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Martxelo Díaz Periodista

Fascistas de ayer y de hoy

La película «La buena nueva», dirigida por Helena Taberna, muestra la represión que se vivió en Euskal Herria tras el golpe de estado fascista dirigido por los generales Francisco Franco y Emilio Mola. En la pantalla grande aparecen episodios de los que habíamos oído hablar, como mujeres con el pelo rapado a las que les dan aceite de ricino para pasearlas después por la plaza del pueblo, depuraciones de maestras, fusilamientos, la elaboración de listas negras por los caciques locales o la colaboración de la Iglesia católica en la represión.

Habíamos oído hablar de todo ello, pero verlo en una película contribuye a que podamos comprender mejor cuál era el clima de terror que se instauró en los pueblos vascos a partir de julio de 1936. El día que fui al cine a ver esta película, la sala estaba repleta de personas que vivieron estos hechos en primera persona. No era una proyección habitual.

La película de Taberna tiene muchas virtudes. Una es la de mostrar a Gorka Aginagalde, al que hasta ahora habíamos visto casi en exclusiva en papeles cómicos, como un actor con recursos para sacar adelante un personaje complejo. Otro de los aciertos de la película es el de la ambientación, a lo que contribuye la elección de los lugares en los que se ha llevado a cabo el rodaje.

Hernani y Leitza son dos de los escenarios en los que se ha grabado la película. Llama la atención que, cuando han pasado 72 años del golpe de Estado fascista, los alcaldes de ambos municipios pertenecen a una formación ilegalizada y que lleva combatiendo al fascismo desde los años 30. Resulta chocante ver en la película cómo el Ayuntamiento de Leitza aparece «adornado» con la bandera española y el yugo y las flechas, pero este es el objetivo que, entrados ya en el siglo XXI, muchos quieren conseguir. Para ello, ahora como entonces, pasan por encima de la voluntad popular, persiguen a electos de izquierdas y abertzales que cuentan con el apoyo mayoritario de sus vecinos y quieren imponer símbolos que resultan ajenos como la rojigualda española.

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