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Investigación judicial por la desaparición de Moreno Bergaretxe

Los datos objetivos siguen apuntando hacia Madrid en el caso de «Pertur»

Después de que hayan transcurrido más de 32 años desde que se viera por última vez con vida al dirigente de ETA Eduardo Moreno Bergaretxe, «Pertur», el juez de la Audiencia Nacional española Fernando Andreu ha abierto una investigación para intentar esclarecer la desaparición del militante donostiarra, barajando hipótesis muy dispares.

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Gari MUJIKA | DONOSTIA

Una vez que la Audiencia Nacional española aceptase en junio la denuncia interpuesta por los familiares del militante de ETA Eduardo Moreno Bergaretxe, Pertur, sobre su desaparición en Behobia el 23 de julio de 1976, el juez Fernando Andreu acaba de tomar testimonio a distintas personas que en aquellas fechas militaban en la organización armada ETA; en la rama militar, en la político-militar o en los comandos bereziak.

Más de tres décadas después de la desaparición de Pertur, Andreu trabaja sobre las tres hipótesis que planteó en su querella la familia de Moreno Bergaretxe. La primera, sobre la posible autoría de algún sector de la propia organización armada; la segunda, sobre la responsabilidad de la extrema derecha y los servicios de inteligencia y policiales españoles; y la tercera y más reciente, sobre la posible vinculación de neofascistas italianos, con ayuda de los servicios secretos españoles, en la desaparición del donostiarra.

«El año de todos los demonios»

Pronto le llegará el turno al propio el magistrado español para trasladarse a Italia con objeto de investigar la tercera hipótesis, que saltó a la palestra de la mano del que fuera compañero de filas de Pertur, Ángel Amigo. Fue a través de su documental «El año de todos los demonios», estrenado en 2007 en el Zinemaldia donostiarra. Acto seguido, el tribunal especial será escenario de las comparecencias de gobernadores civiles, responsables de las FSE, y agentes policiales y militares de la época a quienes aquel 23 de julio se les suponía de servicio en la muga.

En las últimas dos semanas, por boca de distintas personas, en Madrid se han podido escuchar una hipótesis y una versión testimonial. La compañera sentimental de Pertur, Lourdes Auzmendi, acusó directamente a Francisco Mujika Garmendia, Pakito, y a Miguel Ángel Apalategi, Apala, de su desaparición, basándose en que «en mi foro interno lo sé y nadie me ha dicho que no fueran Apala y Pakito los responsables. Siempre he sabido que lo han celebrado como si hubieran sido».

El ex preso Juan José Gurrutxaga también apuntó a la organización armada aludiendo a que existían desavenencias internas en el seno de ETA, con especial protagonismo de Eduardo Moreno Bergaretxe.

En contraposición, el que fuera representante de ETA en las conversaciones de Argel, Eugenio Etxebeste, Antxon, responsabilizó a los servicios de inteligencia españoles de la desaparición del militante donos- tiarra. Según declaró en Madrid, con ello «mataban dos pájaros de un tiro»: era una «persona importante» dentro de ETA y con su desaparición se creaban «divergencias» internas al dar una apariencia de «ajuste de cuentas».

«Campaña de represión fascista»

Esta versión testimonial obliga a situarse en la sicología o pensamiento de los servicios de inteligencia españoles, los intereses que podrían perseguir, así como el contexto político y el tiempo «especial» en el que desaparece Pertur.

De entrada, el primer dato que refuerza esta posibilidad es el hecho de que los informes realizados por ETA (m) y ETA (pm), así como sus comunicados, responsabilizan directamente a los servicios de inteligencia españoles; y, en paralelo, que aquel 23 de julio de 1976 la muga estaba bajo «un control descontrolado», con facilidades para el paso de los vehículos y otros movimientos extraños.

Significativa es también la información que recogía la edición de agosto del semanario «Punto y Hora». Por un lado, se informaba de que la familia de Moreno Bergaretxe denunció ante las autoridades españolas y francesas la desaparición del dirigente de ETA y de que «la familia tuvo constancia de intensas gestiones por parte de la policía del `otro coté', pero no recibió noticia alguna del desaparecido». La misma información dice que «ANV, EHAS, ETA (pm), MCE, PSOE y Partido Comunista de Euzkadi hicieron público un comunicado en que condenaban el secuestro, incluyéndolo dentro de la campaña de represión fascista realizada impunemente».

Trayendo a colación la frase que acuñó el otrora ministro de Interior, Jaime Mayor Oreja, de que «ETA nunca miente», cabe considerar como tesis que si hubiera sido la organización armada, ésta lo hubiese asumido, como ocurrió con el atentado que costó la vida una década después a su ex dirigente Dolores González Katarain, Yoyes.

