La Mesa del Parlamento de Gasteiz ha acatado sin chistar la imposición de la bandera española frente a su fachada y a algunas les ha parecido estupendo. A Tonia Etxarri, sin ir más lejos.

En su columna de ayer en «El Correo Español», Etxarri aplaudía porque, «con la oposición de EA, por supuesto, que consta en acta» las cosas se harán como dicen los tribunales españoles y no como dicen los representantes de la ciudadanía. No ocultaba, además, su satisfacción por la docilidad de sus señorías, que «no se han entretenido en pedir contrainformes, pasarle la bola a la Junta de Portavoces, poner pegas o idear las correspondientes triquiñuelas dilatorias». Se obedece, se cumple y punto pelota.

Y como EA no ha querido que fueran así las cosas, la columnista ironiza: «Para EA, la situación ideal, y así lo explica su representante Rafa Larreina, es que no ondee ninguna bandera porque así, se respeta `todas las sensibilidades' de la sociedad vasca. Para este político nacionalista, la negación es lo que reafirma en cuestión de banderas. Es decir, que en lugar de exhibir todas las enseñas, propone una situación incolora, inodora e insípida, como si se tratara de apostar por el limbo político». O por no aceptar imposiciones, cabría matizar.

Recuerda Tonia Etxarri que «hace exactamente un año fue el PP el que propuso que el Gobierno vasco colocase la bandera española en todas las sedes y edificios públicos. La iniciativa se la tumbaron por goleada: los tres partidos del gobierno de Ibarretxe y EHAK. Su ponente, Carlos Urquijo, tuvo que oír todo tipo de descalificaciones por haberse atrevido a pedir que se cumpliera la Ley de Banderas, aprobada en 1981, y que se incumple con la alegría foral que nos caracteriza». Aprobada sí, pero ¿dónde? ¿Por quienes?

Y, al final, la hemorragia de satisfacción: «Ahora la Justicia ha dado la razón a los populares. A los socialistas les parece bien la sentencia. Y la presidenta del Parlamento vasco, que se presenta como cabeza de lista en las próximas elecciones, no quiere reproducir actitudes cerriles de otros tiempos que no condujeron a otra cosa que a la división y a tener problemas con la justicia. Una actitud muy hábil, aunque a Egibar no le guste». A mí tampoco.