Maite SOROA
Los halagos de Madrid
Ya le pasó a Josu Jon. Que de tanto relamerse con los halagos de los cortesanos madrileños se le nubló la vista y se salió de la carretera. A ver si a Urkullu le va a suceder otro tanto.
Ayer Carlos Carnicero en «El Plural» se deshacía en mieles para el sucesor de Imaz porque «a diferencia del propio lehendakari Juan José Ibarretxe y de los miembros del partido y del gobierno que se identifican con Joseba Eguibar, la cuestión nacional -que en el fondo no se sabe bien que cosa es- para el presidente del PNV tiene recorrido dentro del marco de la Constitución y no se puede hacer desconsiderando la existencia de la violencia terrorista de ETA que utiliza precisamente la existencia de un supuesto contencioso político para pretender justificar sus ataques». Si la Constitución (española, of course) se fundamenta en la unidad indisoluble de lo suyo, no se entiende muy bien lo que dice Carnicero, ¿verdad?
Lo que entusiasma al columnista zapateril es que «el posicionamiento del presidente del PNV contra ETA ha dado un salto cualitativo cuando ha retado a la organización para que le ataque directamente a él y deje en paz a los empresarios que trabajan en las obras del AVE». Más follón.
La felicidad del escribiente va in crescendo a medida que avanza en la columna: «el gesto de Iñigo Urkullu, aunque sea en vísperas electorales, es de clara solidaridad con todos los amenazados directamente por ETA. Es un punto de inflexión en la larga historia de las amenazas de la organización terrorista en la que durante muchos años los ciudadanos no nacionalistas tenían el monopolio de las intimidaciones de ETA mientras que tener una ideología nacionalista era un seguro de vida aunque en honor a la verdad ha habido ertzainas asesinados». Ya se ha liado el hombre. ¿En qué quedamos?
Pero la guinda la pone al final: «Es una trampa intentar buscar razones en los asesinatos de ETA porque la muerte, en sí mismo, es la única razón. Si pudieran nos matarían a todos los que no pensamos como ello. Pero el gesto de Urkullu, para la parroquia na- cionalista, es una novedad que les puede hacer pensar sobre la posición que todos los vascos deben tomar ya sin dilaciones ni excusas contra el terrorismo». ¡Cuidado con los halagos!