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Martin Garitano Periodista

Sentimientos y convicciones

El juicio que comenzó el viernes -y sobre cuya continuidad sabremos hoy- en el más alto tribunal español establecido en la CAV, ha animado un buen número de sentimientos y, al menos, una convicción.

Sentimientos de agravio, sin duda, los de los jelkides y sus apoyos gubernamentales al ver a Juan José Ibarretxe sentado en el banquillo de los acusados. Aunque en este particularísimo caso el banquillo haya sido sustituido por un acolchado tresillo. En las filas del PNV, a buen seguro, habían olvidado que ante los tribunales españoles se ha sentado un buen número de nacionalistas vascos antes de hoy. Desde los tiempos del propio Sabino Arana.

En las casas del pueblo del PSE el sentimiento -tampoco cabe extrañarse- habrá sido de estupor. Se las prometieron felices con una Ley de Partidos que sustituía con barniz de legalidad y democracia intentos anteriores de finiquitar el independentismo vasco y han terminado catando, aunque sólo sea una gota, su propia medicina.

Y un doble sentimiento en las filas abertzales. De un lado el de tristeza al comprobar cómo, una vez más, sus aportaciones a la búsqueda de una solución democrática son respondidas con la mera represión. Y, del otro, el de orgullo por la causa que ha llevado a la cárcel a decenas de sus militantes y .dirigentes.

Las imágenes de la sala de vistas servían a modo de radiografía de esos mismos sentimientos.

La incomodidad de Ares y López, la seriedad de Ibarretxe y el abrazo de los cinco independentistas procesados reflejaban a la perfección los diferentes sentimientos que se reunían en la sala. Y también en la calle.

Todos, sin embargo, han coincidido en manifestar una misma convicción: el valor del diálogo político para resolver el conflicto. Todos, además, han repetido que volverían a hacerlo. Unos por lograr la desaparición de ETA, otros para asentar un régimen autonómico en términos de bilateralidad con el Estado y los otros, por asentar un suelo democrático sobre el que todos los proyectos políticos (y ahí entra también la independencia) puedan llegar a buen puerto.

Sentimientos diversos y diferentes también los objetivos, pero una misma convicción. La misma que sostiene la inmensa mayoría de la sociedad: aquí, no se llame nadie a engaño, la única solución pasa por el diálogo y la negociación. Pensar otra cosa es absurdo.

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