La saga de los Vélez: humildad con pasado rojillo y presente rojiblanco
Los sentimientos se entremezclarán en casa de los Vélez durante el derbi de esta tarde. Toño, patriarca de la familia, jugó en Osasuna como juvenil y promesa. Casi cuatro décadas más tarde, su hijo, Ion, se faja por hacerse un hueco entre la primera plantilla del Athletic.
Natxo MATXIN
El que resiste, gana». Es el lema que desde muy pequeño le fue inculcado a Ion Vélez por su aita, Toño. Y su progenitor sabía de qué hablaba. Con apenas año y medio, se quedó huérfano de padre, quien sufrió un accidente mortal de tráfico allá por la década de los cincuenta, dejando a su madre con dos hijos y un camión por pagar. «Fueron tiempos muy duros, pero salimos adelante y eso te refuerza para las malas situaciones», argumenta.
En su familia no había tradición deportiva, pero Toño comenzó a darle patadas al balón en su Artaxona natal, en compañía de Javier Vicuña, actual entrenador de porteros de Osasuna. No lo debían hacer nada mal, pues el club rojillo se fijó en ellos para incorporarlos a inicios de los setenta. De una forma como otra cualquiera de ocupar los pocos ratos de ocio y juegos, el fútbol pasó a ser para la familia Vélez una oportunidad única para enderezar su maltrecha situación económica. «Mi fichaje permitió que saliéramos un poco hacia delante, nos trasladamos a Pamplona y allí acogíamos a gente en régimen de pensión», recuerda con nostalgia.
Dos años en el juvenil -en ellos también jugó con la selección navarra de esa categoría- y otros dos en el Promesas. Además del citado Vicuña, allí coincidió con jugadores que luego triunfarían en el Osasuna que ascendió en los años ochenta: Echeverría, Irigibel, Martín, Lecumberri, Mina... «Unos siguieron para adelante y otros, que éramos peores, nos quedamos en el camino», asegura entre risas. Por lo menos, llegó a debutar con el primer equipo en un partido copero, curiosamente ante el Bilbao Athletic, uno de los conjuntos de los que, casualidades de la vida, formaría parte su hijo.
«Iba convocado con la primera plantilla porque por aquel entonces había una norma que obligaba a llevar jugadores sub 21 -relata- y debo reconocer que durante un tiempo me ilusioné con la idea de que podía llegar a ser profesional». De complexión fuerte y mucha altura -sobresalía con creces respecto al resto de compañeros-, se desenvolvía por delante de la defensa, «siempre con el 4 a la espalda», lo que ahora se denominaría un pivote defensivo.
Osasuna en el corazón
Sin embargo, su talla no fue suficiente para convencer a los técnicos de aquella época de que ahí había madera de jugador de élite. «No pasa nada, se torcieron las cosas y hay momentos determinados en tu vida que no tienes la suerte necesaria y quizás, en mi caso, sin padre, no tuve ahí un apoyo para que me aconsejara. Pero me quedaron muy buenos recuerdos y amigos, y siempre llevaré a Osasuna en el corazón», se resigna.
No sólo hizo amistades y vivió experiencias inolvidables. Su paso por el club rojillo también le ofreció la posibilidad a Toño Vélez de formarse a nivel educativo y labrarse un futuro profesional. «El fútbol me facilitó esa ayuda extra para estudiar una carrera y realicé Magisterio, ya que siempre me ha gustado enseñar». Con un título bajo el brazo y el gusanillo del balón todavía metido en el cuerpo, recaló en la Peña Sport de Tafalla sin saber que ahí acabaría echando raíces, «desde los veinte años», confirma.
Conoció a su mujer, Paquita, que regenta junto a su hermana una mercería y tienda de ropa infantil con medio siglo de existencia, y se asentó a los 23 años como profesor en el colegio de los Escolapios de la localidad, donde actualmente imparte Lengua, Literatura e Historia. Pese al discurrir del tiempo, asegura no haber perdido «la ilusión por instruir», aunque la práctica deportiva queda ya lejos, después de haber acabado su carrera en equipos de categoría regional. «Ahora lo mío es pasear», asume.
Con esa capacidad para ilustrar, su experiencia futbolística y, sobre todo, la humildad de sus orígenes, sólo cabía esperar que él y su esposa inculcaran el valor del sacrificio a sus retoños. «Tanto mi padre como mi madre han tenido que trabajar mucho desde pequeños y por eso a mi hermano y a mí nos han trasladado siempre el mérito del esfuerzo y de tener que apañártelas tú solo», confiesa Ion Vélez.
De algo le habrá servido, pues el delantero navarro ha tenido que batirse el cuero para hacerse un hueco entre la primera plantilla rojiblanca. Tras comenzar jugando en su pueblo, fue fichado por Osasuna como infantil y cadete, regresó a Tafalla, debutó con 17 años en Segunda B con la Peña Sport, lo que no pasó desapercibido para el Athletic, quien lo incorporó, pasando por el Baskonia, Bilbao Athletic y Barakaldo, subiendo al primer equipo el año pasado y cedido al Hércules en la segunda parte liguera, para regresar nuevamente a las órdenes de Caparrós.
«Ion se da cuenta que tiene una oportunidad única y está luchando por ello, es muy profesional, se cuida en todos los aspectos y quiere dedicarse al fútbol. Con 23 años, sabe que es el momento», comenta su aita. «Me ha costado muchísimo llegar hasta donde estoy, pero soy consciente de que todavía cuesta mucho más mantenerse, hay que trabajar de lo lindo en el día a día», corrobora el atacante.
