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Francisco Larrauri Psicólogo

De las armas de destrucción masiva a «aurrera bolie»

Y como el fondo y la forma del juez Eloy Velasco son difícilmente comprensibles desde cualquier país europeo, los juzgados de la Audiencia descubren con miedo cómo aumenta en progresión geométrica la curiosidad irlandesa

Sigo con espanto las actuaciones judiciales españolas que ha deparado la expresión «aurrera bolie» que alguien anónimamente leyó en Ikatz Kalea de Donostia hace un montón de meses. Ese espanto, parecido al que sentía cuando veía películas de miedo en el cine de mi colegio los domingos por la tarde, me lleva a temer la justicia más que a respetarla, porquE en las cartas y contracartas que ha generado la mencionada coletilla se descubre el tipo de proceso que la Audiencia Nacional pretende realizar contra un ciudadano vasco supuestamente libre.

El interés por el análisis del texto expresado por el juez de Belfast Tom Burgess ha sido contestado con una biografía de Txomin Iturbe, pero ni siquiera con la minería de texto ni con la lexicometría han podido encontrar en todo el escrito anónimo en general ni en el «aurrera bolie» en particular, la forma de la línea argumental de ningún delito. «Aurrera bolie» se está pareciendo cada vez más a los inexistentes misiles biológicos de Sadam. Buscan en la contribución de cada palabra lo primigenio de «aurrera bolie», en definitiva, el ADN euskaldun para sentenciar que también las palabras son de ETA. Para ello el juez español Velasco reclama la responsabilidad sobre el enjuiciamiento «de fondo» de De Juana como Bush se reclamaba para él la verdad sobre las armas de Irak.

Y como el fondo y la forma del juez Eloy Velasco son difícilmente comprensibles desde cualquier país europeo, los juzgados de la Audiencia descubren con miedo como aumenta en progresión geométrica la curiosidad irlandesa. Ante el ridículo que se avecina por confundir pelotas con pistolas, parecido al que padecen Aznar, Bush y Blair con las fantasmagóricas armas secretas de Irak, la Audiencia española, en lugar de retirarse discretamente y cerrar el caso, implora el principio de confianza mutua entre profesionales, o lo que es lo mismo, «¡créame a mí y traígame a ese pollo!».

Pero parece que el derecho internacional no funciona así, ni tampoco la libertad ni la justicia irlandesa. Solicitar el principio de confianza mutua entre profesionales dentro de las instituciones siempre me ha sonado a corporativismo, gremialismo y amiguismo mal entendido. Es la misma confianza mutua que solicitó Bush en la guerra de Irak, y que concedieron jueces, presidentes, políticos y diplomáticos europeos, convirtiéndolos a todos sin excepción en auténticos cooperadores de criminales genocidas. Con este «¡déjamelo a mí!» se pone de manifiesto que los rasgos estructurales de cómo se va a dirimir el conflicto son los mismos que ha padecido el pueblo iraquí. En el lejano oeste se decía «¡antes de colgarlo, vamos a hacerle un juicio!» y los irlandeses con amplia representación en los conflictos de aquellos tiempos saben que ese es un tiempo para olvidar, y tienen intención de conocer el verdadero fondo de la cuestión a pesar de las múltiples derivadas con simulaciones y disimulaciones con que se pretende confundir a la sociedad internacional.

La mayoría de los ciudadanos europeos sabían que el trío de las Azores estaba cometiendo un crimen sobre el pueblo inocente de Irak, con premeditación, alevosía y el agravante de banda y hoy la inmensa mayoría de los vascos piensan lo mismo respecto un ciudadano libre convertido en un perseguido refugiado en Belfast.

Vista que la confianza que se concede a las instituciones de este país se malbarata con el silencio judicial ante la tortura, por citar un ejemplo, el juez Burgess haría bien de guardarse toda su confianza para realizar libremente su trabajo y no fiarse ni un pelo de los cantos de sirena que le llegan de un lugar en que el fraude de los nombres no es delito.

Sin hacer futurología, cualquier neófito en leyes puede aventurar las decisiones en el ámbito judicial español con sólo ver las formas que gasta quien objetivamente tendría que situarse en el polo positivo de la interpretación, ya que los criterios de evaluación justos exigen un encuadre correcto y un equilibrio saludable para no caer en el sesgo delirante que permita convertir «aurrera bolie» en una imaginaria bomba de destrucción masiva.

Si la persecución de una persona se basa en la lectura de un texto anónimo, en una reunión ante 500 personas en que el perseguido ha estado ausente, aunque el presidente del Gobierno español haya delirado que dicha lectura configura una intención criminal de aleccionar a los presentes en la violencia, me pregunto qué les sucederá a las firmas con la intención también de aleccionar a miles de lectores sobre este régimen escasamente democrático con Euskal Herria (vea Mr. Burgess el numero de presos, perseguidos y refugiados vascos..), y sobre esta lucha, ¡irabazi arte! que seguirá hasta lograr que los ciudadanos vascos no tengan que huir y refugiarse en Irlanda. La forma y el fondo que lo ponga cada uno sin practicar el fraude de los nombre ni la magia de las palabras.

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