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Txisko Fernández Periodista

No es tan difícil de entender

La primera sesión del juicio contra el diálogo mantenido en su día por la izquierda abertzale con el PSOE y con el jefe del Gobierno de Lakua tuvo mucho de puesta en escena y poco de enjundia jurídica. Así suele ocurrir en este tipo de procesos, en los que los medios de comunicación suelen desplegar grandes titulares con sentencias tan variopintas que es difícil entender qué motivos les llevan a analizar la realidad de forma tan dispar.

Había ocurrido en las jornadas previas, y el viernes se repitió la historia: hay medios para los cuales no se juzga a ocho personas, sino sólo a tres -Ibarretxe, López y Ares- o a cuatro -algunos no obvian a Otegi-. Y eso que Barrena, Dañobeitia, Etxeberria y Petrikorena se sentaron en primera fila, como el resto. Pero a algunos la realidad se les hace insoportablemente pesada y, por ello, prefieren cerrar los ojos ante los hechos y, lo que es más grave, intentan trasmitir su ofuscación al conjunto de la ciudadanía.

Leía ayer en uno de esos medios que la imagen que se creó en la sede que la Justicia española ocupa en los Jardines de Albia, entre el Café Iruña y Sabin Etxea, es una imagen que la mayoría de la sociedad vasca no entiende. Discrepo. Gran parte de la ciudadanía vasca, seguramente una amplia mayoría, entiende perfectamente por qué se ha llegado a sentar en el banquillo a los ocho procesados. No nos engañemos. La mayoría de la sociedad vasca sabe que el Estado español -bajo las siglas del PP y bajo las del PSOE- ha implantado en sus leyes la persecución política a la izquierda abertzale y, por extensión, al conjunto del independentismo vasco; la mayoría sabe en qué contexto se decidió aplicar el apartheid en Euskal Herria y quiénes lo avalan; la mayoría comprende que lo que está juzgando la Justicia española es una iniciativa de diálogo entre representantes políticos, ni más ni menos.

Es más, la mayoría de la sociedad vasca sabe -porque su experiencia es dilatada- que los tribunales españoles no son más que esos escenarios en los que se desarrollan los «sainetes democráticos» para condenar siempre a los mismos.

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