Ya sabía yo que el plante de las primeras espadas del fútbol vasco les iba a poner de los nervios. Y no sólo a los de fuera, también a algunos de por aquí. Se escribió mucho ayer al respecto y se escribirá más en los días que quedan hasta la fecha del partido anunciado contra Irán, pero para muestra, me quedo con el botón de «El Mundo» que ayer se hacía cruces.

El editorialista advertía que el término «Euskal Herria» para referirse a Euskal Herria es la «designación bajo la que pretenden asumir la representación de territorios que no pertenecen al País Vasco, como Navarra o el sur de Francia». O sea, que Nafarroa, Lapurdi, Zuberoa o Nafarroa Beherea forman parte del Imperio AuStro-Húngaro, pero no de Euskal Herria. Están convencidos de que nos chupamos el dedo. Insiste el amanuense de Pedro J. en desenmascarar a la mano peluda que mueve el cotarro: «La presión de una plataforma pro selecciones vascas hizo que en 2007 la Federación Vasca admitiese el término Euskal Herria, pero ha recapacitado y ha retomado el tradicional de Euskadi. El modo irresponsable con que el PNV ha asumido y promocionado la denominación Euskal Herria ha contribuido a alimentar el fuego abertzale que ahora intenta apagar». El «fuego abertzale» debe ser la voluntad popular.

Pero el tipo debe estar noqueado con lo sucedido porque se frota una y otra vez los ojos y no se quiere creer lo que ve: «Sorprende comprobar cómo los deportistas han asumido las consignas radicales, lo que refleja hasta qué punto la mitología nacionalista contamina todos los ámbitos de la sociedad vasca. Nos encontramos ante una polémica política, no deportiva, que recuerda la utilización espuria que los regímenes totalitarios han hecho tradicionalmente de un fenómeno de masas como el fútbol». Euskal Herria es, para los de «El Mundo», un mito. Y la santidad de Isabel la Católica, un hecho demostrable científicamente. ¡Hala por ahí! Y para coronar el pastel, la guinda: «Bajo la deno- minación Euskal Herria subyace la pulsión expansionista del nacionalismo, que busca ampliar sus dominios fuera de sus fronteras para configurar una realidad fundada pretendidamente en la Historia, y que paradójicamente nunca existió». Pues yo, ya de niña, cantaba aquello de «Gu, euskaldunak gara, Euskal Herrikoak». ¿Seré también yo un ser mitológico?