Contradictorio parece también el hecho de que el arresto preventivo al que fue sometido Pertur como medida disciplinaria por quebrantar el funcionamiento interno de ETA fuese de conocimiento público y luego, por contra, se le hiciera desaparecer sin dejar rastro.

El secuestro de Berazadi

Pero, ¿qué intereses perseguirían los servicios secretos españoles para hacer desaparecer a Pertur? El evidente aumento de las acciones militares de ETA (pm) y ETA (m) durante aquellas fechas claves que llamaron de «transición» vino especialmente marcado por el secuestro del empresario de Elgoibar Ángel Berazadi el 18 de marzo. Éste fue el primero de los secuestros de largo plazo. Veintiún días después, el empresario fue encontrado sin vida. Según la lógica de las FSE, se trataba de un salto cualitativo que debería ser respondido pronto con otro del mismo nivel y calibre.

Pocas semanas después de ser encontrado el cuerpo sin vida del empresario de Elgoibar, concretamente el 30 de mayo, el diario «La Voz de España» llevaba a portada la siguiente noticia: «Diez millones para matar a los que mataron». En el citado artículo, el rotativo se hace eco de que «el objetivo a abatir en esta cacería humana son los altos dirigentes o cabezas visibles de ETA V». Además, como muestra de la veracidad de esa oferta, se citaban los recientes atentados contra los refugiados polí- ticos Tomás Pérez Revilla -tres días después del secuestro de Berazadi- y Txomin Iturbe.

El nombre de Eduardo Moreno Bergaretxe también aparece en el artículo, al afirmarse que «Apala, Pertur y otros dirigentes `políticos-militares' se han esfumado de los lugares habituales donde residían».

A todo ello se añade la predisposición que mostraron distintos empresarios del país para sufragar los gastos para «un plan de lucha directa contra el terrorismo», que incluía costear la guerra sucia. Extremo que, por ejemplo, el que fuera presidente de la Confederación General de Empresarios de Bizkaia, Luis Olarra, volvió a ratificar en declaraciones realizadas al rotativo español «El País» en noviembre de 1982.

Las desavenencias internas que generó en el seno de Euskadi Ta Askatasuna el secuestro del empresario Ángel Berazadi, y más aún su muerte, suscitó un debate interno en la organización, además de una cierta inestabilidad funcional.

En ese momento confluye también el hecho de que Pertur fuera objeto de una sanción disciplinaria, transformada en arresto preventivo, por haber mantenido contactos con presos de la organización sin conocimiento de ETA y fuera de sus órganos funcionales. A ello se le añadió que hubiera abierto una vía de negociación con el Gobierno español, mediante el abogado Juan María Bandrés, también sin conocimiento alguno de ETA. Por ello, según la versión oficial, la dirección de la organización armada le sancionó con esa medida disciplinaria.

Se trataba de una decisión que debía de ser ratificada por la Conferencia de Cuadros de ETA. En contra de lo que se ha publicado durante estas semanas en algunos medios, Moreno Bergaretxe acudió a la reunión junto con Eugenio Etxebeste, Antxon, y Simón Loiola Albizu, Mendi. Y de allí también regresó, tras una depuración interna y la conformación de un nuevo órgano directivo en ETA.

Objetivo: obtener información

«De todo esto, el enemigo tiene información», afirma Antxon, en alusión a los debates y desavenencias surgidas en aquellos meses. Por pura lógica policial, para el Estado español resultaba totalmente prioritario obtener información sobre el estado de las cosas en ETA. Y, para ello, Pertur aparecía como una posible fuente de información importante.

Por aquel entonces, Moreno Bergaretxe era un reputado ideólogo y dirigente en el seno de la organización armada, además de uno de los pocos cuadros dirigentes que se salvaron de la masacre provocada poco antes por la infiltración de El Lobo.

¿Podía estar el Estado interesado en eliminar físicamente a una persona cualitativamente importante dentro de aquel debate y en aquel momento estratégico? Los efectos serían claros: fomentar la disidencia interna y provocar una convulsión entre la sociedad vasca, además de insuflar una buena dosis de miedo sicológico. «Es la jugada maestra; ahí confluyen todos los intereses del enemigo», afirma Antxon, preguntado al respecto por GARA. Por todo esto, los servicios de inteligencia españoles podrían responder con otro «salto cualitativo» al incremento de la ofensiva militar de ETA y al secuestro y muerte de Berazadi.

