Francisco Larrauri Psicólogo
Lehendakari Ibarretxe y la prueba del nueve
Ahora toca demostrar que no estamos ante ningún concepto abstracto mental, que eso, el estado vasco, vendrá, pero como resultado de una movilización que Ibarretxe ha querido hurtar a la ciudadanía y, en definitiva, en la que no ha querido participar
Cuando no existían las calculadoras de bolsillo, don Rufino, una bestia parda de las matemáticas para muchos niños de Gasteiz, enseñaba una curiosa forma para comprobar si el resultado de una división, de aquellas que estabas media tarde del domingo para terminarla, era definitivamente el correcto. Era la prueba del nueve. Una operación rápida y sencilla al alcance de todos, incluso de aquéllos a los que no les salían las cuentas, y que demostraba casi a primera vista si aquella larguísima división tenía o no el resultado correcto.
Hoy aplicar la regla del nueve a cualquier situación es sinónimo de comprobación con argumentos sencillos, populares y muy rápidos de que aquello que se presume como verdadero y positivo no sea en realidad falso, ilegítimo y negativo. Y lo que hace generalizable esta música matemática es precisamente el fundamento en que se basa la prueba del nueve, es decir, la congruencia de los números. Esta congruencia sirve para desenmascarar a quien vende por verdadero y genuino aquello que es auténtica quincalla, y se convierte en el arma más poderosa que tiene la ciudadanía para desenmascarar a la clase política que transita por los pasillos palaciegos labrándose en secreto su futuro individual.
Termina 2008 y el proyecto que lleva el nombre del lehendakari ha fenecido casi sin espectadores. Su inconsciente ha celebrado a su manera un cincuentenario y ha querido justificar el «no» que algunos jóvenes ya expresaron a esas ideas en 1958. El plan de Ibarretxe, se ha fundido en vivo y en directo con su epitafio: «Eso vendrá». Esa displicencia, incredulidad y el sentimiento de alejamiento de sí mismo se han apoderado del personaje al final de la obrita y lo confunden con todas las sombras de Euskal Herria. Estas jugarretas extrañas tienen un coste, el lehendakari escuchó el tamtan de las aspiraciones vascas en todas las kalejiras (déjenme que, llegados a estas fechas, realice un pequeño homenaje a los 50 años de lucha de los que dan lo mejor, los mismos que celebra estos días la revolución cubana) y quiso seguir y dirigir el ritmo callejero, sin una profunda toma de conciencia de cómo se comporta su cuadrilla, o sea el PNV y sus amigos de Madrid.
Por la forma en cómo ha utilizado las herramientas políticas a su alcance, Ibarretxe ha convertido para algunos lo que era una sencilla idea legítima en legítimos conceptos abstractos, y para otros en un castillo de naipes. Ha querido dar la imagen de que no conseguía encontrar ninguna razón de por qué no debía funcionar su plan en el proyecto general de Euskal Herria con el Estado español. La realidad ha sido otra, las suposiciones necesarias estaban pactadas para un retorno a la serenidad más acorde con el régimen borbónico y el mundo constitucional español. Miren, si no, cómo se cuelgan las banderas como churros y se condecora a los torturadores y sus familias.
El lehendakari quiso darle a su proyecto el perfil más alto posible para que fuera capaz de atraer la atención inmediata de la gente, sin importarle, a pesar de las suposiciones necesarias que ya habían realizado al unísono Madrid y Lakua, la fractura, la desmotivación, inhibición y adormecimiento que podría significar el riesgo de pasar otra legislatura persiguiendo sombras. Los de aquí a sus negocios, y para los de allá viento a favor para las ilegalizaciones de EHAK y ANV, de los ayuntamientos abertzales, para la tortura y el tratamiento penitenciario especial... Con este entorno y ese periscopio, todo apunta a que la naturaleza será más benévola con los asteroides vagabundos por el espacio sideral que con el finalísimo «eso vendrá», pues los sabios en el laboratorio cada día demuestran que la naturaleza no juega al azar.
Ahora les toca a los que siguen pensando que el soberanismo es la solución a un grave conflicto en Euskal Herria demostrar que no estamos ante ningún concepto abstracto mental ni tampoco ante un teatro aliñado con un cúmulo de teorías esotéricas preelectorales. Toca demostrar que, eso, el estado vasco, vendrá, pero como resultado de una movilización que Ibarretxe ha querido hurtar a la ciudadanía y, en definitiva, en la que no ha querido participar.
La prueba del nueve ha desenmascarado de una forma muy sencilla algo que se presumía complejo de demostrar, porque la espectacular infalibilidad de esta regla se basa precisamente en la congruencia. Hoy el «eso vendrá» de Ibarretxe ni siquiera forma parte de los estándares gubernamentales de su partido. En definitiva, durante el año que se acaba, anclado en el miedo a un régimen que murió el siglo pasado, no ha cuidado lo que decía defender. Otros lo harán.