediarios insaciables. Y, ahora, a toda esa fauna sumemos a los responsables políticos de brocha gorda, los que cogen el rábano por las hojas y nos ponen una báscula en la cesta en vez de controlar la venta fraudulenta y sin controles, en vez de perseguir a los que se lucran mientras ponen en riesgo el futuro del monte y, de paso, nuestra salud. ¿Compras setas? ¿Comes setas? ¿Dónde? Mucho cuidado.