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J. Ibarzabal Licenciado en Derecho y en Ciencias Económicas

Mínimos. El papel de la izquierda abertzale

Euskal Herria, y su praxis rica y coherente, es un laboratorio donde se ensayan instrumentos de resistencia y construcción ante la opresión de los Estados mastodónticos (Francia, España...), en pleno corazón de la Europa desarrollada. Auténtica avanzadilla socialista, debe formar parte de la vanguardia europea de izquierdas

Un diagnóstico de la sociedad actual a nivel mundial subrayaría el hecho de que la humanidad se regodea en la barbarie. La tierra resplandece cada vez más iluminada por el holocausto de Palestina, por las torturas contra el pueblo vasco, por el consumo estúpido, por un desarrollo insostenible, y por el no consumo y la miseria de los países pobres. El capitalismo campa a sus anchas y su credo principal, la acumulación de la riqueza y la explotación de la clase trabajadora, no tiene límites.

En esta ofensiva capitalista, el poder proletario ha hecho aguas por todas partes. El sujeto es rebajado a la condición de objeto, se le cosifica vulnerando su dignidad y el «progreso» deja tras de sí un cúmulo de escombros. Los vencedores condenan al silencio a una parte de la humanidad.

Se comprende que los componentes de la I Escuela de Frankfort (Horkheimer, Adorno, Marcuse), al analizar el comporta- miento de la clase obrera en Occidente ante el sistema capitalista después de la Segunda Guerra Mundial, emitieran un diagnóstico severo, caracterizado por un pesimismo estremecedor respecto a las posibilidades de transformación dialéc- tica de la sociedad. La racionalidad del comportamiento ante el todo social llevaría consigo el cambio según la tercera ley dialéctica (la síntesis, producida por la negación de la negación), pero este cambio no puede producirse porque la realidad no es racional.

La clase trabajadora, asimilada por el Sistema, está abúlica, adormecida por la angustia del consumo innecesario, por una cultura basura que tiene de todo menos de popular. En una palabra, hay una necesidad de cambio cualitativo, que en la práctica no se puede dar, y que sólo puede expresarse a través del pensamiento negativo, de la dialéctica negativa. La praxis totalmente distanciada de la teoría revolucionaria contraviene uno de los principios sagrados del marxismo leninismo, que hoy, sin duda, habría que renovar.

A pesar de la profundidad y lucidez de los teóricos de la I Escuela de Frankfort, nos resistimos a caer en su pozo pesimista, incluso después de haber vivido con intensidad y profunda pena el fracaso del socialismo soviético. Como le sucedió a Kant cuando despertó del sueño dogmático del racionalismo gracias al empirismo de Hume, es comprensible cierto cansancio, cierto escepticismo, después de lo que ha sucedido, y la necesidad de reponer fuerzas. Pero hay que volver a la carga. Sin emancipación de la clase trabajadora, sin lucha de clases, seguirá dominando la injusticia social y la barbarie del capitalismo, su razón tecnológica-hegemónica y su depravada escala de valores.

Es necesario un reagrupamiento de la izquierda europea en torno a unos mínimos. Lo primero que conviene hacer constar es que esta izquierda como grupo político es contingente y que actualmente no existe. Pero ¿cuál es su esencia? Adopción de medidas que permitan la emancipación progresiva de la clase trabajadora y la erradicación de la injusticia social. Por ello no se entienden bien los actuales intentos en Francia de la LCR (Liga Comunista Revolucionaria) para crear el Nuevo Partido Anticapitalista, contando para ello con la unidad de acción del Partido Socialista francés. El PSF (y en general toda la socialdemocracia europea) es un apéndice del capitalismo (del neoliberalismo) y su grado de degeneración ideológica ha llegado a tal extremo que es sinónimo de capitalismo puro y duro.

Para que los partidos, movimientos sociales, agrupaciones puedan integrarse en esta nueva izquierda europea deberían asumir unos mínimos en el orden ideológico y en el socioeconómico. A nivel ideológico, asunción del materialismo histórico como método de análisis, de la lucha de clases, de la explotación de la clase trabajadora mediante las plusvalías, articulación de los partidos políticos con los movimientos sociales. Otras importantes cuestiones del ideario marxista renovado (el «todo social», relación entre la infraestructura y la superestructura, papel de la conciencia de clase, carácter mecanicista o no del materialismo dialéctico, derechos individuales, dictadura del proletariado...) formarían parte de un posterior análisis.

En el orden socioeconómico, la crisis actual del sistema capitalista muestra la absoluta necesidad de nacionalizar (socializar) la banca, del control efectivo de los sectores básicos de producción, de un sector público fuerte, de la aplicación del principio de subsidiariedad invertida del mercado (mercado condicionado a los intereses de las clases populares), sistema fiscal progresivo, incremento de los salarios reales, participación de la clase obrera en la gestión empresarial, medidas eficaces para garantizar una protección social cada vez más extensiva e intensiva.

Estas medidas supondrían los mínimos exigibles para pertenecer a la izquierda europea y son el punto de partida en el proceso hacia una sociedad sin clases.

Euskal Herria, y su praxis rica y coherente, es un laboratorio donde se ensayan instrumentos de resistencia y construcción ante la opresión de los Estados mastodónticos (Francia, España...), en pleno corazón de la Europa desarrollada. Auténtica avanzadilla socialista, debe formar parte de la vanguardia europea de izquierdas, inspirando con su ejemplo diversas medidas a tomar, que configurarían el nuevo enfoque de la Unión Europea (agrupación política de colectivos y de la economía al servicio de la persona, y no a la inversa).

La lucha de Euskal Herria pone de manifiesto que en la construcción de la nueva Europa, la izquierda no puede cometer el error del «olvido de las Naciones sin Estado», el error de negarles el ejercicio del derecho de autodeterminación.

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