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Raimundo Fitero

La multa

Al jugador malí del Sevilla Club de Fútbol, Frédérick Kanouté, le ha impuesto el Comité de Competición de la Federación Española de Fútbol una multa de tres mil euros por mostrar en el campo de fútbol, después de marcar un gol, una camiseta que rezaba simplemente: «Palestina». Eso sí, había otras lenguas en su camiseta, y se sabe que este hombretón tiene un fuerte compromiso social con sus conciudadanos africanos, pese a haber nacido en Francia y que además abrazó la religión musulmana siendo ya un hombre con criterio.

Hace unas semanas, aquí mismo, se ha vivido otro conflicto por las inscripciones en las camisetas, y hubo un plante de los jugadores vascos de fútbol para jugar con la selección propia, porque la federación vasca se empeñó en llamarla de Euskadi, mientras ellos, los jugadores, reclamaban el nombre de Euskal Herria. Hubo hasta manifestaciones reclamando este nombre, y vimos por las calles a jugadores vestidos de paisano diciendo con su presencia algo más que su tópica reflexión asfixiante de si le ha parecido justo el resultado.

Si algunos consideran como máxima filosófica que «fútbol es fútbol», podemos entender que el propio «furbo» en su magnitud de deporte de masas es una plataforma que además de orgullo y tensiones, provoca identificaciones, y que colocado como está en manos de un mercado depredador, siendo la manifestación más obvia del capitalismo salvaje, no debe olvidarse que sus agentes, sus protagonistas, son unos jóvenes que además de músculo, tácticas y estrategias, linimento y botas, tienen un cerebro, un corazón y hasta unas ideas. Y todo el derecho a manifestarlas sin que se les reprenda ni se les estigmatice.

Por ello, la multa a Kanouté es una multa al compromiso, a la toma de postura frente a los hechos políticos. Es una multa represiva y reaccionaria, una multa desmovilizadora y antidemocrática. ¿Le hubiesen multado igual si hubiese puesto «Dios vive» o «Amor de madre»? En cualquier caso, la actitud de Kanouté merece el aplauso y fue muy curioso el tratamiento en los reportajes televisivos de su acto. Un compendio de pudor, miedo y ganas de restarle trascendencia.

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