De cómo el joven Temüjin se convirtió en Gengis Khan
«Mongol»
Kazajistán quiere demostrar al mundo que también puede hacer grandes producciones, para así contestar a las burlas vertidas desde Hollywood por «Borat». Con «Mongol» consiguió llegar hasta la ceremonia de los Óscar, ya que la película del ruso Sergei Bodrov quedó entre las cinco finalistas que aspiraban a la Mejor Película de Habla No Inglesa. Además de restituir la figura histórica de Gengis Khan, es un canto épico a las tribus nómadas de las grandes estepas.
Mikel INSAUSTI | DONOSTIA
Algunos espectadores puede que se sorprendan al comprobar que «Mongol» es una biografía que se centra en la infancia, juventud y primeras conquistas como guerrero de Gengis Khan, pero es así porque forma parte de un ambicioso proyecto que Sergei Bodrov piensa convertir en una trilogía. Como ruso, el cineasta sentía una deuda histórica con una figura enclavada en las raíces de una importante extensión de su territorio. Esa conexión cultural ya había motivado antes a otros compatriotas suyos como Nikita Mikhalkov, que dedicó al pueblo mongol su película «Urga».
Hay otros muchos países donde se conserva la herencia de Gengis Khan como un tesoro, y uno de ellos es Kazajistán que, al producir la película, se lo ha tomado como un acto de desagravio frente a las burlas recibidas desde Hollywood en la infame comedia paródica «Borat». Y para los japoneses también es un motivo de orgullo que uno de los suyos encarne al legendario conquistador, por más que el actor Tadanobu Asano se haya tomado semejante honor con total humildad.
Cultura nómada
Pero en todos esos lugares la biografía de Gengis Khan ha sido enseñada en las escuelas de un modo tendencioso, al ser presentado como un bárbaro, cuando más bien fue un visionario que logró unificar a las dispersas tribus mongolas hasta fundar un imperio como no se ha conocido en otro entre Europa y Asia.
Hablar de su vida es hablar de las excelencias de la cultura nómada de su pueblo, nacida de la estrecha relación de supervivencia entre el hombre y el caballo. Los jinetes que aparecen en «Mongol» son nativos reclutados en los mismos paisajes por los que cabalgó el guerrero del siglo XII, y que demuestran sus habilidades sobre una montura ante la cámara. De la misma manera que el rigor biográfico se ha buscado en los estudios del historiador ruso Lev Gumilev, para la recreación de las batallas no se ha utilizado ningún efecto digital, filmando en un estilo naturalista el tipo de lucha que desarrollaron los antiguos mongoles, cuyas costumbres nómadas vinculadas al pastoreo todavía se conservan en esencia. «Mongol» es una gran producción épica hecha con los pies en el suelo, por lo que transmite una verosimilitud inimaginable en una costosa película de Hollywood. Los veinte millones de euros empleados han servido para poner en marcha un equipo rodante que ha viajado por los confines del antiguo imperio de Gengis Khan, incluso llegando a abrir caminos donde no existían para poder trasladar el material.
Bodrov ha resucitado en su aventura el espíritu de los antiguos pioneros del cine como Flaherty, lo que nos sitúa ante un espectáculo intemporal. Su grandiosidad reside en la fuerza paisajística de la inmensidad de las estepas, fotografiadas por Rogier Stoffers con la belleza de un western oriental. De tan magnífico entorno natural se contagian los actores, que se expresan con el máximo ascetismo en aras a reflejar la importancia del esfuerzo físico de aquellas gentes emprendedoras. Así debió de ser el joven Temüjin, a la sazón Gengis Khan.
Los mongoles se han visto ofendidos por el punto de vista ofrecido por el film acerca de Gengis Khan. «Mongol» es el primero de una trilogía que narrará su ascenso al poder: la presente analiza, en concreto, sus años de juventud.
No es la primera vez que el cineasta ruso Sergei Bodrov opta al Óscar de Mejor Película Extranjera, pues estuvo muy cerca de conseguirlo en 1996 con su aclamada «El prisionero de las montañas», película que obtuvo el Premio de la Crítica en Cannes. Estaba basada en la novela de Tolstoi «El prisionero del Caúcaso», pero convenientemente puesta al día en relación con el conflicto de Chechenia. Después ha tenido oportunidad de mostrar su respeto hacia los animales en «Corriendo libre», según una idea de Jean-Jacques Annaud, y «El beso del oso».
M. I.