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Los últimos aficionados son los mejores

Joseba ITURRIA Dorsal 1641

Hacía más de dos horas que los primeros habían pasado por el kilómetro 39 y un buen hombre para animar a los más rezagados les recordó la frase de que «los últimos serán los primeros». Llovía con tanta fuerza como con la que azotaba el frío y él seguía ahí, como los pocos que se mantuvieron en unas calles desiertas para dar un ánimo a los que más lo necesitaban. Los últimos corredores serán los últimos, pero los últimos aficionados en irse a su casa son los mejores y se agradece en un final que la falta de ambiente y la lluvia hizo más duro su meritorio apoyo.

Uno volvía a correr el maratón de Donostia muchos años después. La organización ha mejorado mucho, sus voluntarios tienen un comportamiento ejemplar con los corredores, pero es una prueba muy dura para los que necesitan más de cuatro horas para llegar a meta porque los que pueden dan ambiente y colorido a la carrera representan un porcentaje muy escaso. Entre ambos maratones uno corrió el de Londres y volaba en los últimos kilómetros empujado por la marea humana que había dentro y fuera del recorrido. El volumen de participantes que acaban entre las 4'15 y las seis horas representa el 55%, -ayer en Donostia, que sitúa el tope en las 4,30 y puede parar a los que vayan por encima de ese promedio, supusieron el 4%- y para lograr un dorsal muchos mienten y dicen que su marca es de tres horas porque para los que corren por encima de las cuatro están casi imposibles. Muchos van disfrazados y todos corren por divertirse y vivir el ambiente, no por competir. Ese 55% hace grande ese maratón y en el recorrido no se ve un coche, se cierra el tráfico de la parte principal de la metrópoli. ¿No se puede cerrar Donostia cinco horas al año y hacer un recorrido más atractivo sin los seis kilómetros terribles de Igara en los que estos corredores se paran y andan ante la falta de un solo seguidor que les anime a seguir? La mayoría de los 16.000 que hacen popular la Behobia pueden correr el maratón en cinco horas con un poco más de entrenamiento si su ambiente es similar. Es por ahí por donde puede crecer la carrera. Mientras tanto, los últimos sufren porque son tan pocos como los que les esperan y animan y al salir del centro en el kilómetro 30, la barrera psicológica del maratón, sólo quedan esos pocos aficionados, los mejores, que animan y distraen a unas mentes más cansadas que las piernas que sólo piensan en esa pancarta kilométrica que nunca llega.

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