El prefecto de Pirineos Atlánticos, para entendernos, el delegado del Estado en los tres territorios del norte, se ha apuntado a la sagrada polémica que nos envuelve a los vascos y vascas. Me refiero sólo a las disputas de las últimas semanas porque, sinceramente, no me atrevo a viajar más atrás en el tiempo. Tras el chasco en Iruña-Veleia, cualquiera que se meta en debates historicistas puede ser tachado de Gil...

El señor Philippe Rey -apro- piado nombre para un representante de una República-, nos quiere hacer creer que el problema es de orden nominativo. Para el Estado que no reconoce como oficial la lengua vasca la traducción del nombre de Laborantza Ganbara se torna así en desafío al orden institucional.

Una Cámara de Agricultura es, a juicio del prefecto, un apéndice más del Estado y como tal tiene potestad absoluta a la hora de regir la vida de las mujeres y hombres que trabajan la tierra.

Cuando se niega el derecho a mostrarse, a definirse, a presentarse con ésta u otra denominación, cuando se proscribe el derecho a elegir una sigla... o a poner un nombre en una papeleta, o a encabezar una lista... resulta absurdo pretender que en Euskal Herria se dirime hoy un conflicto sólo nominativo o una cuestión de orden judicial.

No es una querella judicial, o no principalmente, la que se dilucidará en enero próximo en los tribunales franceses, como no es un asunto de nombres, o no principalmente, el que ha encendido una polémica que trata de arrojar humo sobre el derecho de los deportistas vascos que así lo deseen a disputar competiciones internacionales.

A estas a alturas, pretender que el empleo de la palabra Euskal Herria encubre malévolos intentos de suplantación de una realidad política oficial -¿Reconoce como sujeto de decisión a Euskadi éste o aquel Rey?- es un simple ejercicio de distracción.

Érase una vez un señor que arrampló con un trocito de tierra, se hizo príncipe o similar, ideó bandera e himno y... ¡hop! nació Liechtenstein, o San Marino.... Si nos parece natural que atletas de tan curiosos estados disputen competiciones internacionales ¿a qué viene el cuento de que sin Euskadi no hay paraíso? Aunque bienvenida sea la polémica, si nos abre los ojos al debate con mayúsculas.