Juicio al diálogo político
Invisibles o ya condenados
Son aquellos que más han defendido la necesidad de este juicio quienes ahora se quejan de que los acusados traten de sacar réditos de su presencia no buscada en el banquillo
Revista de prensa
Iñaki IRIONDO
En el repaso de la prensa, tan importante es lo que se lee como lo que no se puede leer y tan significativo resulta lo que se ve como lo que no se permite visualizar, porque todo ello -lo explícito y lo ausente- va componiendo la imagen de la realidad. En ocasiones, el silencio o la falta de una fotografía es más intencionado y elocuente que un torrente de adjetivos o una cascada de opiniones.
Se podía leer en el antetítulo de la primera de «El Diario Vasco» «El lehendakari y Patxi López, en el banquillo», y se podía confirmar, echando un vistazo al escaparate de las fotografías de las portadas de cualquier quiosco de nuestras calles, que diríase que no hubo el jueves en el TSJPV más encausados que Juan José Ibarretxe y el secretario general del PSE. A lo sumo, queda un hueco para Rodolfo Ares en una esquina.
No es una cuestión menor, sino que atañe a uno de los nú- cleos de lo que se juzgará en este proceso. Por ejemplo, «El Correo» unía todas las páginas dedicadas a la vista con el cintillo «Juicio por las conversaciones con Batasuna».
Sin embargo, lo que se juzga no es -o no lo es principalmente- si se puede hablar con Batasuna, sino algo previo: si quienes eran de Batasuna pueden hablar. Es decir, los principales imputados en esta causa son Arnaldo Otegi, Rufi Etxeberria, Pernando Barrena, Olatz Dañobeitia y Juan Joxe Petrikorena, para quienes las acusaciones piden las penas más abultadas por un supuesto delito de desobediencia a las sentencias de disolución y suspensión de actividades de la formación indepen- dentista. Y en este contexto, Juan José Ibarretxe, Patxi López y Rodolfo Ares tienen un papel secundario como «colaboradores necesarios». Por ello resulta más acertado el cintillo de «El Mundo», que une sus páginas bajo el epígrafe «Juicio contra Batasuna».
Bien es cierto que los recortes que el Estado español ha dado al Derecho y a la democracia para hacerse un traje a medida nos han acostumbrado al desfile de políticos de la izquierda abertzale por los tribunales y resulta más llamativo encontrar en ellos al lehendakari o a dirigentes del PSE, pero esto no justifica que los periódicos den por hecho que el hábitat natural de los independentistas es el banquillo de los acusados hasta el punto de ignorar -o invisibilizar- a más de la mitad de los imputados en este proceso.
En cuanto al transcurso de la primera sesión del juicio, quien acaparó el protagonismo fue la defensa del lehendakari con el giro de 180 grados que dio a la estrategia mantenida con anterioridad. Resulta esclarecedor que los medios que con más empeño han defendido la necesidad de este juicio sean ahora los que con mayor enojo se rasgan las vestiduras porque Juan José Ibarretxe no quiera levantarse del banquillo hasta la víspera de la campaña electoral. ¡Haberlo pensado antes!
«El PNV trata de sacar réditos electorales del juicio al lehendakari», se lamentaba el editorialista de «La Razón», cuya opinión era complementada por el de «El Mundo», que aseguraba que la petición de su abogado «permite concluir que el lehendakari piensa ordeñar la vaca del victimismo político hasta donde pueda». Pues que se lo digan a los acusadores, porque ninguno de los acusados está sentado ante el juez por gusto o petición propia.
El giro del abogado del lehendakari era visto por Pello Urzelai, en «Berria», como un intento de llevar a primer plano desde el inicio del juicio la defensa del diálogo político. El editorial de «Deia» abundaba en que «llegados ya a este punto, lo que Ibarretxe plantea es que el tribunal entre con todas las consecuencias en el fondo de la cuestión y dicte una sentencia en la que no tendrá más remedio que avalar el diálogo político como forma de actuación para resolver los conflictos».
No compartía esta tesis el editorialista de «Abc» quien, poniéndose la venda antes de la herida, adelantaba que «es posible que Juan José Ibarretxe, Patxi López y Rodolfo Ares no hayan cometido el delito que se les imputa, pero una sentencia absolutoria no legitimaría lo que hicieron al tratar a dirigentes de una organización terrorista, alguno de ellos, como Arnaldo Otegui, procesado por integración en ETA, como interlocutores válidos para decidir el futuro del País Vasco al margen de sus instituciones».
Sin salir del grupo Vocento había también quien ponía la lupa en otro aspecto. José Luis Zubizarreta escribía en «El Correo» y en «El Diario Vasco» que «no son las instituciones vascas las que se sentaron en el banquillo de la Justicia, sino que es la Justicia la que compareció ante la opinión pública vasca para ser juzgada. Sobre el proceder de Juan José Ibarretxe, Patxi López y Rodolfo Ares, la opinión pública tiene ya un juicio perfectamente formado. Lo que ahora le queda por juzgar es por qué se ha metido la Justicia en este embrollo y cómo piensa salir de él sin dejar tocado su prestigio».
El punto de vista resulta interesante. Tanto como volver a comprobar que Arnaldo Otegi, Rufi Etxeberria, Pernando Barrena, Olatz Dañobeitia y Juan Joxe Petrikorena siguen siendo invisibles o tal vez, en opinión de algunos, para ellos no hay juicio. Ya están condenados de antemano por ser quienes son.