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Jon Odriozola Periodista

Genocidio cultural

Carabineros italianos, polacos y estadounidenses dejaban grafitis en las paredes con leyendas que pasarán a la historia universal (de la infamia), como «yo estuve aquí» o «amo a Mary». Muy emotivo, ciertamente

De haber existido realmente los Reyes Magos, cuyo día se festeja hoy, y viendo el «memoricidio» cultural llevado a cabo en Irak, esos sabios astrólogos (astrónomo sería Galileo) de tierras mesopotámicas y caldeas, cuna de la civilización, se ciscarían en los salvajes que invadieron Irak basándose, por cierto, en una mentira.

Por descontado,sobra decirlo, lo que importa son las vidas humanas, pero, salvo contadas excepciones, como el venezolano F. Báez, poco se ha hablado del genocidio cultural perpetrado en suelo iraquí. Un millón de libros de la Biblioteca Nacional y diez millones de documentos del Archivo Nacional quemados, quince mil objetos del Museo Arqueológico desaparecidos, diez mil yacimentos arqueológicos saqueados. La Biblioteca Coránica y la Casa de la Sabiduría ardieron. Entre las obras quemadas o desaparecidas desde 2003 se encuentran textos y originales de valor incalculable, como «Las mil y una noches»; tratados matemáticos de Omar Khayyan; otros filosóficos de Avicena, Averroes, Al Hindi o Al Farabi; piezas de las épocas babilónica, sumeria, caldea y asiria; tablillas cuneiformes con las primeras formas de escritura...

Mientras protegían el Ministerio del Petróleo y los oleoductos, las tropas de ocupación dejaron museos y yacimientos arqueológicos a merced de los saqueadores que, en muchos casos, trabajan por encargo de coleccionistas internacionales. Tropas invasoras han robado piezas en los asentamientos de Ur, destruido ruinas de la antigua Babilonia y provocado daños irreparables al palacio de Nabucodonosor. Soldados italianos han estado esquilmando miles de antigüedades de los asentamientos arqueológicos que tenían la obligación de cuidar. Los mercenarios gringos envían por mail fotografías de recuerdos que han tomado de los ziggurats y las ruinas de lugares como Ur, Uruk, Nínive, etc. En Ur, en concreto, al enterarse estos paletos de que allí nació el profeta Abraham (que tampoco existió históricamente, pero vaya), la soldadesca se ha llevado ladrillos como souvenir, algo enternecedor. Carabineros italianos, polacos y estadounidenses dejaban grafitis en las paredes con leyendas que pasarán a la historia universal (de la infamia), como «yo estuve aquí» o «amo a Mary». Muy emotivo, ciertamente. Claro que, como en el Saco de Roma protagonizado por el catoliquísimo Carlos I de España y V de Alemania en 1527, estaban auspiciados. El secretario de Defensa, el criminal D. Rumsfeld, llegó a decir que «la gente es libre de cometer fechorías, y eso no puede impedirse». Lo dijo quien algo sabe sobre la voladura controlada de las Torres Gemelas de Nueva York el 11-S. Los anticuarios iraquíes han denunciado que numerosos soldados se acercan a sus tiendas para vender sellos sumerios y objetos decomisados (¿). Roban tesoros para venderlos en las fronteras de Jordania y Kuwait a mercaderes del arte. Y todo ello violando la Convención de La Haya de 1954 de protección al patrimonio cultural en caso de conflictos armados, que Washington nunca firmó.

Hijos de la gran chingada (contra las putas no tengo nada), igual que los sionistas que masacran Gaza y sus cómplices necesarios que van de «equidistantes». Hijos de la gran...

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