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XXXI Maratón de Donostia

2.900 ante un vendaval anti-marcas

El marroquí Lamachi encabeza un podio africano en Anoeta y la navarra Ana Casares emula a Irizar tras adjudicarse la Behobia.

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Miren SÁENZ | DONOSTIA

Abdelkebir Lamachi y Ana Casares se proclamaron vencedores del maratón de Donostia en condiciones desfavorables. El frío constante y en aumento, puesto que los 7 grados de la salida bajaron a 4 tres horas después del inicio cuando todavía quedaba mucho corredor por las avenidas, el viento y a ratos la lluvia no contribuyeron a las marcas. Así que los récords de Timothy Cherigat (2.09:56) y Ana Isabel Alonso (2.26:51) no peligraron en ningún momento

Los siete africanos, que animaron la prueba en los primeros compases, se convirtieron en cinco superados los 15 kilómetros. El medio maratón se pasó en 1.05:41 y el km. 25 en 1.17:42. Descolgados Ahmed y Koech en el 30, la victoria era cosa de tres. Lamachi abandonó en el kilómetro 32 la compañía de Hosea Kosgei y de Badada Tesfaye, un etíope con diversos intentos de escapada frustrados, finalmente tercero.

El marroquí, natural de Safi, lleva cinco de sus 28 años como profesional del atletismo. Acredita una mejor marca de 2.11:55, nada espectacular para lo que se lleva últimamente y ayer no pudo bajar de 2.15. Pese a que vomitó nada más cruzar la línea de meta y durante la carrera fue un sonriente ganador. Lo atribuyó a las gélidas temperaturas y culpó a un viento demoledor de su discreto registro.

También molestó a Ibon Esparza, inconfundible por su cinta con ikurriña en la frente, séptimo y primer vasco. El fondista del club Goierri Garaia definió así el panorama: «Te pasas cuatro meses preparando la carrera para que luego te salga un día perro. Pese a todo he andado en mi marca así que estoy muy contento. En otras condiciones creo que podría haber andado en 2.22. Ahora toca descansar y hacerse una farra, que después de esto me la he ganado».

El donostiarra, que hace diez años cambió el stick de hockey hierba por las zapatillas, se proclamó por primera vez campeón de Gipuzkoa y le puso al mal tiempo buena cara. No era para menos.Permanentemente acompañado, el pupilo de Santi Pérez contó con la colaboración de sus homólogos Asier Cuevas y Ramón Otegi y de un par de atletas que se trasladaron desde Murcia para amenizarle el recorrido. Su entrenador y Amaia Arana, habitual en el podio hasta su retirada, le siguieron en moto, su cuadrilla le animó incansablemente y en las gradas sus compañeros en la empresa de material informática donde trabaja no pararon de jalearle. Ventajas de correr en casa.

Casares emuló a María Luisa Irizar. La navarra, como la andoaindarra, ha vencido en la Behobia y en el maratón. Tres semanas después de subir al podio en la popular más concurrida acompañada por sus dos hijos, dejó a los chavales en casa para viajar de víspera y descansar sin interrupciones antes de su cuarto maratón. Embutida en un grupo numeroso hasta el kilómetro 35, allí se quedó atrás y notó la soledad y una ampolla en el pie que no le impidió superar a las rusas.

La fondista de Hiru Herri entró en el puesto 51 general, y por muy poco no pudo mejorar esos 2.36:55 que guardaba de Berlín. En su página web posa orgullosa junto al recordman Gebreselassie, el etíope que saca petróleo al circuito que concluye en la puerta de Brandeburgo. «No es mejor que éste», dice la triatleta que también piensa que el maratón es más exigente que el ironman. Opinan parecido dos aficionadas a las carreras de montaña que debutaron en los 42,195 kilómetros. La irundarra Alizia Olazabal, quinta en la clasificación femenina, aunque su condición de no federada le impidió proclamarse campeona de Gipuzkoa, y la ordiziarra, residente en Beasain, Elena Calvillo, séptima, que se llevó el título. Ambas se acercan a los 40, trabajan fuera y en casa y ayer comprobaron que el asfalto a este nivel es otra cosa.

CLASIFICADOS

De los 3.280 atletas inscritos, 2.900 tomaron la salida y llegaron a meta 2.620. 454 bajaron de las 3 horas. Entre ellos, el nudista vizcaino Patxi Ros que completó el recorrido desnudo pese a las bajas temperaturas.

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