12º CONGRESO DE ELA ENTRE EL 26 Y EL 27 DE NOVIEMBRE EN BILBO
«Los empresarios comienzan a aprovecharse de la crisis con expedientes de regulación»
Juanjo BASTERRA | BILBO
José Elorrieta traspasará el cargo de secretario general a Adolfo Muñoz, «Txiki», en el duodécimo congreso, que se celebrará esta próxima semana, los días 26 y 27, en el Palacio Euskalduna de Bilbo. Ambos estuvieron en el tercer congreso confederal de 1976 en Euba (Zornotza), que fijó el principio de avanzar hacia el socialismo, uno con 25 años y otro con 17 años, respectivamente. Elorrieta deja el cargo después de veinte años al frente del mismo y afirma que «la cuarta generación de ELA tiene «desafíos muy duros» como «la convergencia sindical con LAB y otros desafíos sociales y laborales. Espero que disfruten como yo lo he hecho».
¿Con qué recuerdos se queda en su marcha al frente de ELA?
Con el de la crisis industrial de los ochenta. Marcó mucho. Fue una crisis dura y prolongada, con grandes ajustes y pérdidas de empleo en el sector industrial. Entonces, se tenía la sensación de que no había remedio, que la industria vasca se estaba cayendo a pedazos, que no había luz al final del túnel. También, en otra clave distinta, con el Acuerdo Lizarra-Garazi, posterior al acuerdo entre ELA y LAB que, con sus más y sus menos, abrió un paréntesis muy importante en la vida sindical, social y política de este pueblo.
¿Qué destaca a nivel interno?
El cambio, por otra parte, inexorable de la tercera a la cuarta generación de sindicalistas de ELA. Se acelera el rejuvenecimiento a partir de 2000. El sindicato está colocado en posiciones políticas que no son las de partida, a las que nos enfrentamos en 1976, ya que se pasa del estatutismo al soberanismo, un proceso de cambio que lo hacemos a lo largo de los años 90. Pero también la modificación del mercado de trabajo nos hace pasar de una fase de participación activa en la puesta en marcha organismos sociolaborales como el Consejo de Relaciones Laborales (CRL), por ejemplo, a un sindicalismo de contrapoder, a responder a un mercado de trabajo muy discriminado, con salarios bajos, con condiciones contractuales muy flexibles y, por lo tanto, abriendo dinámicas que no significan una revisión de los contenidos de la negociación colectiva, sino de la forma de trabajar, los ámbitos, las dinámicas y la organización. Al final, una organización sindical si es viva, se tiene que ir adaptando.
¿Qué ha cambiado porque en la crisis a la que ha hecho referencia había más entendimiento con la patronal y el Gobierno de Lakua?
Diría que en todas las fases hemos querido defender los intereses de los trabajadores. Hemos hecho una intervención sindical dando centralidad a la negociación colectiva. Siempre hemos tenido la clara convicción de que nuestros intereses eran intereses confrontados con los de la patronal y las administraciones. Hemos trabajado un espacio propio. Tengo que decir que un sindicato que tiene caja de resistencia desde 1976 no es un sindicato montado para arreglarse bien con la patronal. Suele ser al revés. Cuando tienes instrumentos, no piensas en arreglarte bien con la patronal.
Pero se produjeron encuentros en más de una ocasión.
Era una manera de entender el trabajo sindical, en unas condiciones y en diferentes hipótesis.
¿Esa línea la han abandonado?
Sí, porque ha cambiado el mercado de trabajo. Se han roto los elementos garantistas del contrato de trabajo. La negociación colectiva se ha vaciado. El Gobierno vasco y la patronal abusan mucho, por otro lado, de cerrar acuerdos en minoría. De manera que hemos pretendido responder a una situación más dura en el mercado de trabajo sin poder trabajar en el consenso. No en el sentido de buscar una acuerdo con la patronal, sino desde la acción sindical. No hay condiciones.
¿ELA ha cambiado?
Alguien puede decir que ELA ha cambiado, sí; pero, porque ha cambiado el mercado de trabajo; las reglas de la negociación colectiva; el papel del sector público que ha intensificado su posición neoliberal. Privatiza todo. Hay un deterioro de la calidad del servicio público, de las condiciones de trabajo.
Sí o no.
Sí, claro. Una organización que no cambia, si se modifica el entorno sindical, laboral y político, es una organización sin futuro.
