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ANÁLISIS de los movimientos en el escenario político vasco

La posibilidad de un polo soberanista agita el mapa En 2003 ya se produjo un precipitado escarceo

El lunes EA anunció que no repetiría la coalición con el PNV y dos días más tarde la izquierda abertzale valoró positivamente el paso, mostrando su disposición para trabajar conjuntamente en la construcción de un bloque soberanista. La coincidencia de mensajes ha agitado el escenario político y permite atisbar cambios en el futuro.

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Iñaki IRIONDO

La decisión de Eusko Alkartasuna de no volver a presentarse en coalición con el PNV ha sido cualquier cosa menos precipitada. No es una decisión táctica, sino estratégica. Un movimiento político de hondo calado, tras el que hay un largo periodo de reflexión dentro del partido (al menos en determinadas estructuras) y también muchas conversaciones con otros agentes políticos y sociales del país.

La valoración que el movimiento de EA obtuvo de la izquierda abertzale también parece coincidir con la impresión de que el paso dado por la formación de Unai Ziarreta no es uno más en vísperas de unas elecciones. La invitación a trabajar conjuntamente para la formación de un bloque soberanista independentista no era tampoco una respuesta coyuntural meramente propagandística.

Atención. Que nadie se confunda. Esto no quiere decir que haya ningún tipo de acuerdo o maniobra conjunta entre EA y la izquierda abertzale a corto plazo. Quizá no pueda haberlo ni siquiera a largo. Pero al menos parece haber una disposición común a explorar un camino y luego se verá qué frutos puede ofrecer.

Unai Ziarreta, en declaraciones a GARA, valoraba muy positivamente la reacción de la izquierda abertzale al paso dado por EA. «Desde hace tiempo -afirma- hemos planteado que es necesaria la articulación de un polo soberanista que debe partir de una premisa clara, que es la defensa radical de todos los derechos, también los humanos. Es una reflexión que también creo que se está haciendo en la izquierda abertzale. Dicho esto, estamos dispuestos a colaborar con la izquierda abertzale. Lo hemos hecho en el pasado y lo haremos en el futuro». Ziarreta sabe que su propuesta requiere decisiones muy importantes de la izquierda abertzale y que también exigirán apuestas por parte de EA. Una de ellas ha sido romper con el PNV y el colchón de seguridad que ello le proporcionaba.

Habrá que ver cómo evolucionan los acontecimientos en el futuro y una de las variables importantes será observar qué resultados obtiene EA presentándose en solitario, porque ello -quieran o no- determinará también su estrategia de futuro.

Las últimas decisiones de EA no son la causa, sino el fruto de los movimientos habidos ya en el escenario político vasco. En los primeros años Ochenta el eje estratégico de fondo fue la división entre ruptura y reforma. Tras la firma del Pacto de Ajuria Enea, los Noventa estuvieron marcados por la división entre «demócratas» y «violentos». El Acuerdo de Lizarra-Garazi marcó la raya entre quienes creían que Euskal Herria tenía la palabra y la decisión y quienes defendían que no hay más soberanía que la del pueblo español.

Ahora parece empezar a dibujarse un nuevo eje estratégico en el escenario político vasco. En un lado acabarían situándose quienes están dispuestos a intentar llevar a la práctica los principios del Acuerdo de Lizarra-Garazi y, en el otro, aquellos que se conforman con gestionar el marco actual y, a lo sumo, reformarle un poco la fachada. El PNV, tras haber estado un tiempo manteniendo el discurso de la defensa del derecho a decidir, da muestras con sus hechos desde hace ya algún tiempo de querer quedarse en la parcela de los gestores del marco actual.

Sería una auténtica osadía hablar ahora de la pérdida de hegemonía del PNV en el ámbito abertzale, más aún cuando es probable que vuelva a ser la fuerza más votada en las próximas elecciones autonómicas, por mucho que ello le pese a Patxi López. Pero empiezan a aflorar síntomas de que el poder jeltzale ya no es lo que fue. Aunque en el terreno político y económico todavía siga siendo un poder inmenso, en el terreno simbólico empiezan a aparecer grietas en su estructura.

Tras verse superado por el PSE en las elecciones a Cortes españolas en Araba, Gipuzkoa y hasta en Bizkaia, el PNV dejó traslucir síntomas de miedo -e incluso pánico en algunos casos- por primera vez en mucho tiempo. La ruptura de EA puede permitirle aparecer ante el electorado como una opción más centrada, como desea el EBB, pero la denuncia de su tibieza a la hora de defender la consulta hecha por sus propios socios de coalición le desengancha de determinados sectores a los que Ibarretxe pudo ilusionar. Y, aunque sea anecdótico, ver a todos los jugadores vascos de fútbol plantado cara a una decisión de Sabin Etxea -en una apuesta no sólo por el nombre, sino también por dejar el folclore e intentar dar pasos de verdad hacia la oficialidad de la selección de Euskal Herria- habría sido inconcebible hace unos años.

Euskal Herria está cambiando. y también los movimientos políticos habrán de evolucionar y adaptarse. Eso no exige a nadie renunciar o abdicar de su historia, pero tampoco deberían encadenarse a ella.

En 2003 ya se produjo un precipitado escarceo

I. IRIONDO | GASTEIZ

Algo se mueve en los últimos días en las relaciones entre EA y la izquierda abertzale. Aunque ambas partes consideran improbable que haya frutos antes de las elecciones autonómicas, se habla de futuras colaboraciones. Hace cinco años ya se produjo un escarceo que sólo quedó en anécdota, pero que meneó el escenario político vasco durante una semana.

A veces en medio del páramo de un debate parlamentario con discursos sobradamente conocidos salta la liebre de la sorpresa. Así ocurrió el 2 de abril de 2003, en vísperas de las primeras elecciones forales y municipales con la izquierda abertzale ilegalizada. El punto estaba próximo a finalizar cuando Rafael Larreina se dirigió a Arnaldo Otegi, que había preguntado al tripartito qué estaban dispuestos a hacer ante la ilegalización, y le respondió: «Yo se lo digo con total claridad. Rafael Larreina, portavoz de EA en el Parlamento Vasco, está dispuesto a compartir lista electoral con usted, con el señor Arnaldo Otegi, en las próximas elecciones municipales, simplemente si estamos dispuestos a firmar los dos conjuntamente que es inadmisible cualquier violación de derechos humanos, en general y en concreto, y que no admitimos la interferencia en la voluntad de la sociedad vasca ni de ETA ni de Aznar».

Parecía que aquello iba a quedar allí pero Otegi y sus compañeros de escaños Antton Morcillo y Jon Salaberria comenzaron a hacer gestos afirmativos con la cabeza. El portavoz de Sozialista Abertzaleak pidió la palabra por alusiones, pero no se la concedieron. Así que, en cuanto acabó el debate, convocó a los medios para aceptar oficialmente la oferta de Larreina.

Pronto se vio que la oferta de Rafael Larreina se había hecho más a efectos dialécticos que formales, que era un planteamiento personal y que no había posibilidad de ningún acuerdo. Pero sobre la mesa quedó que la izquierda abertzale estaba dispuesta a asumir ese reto y no tardaron tampoco en aparecer los primeros síntomas de nerviosismo entre las filas del PNV.

Batasuna llegó a redactar un documento con las bases del acuerdo, recogiendo los términos fundamentales que había expresado el portavoz parlamentario de EA. Pero Otegi se quedó con el folio en la mano, sin la firma de Larreina. El obstáculo aducido finalmente por EA fue que ya había formado coalición electoral con el PNV.

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