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Raimundo Fitero

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La enfermedad como estigma. Todavía decimos que alguien murió de una larga y penosa enfermedad. El problema es que ahora no sabemos exactamente a qué enfermedad se refiere porque hay varias que acostumbran a ser largas y penosas. La cuestión es que en el programa de Cuatro «Pekín Exprés» una de las concursantes, tras realizar una prueba en un desierto, se desvaneció. Al acudir los servicios médicos del programa, confesó que padecía cáncer. Lo había ocultado tanto al programa como incluso a su hermana, con la que competía en pareja. Asunto que con el debido respeto pondremos en cuestión porque estas cosas se comunican a los allegados de inmediato.

Lo que abre es una duda angustiosa, ¿tan importante es participar en un programa televisivo como para ocultar una enfermedad que requiere unos cuidados y una atención sicológica bastante considerable? Se puede admitir que precisamente la participación en una actividad de estas características sea una terapia perfecta por mantener al sujeto constantemente en movimiento y ejercicio, por lo que no le queda demasiado tiempo para comerse la cabeza, hablando en terminología cercana. Es probable que consultara la concursante con su médico y le expusiera sus ganas, las posibilidades de que durante el desarrollo del mismo se pudiera seguir cuidando en la medida que lo requiriese. Pero, de ser así, ¿por qué lo ocultó?

Porque la otra parte, la productora y la cadena, ¿hubieran admitido a la concursante sabiendo que padecía cáncer? Ahora la respuesta a toro pasado será rápida y rotunda: «Sí, claro, cómo no». Pero podemos dudar ya que las garantías de seguridad, los propios seguros, los riesgos, toda una serie de circunstancias de producción se pudieran ver alteradas ante la presencia de una concursante con esta enfermedad. La realidad es que ha sucedido, que ha habido una situación complicada, y que yo apuesto por la parte positiva: el diagnóstico de un cáncer no puede ser una retirada de la vida, en ningún concepto. La ocultación ha sido una estrategia pudorosa, y de haberse sabido hubiera condicionado el propio concurso. De cualquier manera, un abrazo a Idoia, y a seguir luchando.

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