En vista de la situación actual de deterioro de las condiciones de trabajo y salariales en estos últimos 20 años, se puede llegar a pensar que los sindicatos no valen para nada
Estamos en peores condiciones que hace 20 años. Es el resultado de una correlación de fuerzas de nuestro punto de vista muy favorable a la política neoliberal de los empresarios. En lo legislativo y en las medidas que han adoptado las administraciones vascas, que están al servicio de los empresarios, potenciando esa orientación muy liberal.
Pero, los empresarios no dejan de ser una minoría sobre el conjunto del mercado laboral.
Las élites económicas marcan la pauta y las orientaciones económicas y políticas. Estamos en una correlación de fuerzas desfavorable.
La división sindical posibilita que los empresarios tengan más fuerza
Bien. En ese contexto es evidente que se ha perdido. Pero no se puede concluir que los sindicatos no sirvamos para nada. La tasa de sindicación vasca se sitúa en el 29%, por encima del Estado español que no llega al 10%, y es una de las mayores de Europa. El sindicato está siendo un elemento imprescindible para la clase trabajadora. En los últimos cuatro años, en ELA el sector femenino ha crecido en sindicación en un 13%. El movimiento sindical es uno de los referentes desde el punto de vista afiliativo dentro del campo democrático.
¿Es imposible la unidad de acción entre los sindicatos?
Para ELA, buscar un entendimiento con LAB es un desafío positivo. Somos conscientes de que solos no podemos hacer cosas, pero sí con otra correlación de fuerzas en el ámbito social y sindical. Ese déficit de colaboración con LAB es estructural, no querido ni por ELA ni supongo que por LAB, pero está ahí. Porque más allá de los elementos de tipo político que trascienden a LAB, en la negociación colectiva tenemos un nivel de desencuentro muy grande. Diría que la excepción son las coincidencias que tenemos en la acción sindical; la norma son los desencuentros. No renunciamos a una suma con LAB, en el ámbito sindical, social y, si se diesen las circunstancias, en lo político, también. Es el escenario de trabajo al que hay que llegar. Pero en el corto plazo el nivel de desencuentro es muy grande.
Con CCOO y UGT ya ensayaron un acuerdo de negociación colectiva a finales de los ochenta y principios de los noventa, ¿sería posible en este momento?
Ese ensayo con CCOO y UGT fue muy corto en el tiempo, dos o tres años. Ya desechamos cualquier hipótesis de acción sindical con CCOO y UGT no sólo por razones políticas, evidentemente, sino por el modelo sindical. Vemos que acuerdos puntuales en empresas o sectores con el máximo de sindicatos es mejor, pero un planteamiento conjunto, más global, no hay una expectativa seria.
Ante este panorama, los empresarios se frotan las manos.
No lo sé. No sé si los empresarios vascos están más contentos que los españoles. No siempre el sindicalismo que hace políticas unitarias goza de buena salud. Lo que ocurre es que los empresarios quieren una unidad sindical a la española en cuanto a modelo, donde hay un nivel de paz importante, muchas fotos y reuniones de salón con los presidentes de turno, sin decisiones eficaces para los trabajadores. Aquí no pasa porque el sindicalismo tiene un desencuentro con la patronal, con las administraciones por las políticas neoliberales que aplican. Esa es la diferencia entre los dos modelos, el español y el vasco.
Ante la crisis del neoliberalismo, ¿habría que avanzar hacia el socialismo?
Somos una organización que en nuestros principios está avanzar hacia la sociedad socialista. En esta crisis del modelo neoliberal me contentaría que se fuese a un modelo más socialdemócrata, más keynesiano. Lo digo entre comillas.
Últimamente, el lehendakari Ibarretxe acude mucho en apoyo de las teorías de Keynes
No sólo Ibarretxe, también el diputado general de Bizkaia, José Luis Bilbao. Nos dicen que están haciendo políticas keynesianas. Es un chiste, un sarcasmo. Ni el Gobienro vasco ni las diputaciones ni han hecho ni tienen intención de llevar adelante esas políticas marcadas por la potenciación del sector público y avance hacia una política fiscal más equilibrada. Llaman políticas keynesianas a hacer proyectos macro, como el Puerto de Pasaia, sin discutir si es necesario económicamente ni si se puede asumir ese impacto medioambiental. Claro que es una gran inversión pero, sobre todo, es un gran negocio para quienes construyan esa infraestructura. Es una política neo- liberal que desvía fondos públicos a iniciativas privadas, cuya necesidad económica es harto discutible. Esa política tiene poco de Keynes y mucho de Thatcher. Un ejemplo también es el IRPF en el que las rentas de capital tributan al 18% y las rentas de trabajo lo hacen por encima, al 23%. Y nos quieren dar lecciones.