En aquella situación socialmente tan convulsa -donde el estado de excepción era oficial, las agresiones de grupos parapoliciales suponían el pan de cada día, las detenciones se contaban por decenas y las muertes en manifestaciones o controles de carretera resultaban habituales-, algunos movimientos políticos se dedicaban a confirmar «el atado y bien atado» paso al postfranquismo. Ese mismo año ocurrieron las dos muertes de Montejurra por disparos fascistas, las dos desapariciones de dos policías españoles en Miarritz en abril y la fuga de Segovia en mayo.

Además, el inicio de los atentados contra las vidas de los refugiados políticos en Ipar Euskal Herria, como los sufridos por aquel entonces por Iturbe o Pérez Revilla, muestran, con el paso del tiempo, que aquel 1976 y los años posteriores sirvieron de laboratorio de pruebas para lo que desembocaría en una estructura paramilitar estable, coordinada y subvencionada por las arcas del Estado español: los GAL.

«Naparra», Joxi y Joxean, Popo..

Para arrojar luz sobre el caso, cabe también realizar un ejercicio comparativo sobre otros militantes políticos vascos que engrosan la lista de desaparecidos, como es el caso del militante de los Comandos Autónomos Anticapitalistas, José Miguel Etxeberria, Naparra, a quien se vio por última vez el 11 de julio de 1980.

Con repasar la actividad que llevaron a cabo los CAA desde comienzos de año hasta la desaparición de Naparra, con sólo 22 años, se aprecia el aumento cualitativo de los mismos. En un contexto marcado por las luchas obreras, los «autónomos» pasan de abastecerse económicamente con robos a bancos a perpetrar atentados de gran calibre con explosivos. Pero el verdadero salto cualitativo llegaría para ellos con la muerte de un guardia civil en Orio en abril.

El momento «especial» en el que desaparece Naparra, pues, no es casual. Tras el incremento de la actividad armada de los CAA, Etxeberria estaba a punto de cerrar un acuerdo para la compra de armas y explosivos con traficantes de armas. Fue justo en ese momento cuando desapareció el vecino de Lizartza. Hay más. En febrero del mismo año Julio Miguel Cabezas Centeno, Escaleras, recibió una paliza en la cárcel de Soria. Había sido acusado de transmitir a las FSE información relevante en la que quien aparecía como número uno era precisamente... Jose Miguel Etxeberria.

1983 es el año en el que hacen desaparecer a Joxi Zabala y Jo- xean Lasa. Y también a Popo Larre. Estos casos reflejan nuevas similitudes. El PSOE acaba de llegar a La Moncloa, pocos meses después de que ETA (pm) VII Asamblea se autodisolviera. El 22 de marzo, el Ministerio español de Interior ofrece una millonaria recompensa «para quien colabore dando información».

En abril, el Consejo de Ministros francés propone al Gobierno español que destine un jefe superior de la Guardia Civil a París. Mientras, se repiten nuevos secuestros de empresarios por parte de ETA. Y el equipo de José Barrionuevo y Rafael Vera pone sobre la mesa el denominado Plan ZEN, basado en la intoxicación informativa.

Si bien los secuestros de ETA van en aumento, el que ocurre el 5 de octubre hace mella especial. En Bilbo, el capitán de Farmacia Alberto Martín Barrios es secuestrado por un comando. Y el día 14, ETA (m) atenta contra la vida del médico titular de la prisión de Puerto de Santa María, Alfredo Jorge Suar Muro. Por aquel entonces, la operatividad de ETA es total y su estructura, hermética. Será justo al día siguiente cuando desaparezcan Joxean Lasa y Joxi Zabala.

Respuesta inmediata

El día 19, el capitán de Farmacia aparece muerto. La respuesta no se hace esperar: el refugiado político Jose Mari Larretxea Goñi sufre un intento de secuestro por parte de tres GEOs y un funcionario del Cuerpo Superior de la Policía española. El día 25 estrenan una nueva cárcel de exterminio (Herrera de la Mancha) y nuevas medidas «antiterroristas». La dinámica «acción de ETA-reacción policial» es evidente.

A partir de esa fecha, los atentados contra las vidas de los refugiados políticos vascos en Ipar Euskal Herria se convierten en sistemáticos y de gran envergadura. Así llegan los GAL. La desaparición de Lasa y Zabala en octubre también se presenta oficialmente, como la de Pertur, como un posible ajuste de cuentas. Por su parte, la Policía francesa también extiende la sospecha sobre el paradero de Popo Larre, desaparecido ese mismo año; en agosto. Por aquel entonces, Iparretarrak había atentado por vez primera contra la vida de un gendarme, y el mismo día de la desaparición de Popo, en el camping de Léon, otro gendarme resultó muerto.

