Encontrados bajo tierra
«City of Ember»
Frente a otras adaptaciones más comerciales de la literatura fantástica infantil, «City of Ember» ofrece el sello personal e imaginativo del joven cineasta británico Gil Kenan. Trabaja por primera vez con actores, con nada menos que Tim Robbins, Bill Murray, Toby Jones y Martin Landau.
Mikel INSAUSTI | DONOSTIA
El británico Gil Kenan, descubierto por Robert Zemeckis, es un joven cineasta que se sale de lo corriente dentro del fantástico. Con su anterior «Monster House», elevó el cine en relieve de animación a unas cotas imaginativas antes nunca exploradas, sin salirse de lo que era un cuento de terror para el público infantil y juvenil. Con «City of Ember» vuelve a apartarse de la norma, con una arriesgada propuesta artística dirigida a los menores que no se conforman con las adaptaciones que se hacen para ellos de la literatura fantástica del momento. Su propuesta está muy alejada de sagas como «Harry Potter» o «Las crónicas de Narnia», lo que le ha costado una respuesta comercial mucho menor. A ello ha tenido que contribuir también el hecho de que el ciclo de cuatro novelas escrito por Jeanne DuPrau no sea tan conocido, aunque creo que el primer libro está editado en castellano como «La ciudad de la oscuridad».
Caroline Thompson, guionista habitual de Tim Burton, ha acometido esta adaptación invocando al espíritu de escritores en la línea creativa del galés Roah Dahl, cuyas fantasías desprendían un onirismo que iba más allá de la consideración de los niños como receptores pasivos y crédulos, incapaces de soñar con otros mundos.
Sicología infantil
Y es que «City of Ember» no responde al esquema trillado de críos que pasan a otra dimensión a través de una puerta mágica, sino que introduce en la sicología infantil aspectos propios de la narrativa de ciencia-ficción de ambientación postholocáustica. Habla de una civilización subterránea que, para huir de la destrucción del planeta, se ha refugiado en una ciudad construida bajo el suelo. La pareja de adolescentes que protagoniza esta aventura insólita no se atiene a la consabida simbología superficial, como podría ser la búsqueda de la luz para ese universo que permanece en penumbra, sino que representan el futuro y la esperanza de la humanidad perdida. Los adultos han abandonado ya la idea de comunicar con el exterior e investigar la posibilidad de la existencia de vida fuera de su encierro colectivo, por lo que son los dos jóvenes los que, llegado el momento más crítico para los suyos, deciden investigar las causas por las cuales la energía eléctrica empieza a fallar. Sin ese suministro indispensable para el alumbrado no lograrán poder sobrevivir, una vez que el sistema se haya colapsado y la escasez de alimentos sea una realidad. No parece que sus intereses heroicos coincidan con los del alcalde, siniestro ser encarnado por el genial Bill Murray.
El diseño artístico de la ciudad bajo tierra corre a argo de Martin Laing, miembro del equipo técnico de James Cameron, que ha hecho un tipo de labor artesanal en los decorados para evitar la frialdad del recurso de la imagen digitalizada y construir algo orgánico. Son edificios como los que aparecían en «Metrópolis» de Fritz Lang, si bien la utilización del color lleva a pensar más en las escenografías mágicas e irreales de Jean-Pierre Jeunet en «La ciudad de los niños perdidos».
La película se sitúa en una civilización subterránea obligada a construir una ciudad bajo el suelo para refugiarse de la destrucción del planeta. Sólo los jóvenes mantienen la idea de comunicarse con el exterior.
El veterano Martin Landau, que este año cumple los 78, reaparece con honores en «City of Ember», interpretando al encargado de mantenimiento del generador que abastece de energía eléctrica a la ciudad. Es un papel importante que hace justicia a un actor al que el cine le debe mucho, seguramente más de lo que le ha dado a cambio. Baste decir que la televisión le trató mucho mejor, siendo el medio que le hizo popular gracias a la serie «Misión Imposible».
De la pequeña pantalla lo rescató en la década de los 80 Woody Allen, cuando confió en su capacidad dramática para protagonizar «Delitos y faltas», pero la Academia de Hollywood consideró que se trataba de una actuación secundaria, nominándolo al Oscar en esa categoría. Lo mismo pensaron a propósito de su antológica caracterización como Bela Lugosi en «Ed Wood», aunque esta vez sí le concedieron la estatuilla. Tim Burton quedó asombrado en la Ceremonia de Entrega, al ver como la orquesta interrumpía el discurso de su contrariado actor.
M. I.