«Que sea la última vez»
A diferencia de Toño, él sí que ha estado marcado por la influencia balompédica de su progenitor, como reconoce: «Desde pequeño empecé a jugar a fútbol con él, veíamos partidos por la tele, y todo eso te marca. Vas cogiendo el balón como algo habitual y este deporte forma ya parte de tu vida». Un influjo sin pretender llegar al agobio, aunque siempre hay excepciones.
«Cuando era chaval, que destacaba un poquico, lo seguíamos por los pueblos de la Ribera, aunque muchas veces por necesidad, había que llevarle en coche. Recuerdo que en una ocasión le espeté algo a un árbitro, Ion vino a la banda y, con muy buen criterio, por cierto, me dijo, : `Última vez'. No he vuelto a hacer ningún otro comentario porque tenía toda la razón, siempre ha sido muy sensato», rememora el patriarca de los Vélez.
Tener los pies en el suelo le ha permitido alcanzar el sueño de jugar entre los mejores, a un nivel «cien por cien profesional en todos los sentidos, muy diferente a nuestros tiempos, en los que la ilusión superaba a todo lo demás. Han cambiado los sistemas, la forma de entrenar... Antes había una relación más familiar y no tenía la trascendencia de hoy día. Ahora es mucho más complicado que entonces», matiza Toño.
Aunque lleva ya un lustro fuera de casa, Ion no pierde ocasión para regresar a sus orígenes, siempre que tiene oportunidad. «Soy de Tafalla, allí lo tengo todo, familia, amigos... En cuanto puedo, me escapo», explica. «Está muy identificado con el pueblo, si tiene fiesta procura venir y hacer una vida completamente normal. Lo primero, estar con los amigos de siempre, juntarse, hablar y dar una vuelta por el pueblo», ratifica su aita. Familia, cuadrilla, vecinos... todos ellos tienen un pronóstico y sus preferencias para el derbi. A través de la pequeña pantalla, la Ciudad del Zidakos verá esta tarde la resolución a toda una semana de comentarios, en los que se han entremezclado la pasión por el equipo de la tierra y el afecto hacia el paisano que más lejos ha llegado en el mundo del balón.
¿3-4 ó 1-0?
Al igual que el resto de la familia Vélez, en el caso de Toño, la sangre se impone al corazón. «Soy osasunista, pero hoy quiero que gane el Athletic, que es el equipo de Ion», apuesta alguien que ha tenido que sobrellevar en los últimos días todo tipo de apreciaciones de quienes se encuentra en la calle. «Lógicamente, la mayoría de la gente de Tafalla quiere que gane Osasuna, pero también están ilusionados con Ion. Tiendo a callarme y esperar a ver qué es lo que ocurre», admite. No en vano, el ahora delantero rojiblanco es el segundo tafallés que ha jugado en Primera División, después de que Juan Ángel Pascual inaugurara este particular ranking con sus ocho partidos ligueros en la 1980-81, la temporada del ascenso de Osasuna de la mano de Pepe Alzate.
Algunos de esos contertulios intentan compatibilizar sus amores a los colores rojillos y su estima hacia los Vélez. «Me dicen que lo mejor que podría pasar es que Osasuna gane en San Mamés por 3-4 y que los tres goles del Athletic los marque Ion», atestigua. Sin embargo, el protagonista del hipotético hat-trick no está por la labor de firmar ese resultado. «He recibido un buen número de mensajes, diciéndome que estemos tranquilos, que no apretemos, pero la realidad es que nos jugamos la vida y es un partido importantísimo. ¿Un 3-4 con tres goles míos? No, no, no, ni mucho menos. Tenemos que ganar o ganar. Un 1-0 y tres puntos sería suficiente», asevera el que fuera protagonista el pasado miércoles en la eliminatoria copera ante el Recre, al estar muy atento al fallo del guardameta local y provocar un penalti transformado por Llorente que, a la postre, le dio al Athletic la clasificación para octavos.
«La verdad es que en la cuadrilla son todos rojillos, pero supongo que en esta ocasión querrán que gane el Athletic -añade- y la verdad es que es una pena que nos tengamos que jugar tres puntos tan importantes ante Osasuna, ya que guardo muy buen recuerdo de mi paso por ese club, donde estuve con un par de amigos de toda la vida. Al final, decidí volver a jugar al pueblo porque con 13 años se me hacía cansado viajar cinco días a la semana a Iruñea».
De la trascendencia del choque habla la situación de ambos conjuntos en la tabla. «Aunque no logramos muchos puntos, tuvimos un buen juego en el comienzo de la temporada, pero más tarde tuvimos que medirnos a los cuatro primeros y nos han metido ahí abajo. El punto en Mallorca fue importantísimo y ahora tenemos unos próximos compromisos en los que debemos sacar puntos y tirar hacia arriba. A Osasuna le falta gol y nosotros los estamos haciendo, pero también encajando, a diferencia de la pasada campaña», revela Ion.
Pase lo que pase, lo que está claro es que la repercusión no sólo va a ser clasificatoria, sino también psicológica. «Desde la distancia, creo que el que pierda se va a quedar muy tocado anímicamente y en cierta manera, descolgado. En caso de que finalmente se produzca un empate, de muy poco les va a servir a los dos el punto que sumen», aventura Toño Vélez. En unas horas, la solución al dilema de un derbi, más que nunca, de necesitados.