Patricia Lezama, Imanol Telleria e Igor Olabarrieta Miembros de Komite Internazionalistak
Es hora de exigir... ¡boicot a Israel!
La campaña de boicot internacional fue decisiva en la caída del apartheid en Sudáfrica, por lo que puede convertirse en una herramienta eficaz para que el pueblo palestino vea reconocidos sus derechos A pesar de las profundas diferencias ideológicas que podemos mantener con Hamas, cabe recordar que es un gobierno democráticamente elegido
Las pocas noticias que llegan de Gaza son cada vez más aterradoras: falta de suministro eléctrico, alimentos, agua, medicinas... Las pocas ambulancias que pueden moverse para asistir a las personas heridas o recoger cadáveres son tiroteadas, el Ejército israelí impide la entrada de ayuda humanitaria así como de observadores internacionales y prensa, no quieren testigos de la masacre, parece que la crueldad de la ocupación sionista israelí no toca fondo. Si la situación de Gaza ya era sangrante, desde que en 1967 Israel la ocupara y la convirtiera en un verdadero campo de concentración controlado literalmente por tierra, mar y aire, se hace difícil imaginar hasta qué grado ha podido empeorar en estos días.
Mientras tanto las instituciones internacionales y gobiernos se dividen entre el silencio cómplice con el genocidio sionista de la ONU y la Unión Europea y el apoyo abierto de diversos gobiernos como el de EEUU a la política asesina de Israel. Aquí cerca de casa se han oído voces de condena, claro que en muchas de ellas se antepone la condena de Hamas antes de condenar a Israel, hablando de grupo terrorista, movimiento fundamentalista, extremista... A pesar de las profundas diferencias ideológicas que podemos mantener con Hamas, cabe recordar que se trata de un gobierno democráticamente elegido (término por el que sienten predilección la clase política de estos lares). Por otro lado, el genocidio de Israel (es el término que mejor define un ataque militar de tal envergadura contra población civil) se suaviza con eufemismos como «respuesta desmedida» o «ataque desproporcionado».
Creemos que es hora de exigir algo más de esta clase política. De poco sirven las condenas vacías de contenido, es hora de posicionarse y actuar más allá de la demagogia políticamente correcta.
El pasado 5 de enero, dos días después del inicio de la invasión terrestre de Gaza, el Ayuntamiento de Bilbo organizó la tradicional cabalgata de reyes. Desde Komite Internazionalistak se hizo un requerimiento a la organización para que en el desfile se mostrara un símbolo de solidaridad con la masacre en Gaza, una muestra tan mínima como que la gente que participara en el desfile exhibiera la kufiya (el pañuelo palestino). La respuesta recibida fue negativa, se argumentó que se trataba de un acto dirigido a la población infantil y que no se debía mezclar con un tema político. Ante nuestra insistencia se nos llegó a poner como excusa que la propuesta no combinaba estéticamente con la temática del desfile, y que no se debía romper la magia de esa noche tan especial (seguramente la mayoría de los niños de Bilbo entenderían antes que muchos adultos una acto de solidaridad como éste). Actitudes como ésta desvelan lo vacío de sus enérgicas condenas, porque cuando se trata de dar un pasito y mostrar un mínimo de solidaridad, las cosas cambian y se busca cualquier argumentación para no mojarse.
Entendemos que es hora de pasar de las condenas y exigir actuaciones. Si realmente creemos que en Palestina se está cometiendo una masacre debemos exigir a la clase política que actúe, y si no lo hace debemos denunciarlo. Cabe pensar que poco se puede hacer desde aquí y que este es un tema que compete a las autoridades internacionales, las mismas que mantienen un silencio cómplice, por lo que poco podemos confiar en ellas. Desde aquí hay varias medidas que pueden resultar efectivas para que de una vez por todas Israel reconozca los derechos que le asisten al pueblo de Palestina (reconocidos por esas instituciones que hoy callan cobardemente).
Una de estas medidas es sumarse a la campaña de boicot al Gobierno sionista de Israel que se está llevando a cabo a nivel internacional. Esta campaña, es un llamamiento que se hace desde Palestina y a la que nos hemos sumado más de 170 organizaciones de todo el mundo. Debemos exigir que las instituciones (sean de carácter local, provincial autonómico...) se sumen a esta campaña de boicot, que rompan relaciones con el Gobierno de Israel en todas sus expresiones.
Volviendo al caso del Ayuntamiento de Bilbo, recientemente se ha concedido la explotación del transporte urbano a la multinacional francesa Veolia que a su vez colabora con el Gobierno israelí en la construcción de un tranvía que une Jerusalén Oeste con varias colonias israelíes que ocupan de forma ilegal varios territorios palestinos. Este tranvía contribuye, si cabe aún más, a la política de apartheid y segregación que desde hace más de 60 años el ilegítimo estado de Israel, practica contra la población palestina. Existen diversos ejemplos en otros países, como Irlanda y Holanda, en los que se han rescindido contratos con esta empresa por su colaboración con el Gobierno israelí. Consideramos, que se debe exigir al Ayuntamiento de Bilbo que rescinda el contrato con esta multinacional, que no se destine ni un euro de los impuestos que pagamos la población de Bilbao a ninguna empresa u organización (de cualquier ámbito, sea artístico, académico, cultural...) que tenga relaciones o no denuncie de forma activa al mismo gobierno que en estos días extermina a la población en Gaza.
La campaña de boicot internacional fue decisiva en la caída del régimen de apartheid en Sudáfrica, por lo que puede convertirse en una herramienta eficaz para que de una vez por todas el pueblo palestino vea reconocidos sus derechos, y no se vuelvan a repetir situaciones como la carnicería que estamos viviendo. Además, y aunque no fuera eficaz a ese nivel, serviría al menos para que términos como democracia, paz, derechos humanos... que tanto les gustan a los políticos no nos suenen una vez más a esa retahíla sin sentido que sirve para perpetuarse en el poder sin cambiar nada de lo que de verdad importa: precisamente la paz, los derechos humanos y la democracia.