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CRíTICA cine

«Cuestión de honor»

Koldo LANDALUZE

Siguiendo la estela de la reciente “La noche es nuestra”, el cineasta Gavin O´Connor apuesta por un modelo de thriller enraizado en el contundente discurso del cine policiaco de los años 70. A pesar de desarrollarse en nuestros días, este filme apuesta por unas tonalidades grises y nocturnas que nos recuerdan la impactante fuerza visual de películas como la referencial “Serpico” del maestro Sidney Lumet. La corrupción policial en la ciudad de los rascacielos sirve como detonante en este descenso a las cloacas de una comunidad que, a través de la cámara de O´Connor, nos muestra su sordidez más extrema y su perfil arquitectónico poderoso. En mitad de esta escenografía no apta para gentes con conciencia, se sitúa esta historia de hermanos enfrentados. Edward Norton, Noah Emmerich y Colin Farrell son los encargados de dar vida a tres personajes marcados en su conducta por las heridas emocionales que provoca su modelo vital y su conducta ante los que les rodean. Es, en este aspecto, donde el autor se muestra más dubitativo ya que en un intento por dotar de cierto empaque dramático a la historia, asistimos a un deterioro emocional que, en muchas ocasiones resulta un tanto forzado. Tras su correcto arranque el interés decae un tanto por culpa de este nudo dramático que lejos de dotar de cierta coherencia a la conducta de los personajes, lastra el ritmo dictado por una cámara que en las escenas de acción se muestra firme y precisa gracias a un estilo de cámara en mano que nos permite ser testigos de excepción de la tensión que se vive en las calles.

Es una lástima que O´Connor –en compañía de un guionista y director tan apropiado para el thriller como lo es Joe Carnahan (“Narc”)– no hayan prescindido del recurso emocional, o lo hayan perfeccionado, porque el conjunto se resiente en su mitad y en una recta final acaparada por la confusa pelea que enfrenta a Norton y Farrell. A pesar de ello, “Cuestión de honor” es un thriller con cierto empaque y bien resuelto técnicamente que permite al espectador reencontrarse con un ejercicio de estilo genérico rudo y, además, sin concesiones.

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