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Fermín Gongeta Sociólogo

¿Votar a EA? Escisiones o pataletas

El análisis del autor pone de manifiesto las serias contradicciones que existen entre las declaraciones de los líderes de Eusko Alkartasuna y la práctica política de este partido. En su opinión, la decisión de no presentarse a las elecciones junto al PNV abre un largo listado de interrogantes que plantea, una por una, en el artículo.

Fue el primer día de los encuentros de Alfonso Sastre Kultur Elkartea. El día 18 de noviembre, en el Koldo Mitxelena. Desde mi observatorio junto a la puerta de salida, las figuras de Alfonso y Arnaldo me hicieron sentir la presencia viva de la palabra, de la reflexión, del acercamiento humano y de la sensatez política. La existencia de aquello de que tanto carecen en estos momentos las instituciones en Euskal Herria.

Tras las exposiciones de ambos, desde las primeras filas de la sala, una voz entrada en años preguntó: ¿Con las ilegalizaciones, tendremos que votar a EA? Y la respuesta de Otegi fue tajante: yo no votaré a EA.

La última separación de EA (GARA, 2008-11-11). El anuncio de Eusko Alkartasuna de su decisión de no concurrir en coalición con el PNV a las elecciones al Parlamento de Gasteiz es posible que no haya extrañado ni a sus socios de coalición y de gobierno... Cualquier observador ha podido apreciar el creciente distanciamiento entre ambos partidos... cuya confirmación ha sido la presentación por parte del PNV de la oferta del llamado «Concierto político» tildado por EA de «concesión de veto al Estado» y «renuncia de derecho a decidir».

Días antes, Unai Ziarreta, actual presidente de EA, había afirmado: «Nuestros planteamientos políticos está muy claros. Nosotros somos un partido independentista que aboga por superar un marco estatutario que consideramos agotado».

Pero no podemos juzgar a un partido por lo que sus dirigentes dicen, sino por lo que hacen. Y no se trata de la primera escisión de EA respecto del PNV. Tampoco será la última.

Primera escisión. El once de octubre de 1986, el presidente del Parlamento vasco, Juan José Pujana, como militante del nuevo partido, anunció que EA había quedado inscrito en el registro de Partidos Políticos. Y en el comunicado añadió: «Euskadi, como nación que es, tiene derecho a ser reconocida como tal en todas las naciones del mundo».

El entonces representante del GBB, y convertido en portavoz de EA, Markel Izagirre, señalaba el día siguiente: «Hay que ser más nacionalista de lo que últimamente se ha sido desde el PNV. La autodeterminación es la proclamación más solemne y clara de que somos nacionalistas.... Es el derecho a ser independientes si hace falta».

Los días 3-5 de abril de 1987, EA celebró en Iruñea su Congreso Constituyente. En su ponencia política se lee: «EA pretende constituirse en instrumento de unión de los vascos en su lucha por las libertades nacionales de Euskadi y por su transformación social. EA proclama el derecho a del Pueblo Vasco a ejercer su libre determinación para constituir un Estado Vasco reunificado e independiente... No renuncia a la política real del presente, desde la responsabilidad de profundizar día a día en la recuperación de las libertades y la mejora de las condiciones de vida de los vascos» (Escisión del PNV. Justo de la Cueva, 1988).

Su objetivo inicial de lucha por la independencia se convirtió al cabo de tres días en el de la recuperación de las libertades, y la transformación social que preconizó a la apretura del Congreso la redujo a la mejora de las condiciones de vida de los vascos. Si la rebaja del Estatuto por parte de Madrid pareció ser la razón de la escisión, el Congreso de EA empequeñeció también sus iniciales pretensiones.

En aquellas elecciones de 1986, el PNV se alió con el PSE y Ardanza fue elegido lehendakari. Fueron los cuatro años de separación matrimonial del PNV y Eusko Alkartasuna.

