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Delincuentes de Londres

«Rocknrolla»

Tras su comentado divorcio de Madonna, a Guy Ritchie se le ve recuperado y dispuesto a ser el mismo de antes. Con «Rocknrolla» regresa a los ambientes delictivos del Londres actual.

Mikel INSAUSTI | DONOSTIA

Lo de Guy Ritchie merecería un estudio bien documentado de lo que influyen las relaciones personales en la vida de un cineasta, porque ha sido romper su matrimonio con Madonna y volver a recuperar el pulso de sus primeras películas. Después del impacto que causó a finales de los 90 con sus violentos y canallescos thrillers «Lock & Stock» y «Snatch, cerdos y diamantes», colocándose al frente de la avanzadilla del cine británico, entró en el nuevo milenio con muy mal pie.

«Barridos por lo marea» fue uno de los fracasos más sonados, por culpa de su condición de capricho al servicio estelar de «la ambición rubia». Quedó tan tocado por aquello, que su siguiente «Revolver» todavía ni se ha estrenado en nuestras pantallas, aunque parece que lo va a hacer próximamente gracias a que su nombre suena otra vez en las revistas especializadas. En la actualidad rueda «Sherlock Holmes», con Robert Downey Jr. en el papel del detective creado por Arthur Conan Doyle y Jude Law, como su ayudante Watson. Será su primera incursión en un Londres de época, lo cual supone toda una incógnita al ser conocido gracias a su predilección por los ambientes marginales contemporáneos de la ciudad.

La presentación de «Rocknrolla» en el Festival de Sitges arrojó un saldo positivo y significó el ansiado reencuentro con el Guy Ritchie de los comienzos en que fue saludado como el Tarantino británico. Tal vez no sea ya el mismo, pero por lo menos conserva ciento instinto para reflejar la delincuencia de Londres, que en estos ocho años parece haber cambiado según lo que cuenta en la película.

Marcas personales

Ahora bien, el estilo violento y físico, punteado por diálogos surrealistas repletos de tacos y frases en «slang» o argot, así como la acumulación de personajes salidos directamente de los bajos fondos siguen constituyendo la marca de la casa. Sin embargo, la situación que se vive en la calle es diferente, debido a que los negocios ilegales son otros, y hoy en día «el ladrillo» es lo que más dinero mueve. La compraventa ilegal de terrenos está en el fondo de un complejo entramado que concita todo tipo de intereses, conectando a viejos gángsters locales, las nuevas mafias del Este, políticos corruptos y delincuentes de poca monta. Tom Wilkinson es un representante de los métodos de antaño, desbordado por todos los que quieren ir entrando en el reparto de las ganancias y escapan a su control sobre el crimen organizado.

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