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Derbi de alta tensión en San Mames

La histeria de la primera parte, la peor noticia para un equipo abocado a refundar el plan A

Ramón SOLA

A la undécima tampoco fue la vencida, sino al contrario: Osasuna emitió las señales más preocupantes de la temporada, sobre todo en una primera parte en que un solo hombre, Fernando Llorente, se bastó para poner al borde del ataque de nervios a todo un equipo. Imprecisiones en todas las líneas, descoordinaciones defensivas graves, falta de movilidad en ataque, patadas a destiempo y tarjetas tan absurdas como Pandiani reflejaron la angustia.

La noticia no puede ser peor, porque hasta el momento el plantel de jugadores parecía ser el único que mantenía cierta calma, incluso se podía entender que excesiva, en todo el conjunto del club. El desasosiego sembrado por la directiva con el cese tempranero de José Ángel Ziganda se contagió primero a la tribuna y llega ahora al terreno de juego.

Pasados cinco partidos desde la llegada de José Antonio Camacho, lo obvio es que el relevo en el banquillo no ha servido para cambiar la dinámica. Y lo notorio es que los planes B improvisados por el de Cieza no han tenido mejor resultado que el A de Ziganda, que, por cierto, no parecía ser precisamente un proyecto quemado cuando se decidió mandarlo a la papelera.

Las probatinas hechas por Camacho hasta el momento únicamente dan la razón a las tesis maduradas por el de Larraintzar. Este equipo no sabe jugar con dos delanteros porque carece de jugadores de empuje suficiente para sujetar el centro del campo en inferioridad numérica: Camacho se estrelló con esta fórmula contra el Betis y volvió a tropezar ayer al no quitar a Pandiani cuando sacó al campo a Kike Sola, con lo que el equipo se desinfló. Osasuna tampoco puede sacar provecho al pase largo porque le falta el mínimo de contundencia exigible arriba y porque los rechaces, cuando los hay, son siempre para el contrario. Y tiene que basar su estrategia de defensa en el rigor táctico, porque en el desorden y el cuerpo a cuerpo tiene todas las de perder.

Todo eso lo sabía de sobra Ziganda. Lo sabía mejor que nadie, porque hizo el equipo justamente a partir de esas premisas: toque de balón, orden, control y paciencia. Orden, control y paciencia, justo lo mismo que le faltó a la directiva de Patxi Izco con él.

Con cinco puntos en once partidos, es más que comprensible que los nervios estén desatados. Le pasaría a cualquier equipo del mundo. Y cualquiera concluiría que la situación clasificatoria obliga a caer en la tentación de buscar fórmulas directas para llegar al gol, revoluciones en el once y apelaciones a la épica.

Sin embargo, ninguna de ellas va a mejorar el resultado, como ya ha constatado Camacho en los cinco partidos de Liga y dos de Copa que ha dirigido. Así que será mejor tomarse un par de tilas, dejar de mirar a la tabla clasificatoria, olvidarse de que ganar un partido parece imposible, hacer la vista gorda ante esos tres goles en tres meses... Y, después, rebobinar el manual de Ziganda y jugar al G-20, es decir, a refundar un proyecto que ahora está en ruinas.

 

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