REIVINDICACIÓN

Cuatro días después de que Eduardo Moreno Bergaretxe desapareciese, una de las firmas de la extrema derecha, la Triple A (Alianza Apostólica Anticomunista), reivindicó su secuestro y anunció que el militante abertzale había sido ejecutado.

«Clientes no habituales» y un Seat 850 blanco

Tras la desaparición, ETA (pm) formó una comisión para investigar lo ocurrido. En setiembre de 1976 publicaría su informe. En él señalaban que en la mañana del secuestro tres inspectores de la Brigada Político Social de Donostia -identificados como Ferreiros, López Arribas y Escudero- habían sido vistos en las inmediaciones de Behobia en un coche Seat 850 de color blanco. José María Escudero Tejeda era por aquel entonces miembro de los Grupos de Acción del Norte, dedicados a la lucha contra ETA. Además, testigos de los bares de la citada localidad declararían que «clientes no habituales llamaron la atención a altas horas de la noche».

G.M.

Las tres hipótesis que baraja el juez

1 - La primera de las hipótesis que presentó la familia de «Pertur», que a su vez es la que defienden la Guardia Civil y la Policía española, es que el donostiarra fue hecho desaparecer en un «ajuste de cuentas» por parte de los Comandos Especiales de ETA, debido a las desavenencias internas sobre un posible abandono de la lucha armada.

2 - La segunda posibilidad es la oficial: la de que los autores de su desaparición fueron sectores de la extrema derecha vinculados con los servicios de inteligencia españoles, para lo que empleaban nombres como Batallón Vasco Español, Triple A o Guerrilleros de Cristo Rey, entre otros.

3 - El juez también considera la vía abierta hace pocos meses gracias al documental «El año de todos los demonios», donde se cita a neofascistas italianos como posibles autores de la desaparición de «Pertur». En la trama también habrían participado varios sectores de la Policía española, por ejemplo en la adquisición de tres «mariettas» (metralletas), una de las cuales sería hallada en manos de un neofascista italiano.

«Operación Portugal: interrogar y asesinar a Eugenio Etxebeste»

El 12 de abril de 1999, el diario «El Mundo» llevaba a portada una información tan escabrosa como de profunda relevancia para comprender el contexto político: «Interior tenía previsto secuestrar, interrogar y asesinar al dirigente de ETA `Antxon'». En una información extensa, de tres páginas, el rotativo de Pedro J. Ramírez se hacía eco de un informe del Ministerio español de Interior de 18 folios cuyo original, según precisaban, estaba en sus manos después de que los anteriores inquilinos del PSOE se lo olvidasen en las dependencias de la Secretaría de Estado para la Seguridad, donde había permanecido durante más de diez años.

Bajo el título de «Operación Portugal», el detalladísimo informe de 1984 recoge el principal objetivo del operativo planeado desde Interior, en aquellas fechas bajo mando de José Barrionuevo: «Secuestro e interrogatorio del etarra Antxon Etxebeste, confinado en la República Dominicana, de forma encubierta y sin dejar huella, y posterior explotación de la información obtenida». En uno de los apartados del documento, dedicado a las posibles incidencias, se afirma que «si, por cualquier circunstancia, es preciso llegar a la eliminación, ésta se debería realizar para garantizar la seguridad de la operación, con la cobertura de empleo del «agente sustituto», simulando con éste una fuga de aquél, durante la cual se produciría su muerte al ser tiroteado por su guardia de protección». Además de recoger diferentes formas para «eliminar» a «Antxon», la figura del «agente sustituto» también sería empleado para, tras su secuestro, sustituir a Etxebeste como si éste siguiese haciendo vida normal y, así, desacreditarle en caso de que éste denunciase su secuestro. El Ministerio de Interior contaba con un mentís escrito de antemano, además de la colaboración del Gobierno dominicano para ello.

En este caso también, el principal objetivo de Interior sería sonsacar información al dirigente de ETA y, llegado el caso, eliminarlo físicamente sin obstáculo alguno. Contaban, incluso, con una fecha para ello: el 3 de noviembre de 1984. Y, además, sabían cómo presentarlo: el policía español encargado de vigilar a «Antxon» en la República Dominicana sugería que «a la vista de Eugenio, la acción se presentará como una operación de los GAL, que evidentemente sorprende al servicio de seguridad del DNI (Policía de la República Dominicana)».

Los españoles debían contar con la imprescindible ayuda de la CIA que, según la información de «El Mundo», se negó de plano y fue lo que frustró los planes de Madrid. G.M.

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