Pero después, desde 1990 hasta junio de 1998, durante la segunda y tercera legislatura de José Antonio Ardanza y la primera legislatura de Ibarretxe, EA, que se presentaba en solitario a las elecciones, formó parte del Gobierno vascongado junto al PNV y el PSE-EE. Fueron doce años de intensas relaciones previas a la nueva unión, doce años de relaciones prematrimoniales, maniobrando el reencuentro.

Nueva convivencia, en el siglo XXI. En las elecciones de 2001 y 2005, PNV y EA cohabitan. Fortalecen su intimidad y se presentan adosados a las elecciones al Parlamento vasco, y unidos gobiernan con la presencia simbólica de IU-EB, encubridora de la relación íntima entre los dos parientes cercanos. Dos legislaturas de reunificación electoral y connivencia gubernamental.

Hoy llega la segunda ruptura. ¿Se tratará de una sencilla separación de cuerpos, pero no de voluntades, o se definirá un auténtico divorcio? Y si así fuera, ¿durante cuánto tiempo? Este distanciamiento político se produce en un momento histórico que a la dirección de EA se le puede presentar como mucho más propicio para un incremento de su electorado y poder en la Comunidad Autónoma.

Por un lado, el Gobierno del reino ha creado artificialmente un vacío político con sus constantes ilegalizaciones de la izquierda abertzale. Incluso la de ANV, que durante la II República ostentó una cartera ministerial, la del bilbaino Tomás Bilbao Hospitalet, en el Gobierno del socialista Negrín. Pero para el PNV y EA las ilegalizaciones no equivalen sino a posibilidades electorales.

La otra dimensión de la aventura de EA es la obligada referencia a los resultados de las elecciones pasadas, las del año 2005, en las que el PNV perdía cinco representantes, EA mantenía su tímido ascenso hasta conseguir ocho, y el PSE subía de trece a dieciocho. Situación muy propicia para el flirteo de los de Urkullu con los del Gobierno del reino.

Pero «cada partido da coces por detrás al que empuja hacia adelante, y se apoya por delante en el partido que tira para atrás. No es extraño que en esa ridícula postura pierda el equilibrio y se venga a tierra entre extrañas cabriolas, después de hacer las muecas inevitables» (K. Marx, «El 18 de brumario»).

Según esta afirmación, ¿el que EA vaya en solitario a las elecciones significa automáticamente que no gobernará luego con su consanguíneo, el PNV?

El independentismo que hoy EA proclama, ¿no se reducirá, tras las elecciones, a un sencillo incremento de competencias que satisfagan a la clase empresarial?

¿No se ceñirá EA a la pauta de la patronal española de Gerardo Díaz Ferrán, que pide a los partidos «que se comprometan a desalojar a ANV de los ayuntamientos» porque se trata de una fuerza «que, ilegalizada, no condena los atentados»?

EA, que en junio del año pasado se unía a ANV para desbancar al PNV en Azpeitia, abandona el gobierno año y medio después para presentar, junto al PNV, la moción de censura y arrebatar la alcaldía a ANV (GARA, 2008-12-12). ¿No acaba de separarse?

¿Estará dispuesto a llevar la lucha por la vuelta de nuestros presos políticos, por la revisión de sus juicios, por la total erradicación de la tortura?

¿Trabajará EA para conseguir unas instituciones republicanas o se contentará con la monarquía parlamentaria, hija del fascismo? ¿Hasta cuando soportará la inmoral y perversa ley de partidos?

¿Luchará por abolir los dos extremos como son el capital financieramente sobredimensionado y el trabajo asalariado de miseria y la pobreza absoluta o, por el contrario, intentará absurdamente armonizarlos en base a la paz de la sociedad?

Mantenía Telesforo de Monzón que «cuando nos falten datos de análisis, hay que estar atentos a las reacciones de nuestros enemigos y observar sus posicionamientos. Por ahí suelen venir los mejores indicios» (Punto y Hora/443).

En el caso de Eusko Alkartasuna, no faltan datos de análisis. Las amenazas revolucionarias, incluso las independentistas de los pequeños burgueses y de sus representantes democráticos, no son más que intentos de intimidar al adversario. Y para ello precisan necesariamente de otro partido que empuje por detrás, para poder cocearle.

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