Con tantas jornadas por delante y el esperanzador arranque de temporada que protagonizó el Alavés, resulta casi increíble utilizar algunos términos. Pero lo cierto es que el equipo gasteiztarra, y también su entrenador, se la juegan en el regreso a casa.

Un triste punto en cuatro jornadas, culminadas con la goleada del pasado domingo en Chapín, han empujado al fondo a los albiazules, que incluso pueden acabar la jornada en puestos de descenso. Paralelamente, el crédito de José María Salmerón se ha ido agotando semana a semana. De hecho, el fantasma de su destitución asomó tras el batacazo de Xerez. Volvió al armario, pero un nuevo tropiezo podría invitarle a mover sus cadenas de manera definitiva.

Lo peor es que, contrariamente a lo que sucediera con anterioridad, ni siquiera el regreso a Mendizorrotza puede utilizarse ahora como un factor tranquilizador. Las dos últimas actuaciones del Alavés ante su afición se han saldado con derrota y empate ante los que en ese momento eran los colistas de Segunda, con lo que no sólo han servido, como era habitual, para coger aire, sino que incluso han complicado más la situación alavesista, en lo clasificatorio y en lo anímico.

El Alavés buscará el golpe de timón ante un rival peligroso. Un Girona con poco nombre pero que está sabiendo estirar la inercia del ascenso para vivir con tranquilidad sus primeros pasos en la categoría de plata. El equipo catalán, de todos modos, pierde muchos enteros lejos de su campo porque no entran «enchufados y con la energía necesaria a los partidos», según su entrenador. Llega a Mendizorrotza, además, con las bajas de los sancionados José y Matamala, los dos jugadores más utilizados hasta ahora por Raúl Agné.

También por sanción, José María Salmerón se queda hoy sin Mateo y Edu Albacar, a los que sustituirán César, retrasando su posición, y Pablo Casar, de vuelta en el once. El técnico andaluz, por contra, recupera finalmente a Gaizka Garitano y Emilio Sánchez, que parecen tener plaza asegurada en el equipo titular.