La pasada semana se publicaron las cifras de incorporaciones de voluntarios al Ejército español en el año 2007. Y Nafarroa confirma en ellas su histórica actitud insumisa ante las armas españolas, la que le hizo dar la espalda a las «quintas» en el siglo XIX o la colocó en cabeza del ranking de insumisos a finales de los años 80. Únicamente diecinueve navarros -dieciséis hombres y tres mujeres- se han alistado, muchos menos que en cualquier otra comunidad autonómica o provincia del Estado español.

Si la institución tuviera un mínimo de dignidad, este motivo sería suficiente para que el Ministerio de Defensa renunciara a seguir utilizando territorio navarro y a perpetuar en él su único polígono de tiro aéreo. Una situación que, vistos los datos de adhesión al Ejército español, puede calificarse como ocupación en toda regla, aunque haya gobernantes locales que la justifiquen y faciliten, como ocurre en todos los lugares ocupados del mundo.

A falta de cariño, la ministra Carme Chacón ha hecho exactamente lo mismo que todos sus predecesores: comprar un trozo de la Nafarroa hostil. No cabe imaginar mayor despilfarro que esos ocho millones de euros por diecinueve alistados anuales. Tampoco mayor deshonor para un Ejército. Mejor dicho, sí: el de quien no compra, sino que es comprado.