Nicolás Xamardo y Jurgi San Pedro Investigadores sobre Oteiza
Oteiza, ANV y Txabi Etxebarrieta: el arte y la política
Los firmantes del artículo ponen de relieve la estrecha conexión histórica entre Oteiza, ANV y Txabi Etxebarrieta, aportando para ello evidencias que parten de la descripción del artista como un ser comprometido profundamente con la independencia y el socialismo, una faceta esencial de Oteiza que ocultan sistemáticamente «quienes tienen patrimonializada y bajo control su obra plástica». Es especialmente reveladora su concepción de la relación entre arte y política, muy crítica con la sumisión al Estado.
Satisface, entre tanta frustración acumulada, que quien se empeña en borrar del mapa político y humano, y por todas las vías -legales e ilegales-, expresiones socialistas históricas y autodeterministas en Euskal Herria se convierta en el máximo precursor, sin quererlo, y quizá sin ser consciente, de recuperaciones de memoria histórica en dimensiones inimaginables; hasta el punto que revitalizan a nuestros mejores «inmortales», ya sean éstos proyectos políticos o sujetos políticos, ambos vivos en nuestro imaginario, en este tiempo crítico y excepcional a partir del cual ya nada será igual.
Estamos cerrando lo que se vino en llamar «año Oteiza», y necesario se vuelve apuntar a toda persona interesada en lo que hizo y dejo de hacer nuestro maestro. Se señalan dos focos mínimos de atención, que puedan servir como criterios críticos interpretativos, o como fuente de interrogantes y dudas ante toda opinión que no empiece diciendo que Oteiza fue, ante todo, un patriota combativo, con una ambición política y social clara y contundente: los términos independencia y socialismo son claves en su pensamiento político.
Y aunque lo quieran negar quienes tienen patrimonializada y bajo control su obra plástica, su inmensa obra espiritual vive desbordada entre nosotros. No hay en el mundo poder que la pueda apresar y esterilizar. La fuerza de la memoria irrumpe sin concesiones ante las contenciones apolitizadas sobre lo que nos legó gure Oteiza.
Aquí van dos apuntes básicos, extraídos del trabajo de otro grande, M. Pelay Orozco (1979), que tantas vías de acceso a Oteiza ha abierto. Dos apuntes para sospechar de la legitimidad del PNV y sus socios monárquicos para nombrar a nuestro hombre.
Se sabe que ha sido ANV quien dio apoyo logístico a la incipiente actividad política internacionalista de nuestro genio, ya cuando llegó a América, Buenos Aires, junto a Narkis Balenciaga en 1935; y más tarde cuando, estallada la guerra, se casa con su compañera a muerte, Itziar, y utiliza la maquina de escribir de ANV, en el café Berna. Incluso fueron los locales de ANV en Buenos Aires los que acogieron sus obras escultóricas, así su mítica obra «Figura comprendiendo políticamente», que el mismo Oteiza en el pie de foto de la escultura en cuestión, que aparece en el volumen de Pelay Orozco, (p.317) expresa «quedó en el local de ANV». Hoy sabemos que está en Alzuza.
Con estas pistas, de verdad, sobre el tapete y considerando toda la humillación a la memoria del ANV que se está permitiendo, y que supone la humillación de todo un compromiso histórico de lucha social, vasca y republicana, es tiempo de, por una parte, recuperar la memoria de nuestro internacionalismo comprometido con las luchas sociales de liberación de los pueblos del mundo, y, de otro lado, abrir la luz del hermanamiento político de Oteiza con ANV, para así contribuir a los absurdos del Real PNV, que poco más le queda al timón.
Y es lógico que haya sido y sea así, dada su sintonía con ANV. Recordemos que el maestro realizó formulaciones anticipantes y novedosas sobre las relaciones entre el arte y la política ya en 1944 («Carta a los artistas de América»). Se mostró especialmente crítico con aquellas teorías que sostienen que el arte debe estar subordinado a la política; es decir, al servicio de los intereses del Estado (esa prestación se subvenciona y, a cambio, el sistema cuenta con una intelectualidad sumisa). Apostó por una relación dialéctica entre arte y política; el artista, mediante criterios estéticos propios, debe integrar una visión del mundo (una política nueva) en sus obras. Y esa nueva política en la que inspirarse era la política de ANV.
Se sabe también que en lo alto del muro frontal de nuestro centro espiritual más emblemático y simbólico, Arantzazu, allí en lo alto del muro, a los pies de la Madre Piedad, yace el Hijo Muerto, Txabi, que como expone Oteiza en el pie de foto donde aparece Txabi Etxebarrieta, (p. 516), dice «7 de junio, sacrificado en Benta-Aundi, el primero de nuestra Resistencia última... cuando subo el 1 de noviembre ya he decidido que pondré en lo alto del Muro. El Hijo muerto, a los pies de la madre, que estará mirando, clamando al cielo, hablando, no sé...».
He aquí materializada la referida integración creadora de arte y política. Recordemos que para Oteiza el arte produce verdades y que esas verdades inauguran un tiempo histórico y crean una nueva periodización por las innumerables novedades que enuncian y anticipan. Nuestro artista, mediante el acontecimiento fundador del cristianismo (vida, pasión, muerte y resurrección de Cristo), representa lo que para él es el acontecimiento político fundador de la nueva política en Euskal Herria, el nacimiento de ETA, a través de la figura yacente de Txabi Etxebarrieta. De la resurrección, de la difusión de su mensaje, dan fe los 14 apóstoles que, desde el vacío que, a la vez, los separa y los une, van creando la nueva Euskal Herria.
La conexión es clara, y ha quedado inmortalizada. Toda crítica ha de ser bien fundada, y el que no quiera ver que no vea, pero cuando acudimos a Arantzazu y miramos a lo alto del muro, tenemos a Txabi y pensamos a Oteiza: su estética, impenetrable y retirada como el Padre. Su obra, sufrimiento y salvación, como el Hijo. Sus efectos, crucifixión y resurrección, como el artista genial.
Habrá quienes eviten mencionar la conexión situación política concreta-creación artística intemporal, pero lo cierto es que esa estatua permanece y su única lectura se la dio Oteiza, para que ningún tiempo se la pueda borrar.
En relación a esta otra pista, se estimula la línea de recuperación de los diálogos Oteiza-Txabi que se sabe se dieron, y que, como material, debería volverse accesible: nuestra memoria histórica lo exige.
Una reflexión final: la memoria histórica está detonada, sus medios imaginarios de producción forman parte de la fuerza humana concreta, la ideología que mueve y aumenta simbólicamente la efectividad de nuestras aspiraciones sociales y nacionales sin resolver. En la palabra y pensamiento de Oteiza, tenemos una mina ideológica para el combate; no tanto en sus piedras.