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Jon Odriozola Periodista

Rigor Mortis

Ocurrió que me paré delante de un cajero automático y no supe sacar, créanme, lo estoy viendo, oiga, los cuatro cuartos que me paga este periódico que dios confunda por estas txorradas que escribo y que no saben que lo haría gratis (o sea, que les engaño yo)

Año nuevo, reyes magos, olentzeros y la primera vez que tengo pánico al folio en blanco. No sé qué escribir. O sobre qué y de qué (y mira que hay temas, ¿no es cierto?). Falto de recursos, apuré el último: cambié el folio en blanco por otro azul. Se ve que no asimilé a Hegel. Porque yo escribo a mano y mando estos manuscritos por correo ordinario a este periódico, o sea, a pelo. Jamás usé el fax, esa antigualla, y no sé cómo funciona el ordenador y menos el correo electrónico. Lo confieso (y comulgo). Y pido misericordia a quienes tuvieron que descifrar mi austrohúngara (como decía mi entrañable Pablo Sorozabal Jr.) letra y luego «picar» los martirizantes textos que salían de mis «textículos». Tampoco usé olivetti y menos underwood porque no soy John Reed, qué más quisiera. Sólo papel y lápiz.

Cuando voy a la ciudad, pongamos que hablo de Bilbao, y quiero aparcar (conducir sí sé y no me explico cómo), lo hago en doble fila sin que me importe que me multen (soy metafísicamente rico) o se lleve la grúa el auto: no sé usar la OTA. Si quiero utilizar el metro, ignoro cómo darle a la máquina para sacar el billete (ya me pasó en Londres años ha). Una vez, fuera de mí, o sea, extramío, rompí una taquilla emulando a mi admirado tocayo Jon Manteca. Yo nunca blasfemo, soy decente. Yo no soy del pueblo.

Ocurrió que me paré delante de un cajero automático y no supe sacar, créanme, lo estoy viendo, oiga, los cuatro cuartos que me paga este periódico que dios confunda por estas txorradas que escribo y que no saben que lo haría gratis (o sea, que les engaño yo). Porque en mi vida todo lo he hecho gratis (total, que diría Solchaga). Por eso soy un inadaptado (mi suegra diría, con razón, un inútil). En realidad, lo que soy es un inválido, aunque tenga piernas que andan (en concreto dos; soy un fanático de la precisión, lo siento). No sé manejar las monedas. Si voy al kiosco, le ofrezco en mi palma equis monedas al vendedor de prensa libre para que se cobre el importe. ¿Idiota? (me refiero a mí, no al pobre kiosquero). Es posible. Todavía no sé a qué equivale un euro en pesetas (antiguas). ¿Creen que bromeo o les tomo el pelo, yo que he estudiado en Deusto? Pregunten a mi esposa. O, mejor, al kiosquero porque mi santa igual confirma la tesis (irrefutable según «think tanks» solventes) de que soy un idiota irremediable. Por cierto, ella me salva de mil y una anfractuosidades cotidianas típicas en quienes hicimos la primera comunión con traje de almirante y no marinerito raso.

No me adapto, decía. Pero no soy un reaccionario o un neoluddita. Creo en el avance de las fuerzas productivas y en el progreso. Ocurre que entran en contradicción con mis «personales» relaciones sociales de producción. Yo sólo uso (y no como valor de cambio) el pensamiento. No me hacen falta máquinas. Jamás he trabajado en mi vida. El pueblo me lo da y me lo ha dado todo (hasta que se den cuenta de lo jeta que soy). Los burgueses creen que se lo deben todo a sí mismos. Con su pan se lo coman. Yo trabajaré para ese concepto, sí, tan vagaroso llamado «pueblo» con el que siempre estaré en deuda. Pero que no tiemble el pueblo pues que me queda poco (si sigo fumando y comiendo marisco). Acabaré en el PSOE a este paso.

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