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EKONOMIA 2009 - ANÁLISIS

La crisis no dará tregua

La crisis económica que se ha desatado con toda virulencia en 2008 tendrá su continuidad en 2009. Los despidos masivos de trabajadores, las dificultades de acceso a los préstamos por parte de consumidores y empresarios, la caída del consumo y de la inversión serán los compañeros de viaje del nuevo año. Además, todos los tipos de interés, incluido el de la eurozona, tenderán a cero, el PIB sufrirá decrecimientos a ambos lados del Atlántico y el nivel de los precios seguirá su cuesta abajo. Este último paso nos puede colocar frente a la temida deflación. Nadie cree en otro escenario y tan sólo los analistas más optimistas se atreven a dibujar un leve cambio de panorama a partir del segundo semestre del año.

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Alberto CASTRO Analista bursátil

Desde que comenzara la pesadilla actual -allá por el verano de 2007, con la caída del precio de la vivienda y el salto al estrellato de las «hipotecas basura» en Estados Unidos- no ha habido ninguna oportunidad para enderezar el rumbo de la economía, puesto que en este tiempo se han aliado circunstancias negativas a todos los niveles.

Si en un primer momento se vio que los bancos de inversión estadounidenses pagaban por sus excesos al fabricar, respaldar y distribuir productos de inversión complejos en los que se colocaban las hipotecas de más que dudosa viabilidad, después se ha sufrido un sinfín de contratiempos, con caídas en el crecimiento económico, pinchazo fulminante del nivel de los precios debido a la rápida bajada del crudo y, por último, pero esencial, la grave crisis de confianza generada en todo el mundo con el derrumbe del sistema financiero. En este terreno, los bancos se encuentran todavía cerca del colapso y no están actuando como canal de irrigación de liquidez para impulsar la actividad económica. Por el contrario, se están recapitalizando gracias a las aportaciones y facilidades de los bancos centrales con el objetivo de mejorar sus ratios de solvencia.

Las esperanzas para hacer más digerible lo que se avecina se concentran en el efecto de las políticas monetarias y la actuación coordinada de todos los países. En esencia, el objetivo es devolver la confianza a todos los agentes económicos e inundar de dinero los mercados para que los bancos sean capaces de recobrar su papel fundamental como dinamizadores de la producción, la inversión y el consumo.

No obstante, a lo largo de 2008 se han producido hechos trascendentales que ponen en duda la capacidad de los gobiernos actuales en la resolución de la crisis. No han sido capaces de prever las consecuencias funestas del libre mercado llevado a sus extremos. No han contado con verdaderos controles sobre las entidades financieras y no han articulado una regulación efectiva sobre sus prácticas, y así se ha asistido al derrumbe de los bancos de inversión, la hecatombe de las grandes aseguradoras estadounidenses, la quiebra de Lehman Brothers y, la guinda hasta ahora, la irrupción de la increíble estafa de 50.000 millones de dólares del ex presidente del Nasdaq, Bernard Madoff.

Al rescate

Frente a este torrente de tantas malas noticias en tan corto espacio de tiempo, los grandes estados han aprobado multimillonarios planes de rescate, en los que se han puesto fondos públicos a disposición de las entidades financieras y aseguradoras. En este mes de diciem- bre, además, se han habilitado líneas de ayuda para el sector del automóvil, uno de los más perjudicados por la caída de la demanda. No sería extraño que más sectores llamen a las puertas de los gobiernos para reclamar su porcentaje en el reparto de las ayudas públicas durante 2009.

No se va a producir, sin embargo, ningún cambio fundamental en la forma de entender la economía, ni tan siquiera dentro de la ortodoxia capitalista. Por tanto, ni va a haber «refundación del capitalismo» ni gestos verificables hacia los más desfavorecidos, a pesar de que se han llevado a cabo nacionalizaciones de entidades financieras sin ningún rubor y el desempleo crece de forma galopante. Así, no es de extrañar que el mismo presidente saliente de EEUU, George Bush, haya reconocido que se saltó la tesis sagrada del capitalismo, la autorregulación del libre mercado, para salvar a la nación.

El próximo 2 de abril tendrá lugar en Londres la segunda reunión del G-20 para hacer la primera valoración de los esfuerzos de reactivación económica decididos en noviembre en Washington. De ese nuevo encuentro no se esperan tampoco grandes novedades y volverán a prevalecer las manifestaciones en favor de una supuesta unión de voluntades para superar el trance actual.

De la inflación a la deflación

Todos los pronósticos macroeconómicos para 2009 son, cuando menos, poco satisfactorios. En el mejor de los casos, se asistirá a una recesión que se iría debilitando en la última parte del año. La deflación -el IPC en negativo- también se ha hecho un hueco en las previsiones de los analistas, aunque le otorgan pocas posibilidades de permanencia en el tiempo y sólo lo ven de forma puntual para algún momento del año.

El paro, por su parte, alcanzará cotas históricas de seguir el actual ritmo de destrucción de empleo, sobre todo en aquellos estados como el español que han basado su crecimiento en el sector de la construcción y la pujanza de la demanda interna.

En Estados Unidos, como ha reconocido el presidente electo, Barack Obama, la situación económica es de emergencia, por lo que ha previsto un gigantesco plan de 850.000 millones de dólares -6% del PIB- para engrasar la actividad mediante un programa de desarrollo de infraestructuras. Este dinero se une a los 700.000 millones de dólares aprobados con anterioridad para rescatar al sistema financiero y asegurador estadounidense. Con estas medidas de gasto público y las inyecciones de liquidez se pretende evitar la cristalización de una etapa dura de recesión, en la que el Producto Interior Bruto se mantenga mucho tiempo en negativo -el tercer trimestre cayó un 0,5%-, y que los precios culminen el tránsito de la desinflación actual a la deflación en 2009. Además, en esa lucha para reactivar la economía ya no se podrá contar con más rebajas del precio del dinero, por lo que la Reserva Federal deberá dedicarse a la inyección de más liquidez con la compra de activos titulizados, bonos y deuda a largo plazo.

A este lado del Atlántico, a diferencia de Estados Unidos, todavía se cuenta con un ligero margen de actuación en materia de tipos de interés. En Gran Bretaña se encuentran ahora en el 2%, su nivel más bajo en 50 años, y en la eurozona, en el 2,5%. Todas las señales apuntan a nuevos recortes para los próximos meses. Este abaratamiento del dinero trataría de suavizar los efectos de una recesión que ya nadie puede negar y que según pasan los meses se presenta de forma más contundente en todos los países.

En Europa los planes de rescate de la economía tienen carácter estatal y cada uno de los miembros de la Unión asumirá la reactivación con su propio modelo.

Esta acción gubernamental tratará de combatir, dentro del Estado español, una contracción económica que podría llegar, según los peores pronósticos, hasta el 1,7%, y con una tasa de desempleo en torno al 17%, es decir, alrededor de 4 millones de personas sin trabajo. En el Gobierno español, por el contrario, se aferran todavía a un crecimiento positivo del 1% en 2009 y una tasa de paro muy inferior. Sin embargo, dentro del mismo mes de enero, el ministro Solbes deberá corregir, una vez más, sus previsiones para acercarse a la realidad de la situación.

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