«PNV y CCOO se han repartido el poder en la fusión de las cajas»
¿Qué piensa del acuerdo PNV y CCOO para la fusión de BBK y Kutxa?
No ha tenido en consideración ni el ámbito vasco ni las actuaciones de tipo laboral. Han suscrito un acuerdo muy «heavy». PNV y CCOO han pactado que se van a ayudar mutuamente en el reparto de poder en el consejo de administración. Es sorprendente. Cuando explican el acuerdo, aflora la enorme transferencia de recursos económicos que destinan y que van mucho más lejos de las necesidades del funcionamiento de las secciones sindicales. Es una transferencia clara de fondos. Uno se pregunta, en vista de lo que está ocurriendo, dónde se encuentra el aspecto estratégico de esta fusión. Lo que veo es que los firmantes obtienen contrapartidas.
¿Los empresarios aprovechan este clima de crisis para eliminar puestos de trabajo?
No tenemos claro, creo que nadie, el impacto real de lo que se está denominando crisis. Es cierto que en el sector inmobiliario y todo lo que tiene que ver con la Construcción está afectado, pero en la Industria no se sabe lo que ocurre y lo que sí hay es mucha incertidumbre. Lo que sí conocemos es que en esa situación algunos empresarios ya comienzan a aprovecharse de esta situación con expedientes que no se tienen que presentar, con despido de eventuales y ajustes estacionales. A eso pretenden añadir recortes de salarios y de condiciones de trabajo. Van a intentar que la factura la paguemos todos. Tenemos que pedir al Gobierno vasco que vigile y controle esta situación que algunos quieren que la crisis la llevemos sobre nuestras espaldas.
¿La negociación colectiva irá a la baja?
Habrá que ver lo que ocurre, pero se va a complicar, sin duda. Nosotros no tenemos intención de ceder espacios ni en salarios ni en condiciones de trabajo. Bajo el epígrafe de que todos tenemos que arrimar el hombro, se nos quiere hacer pagar la crisis a nosotros. Por ejemplo, tenemos una huelga en el sector de comercio en Sabeco de Renteria. El salario mensual con las pagas prorrateadas no alcanzan los 750 euros al mes. Cuando nos dicen que los trabajadores se tienen que apretar el cinturón, cuando llega la crisis, no saben lo que están planteando. Los efectos de la crisis habrá que discutirlos empresa por empresa y sector por sector. La razón de la crisis no tiene que ver con los salarios, y sí mucho con los excesivos beneficios empresariales durante mucho tiempo.
¿Las 35 horas y el marco vasco de relaciones laborales se mantienen como reivindicaciones propias?
Antes de que se visualizase la fase económica en la que estamos, hubo algún intento por revisar las 35 horas en las empresas industriales guipuzcoanas. Desde la acción sindical se evitó, afortunadamente. El marco vasco de relaciones laborales parte de una arquitectura y diseño más global. Lo estamos intentando todos los días. Es parte de nuestro trabajo diario.
Con una cierta perspectiva, ¿ELA se equivocó al apoyar el Estatuto de Gernika?
Creo que no. Hicimos un planteamiento político gradualista para ir dando saltos en el contenido de la construcción nacional en términos competenciales y políticos. No ha sido así. El estatuto ha sido una experiencia fallida. Nuestro mayor error en el tema del estatuto fue pensar que el Estado iba a tener una actitud de ir aceptando progresivamete mayores niveles de autogobierno. Fue nuestro error. Pero, los que apostaron por la Iniciativa de Anoeta y la hoja de ruta del Lehendakari Ibarretxe, 20 años después, han cometido el mismo error, es decir pensar que el Estado español va a modificar su posición sobre la soberanía vasca. Somos autocríticos y sabemos que nos equivocamos y lo reconocimos públicamente. Ya no hemos vuelto a plantear ninguna hipótesis de entendimiento con el Estado. Algunos tienen prisa en decir que nosotros nos equivocamos. Es cierto, pero son ellos quienes no reconocen sus errores. La salida sólo pasa por una acumulación de fuerzas para obligar al Estado español a que varíe su postura. J. BASTERRA